26.

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¡No pidieron maratón, pues aquí les va el cuenta gotas!

Llegamos a su casa o eso es lo que yo creía. Tampoco me importa ahora.

Apoyo mis manos en sus hombros y me subo a su cintura. Sus manos fuertes me sostienen a la vez que aprietan mi piel. No tardo en apoderarme de su boca, haciendo que nuestros labios bailen deliciosamente y a la par. Mi lengua no pierde tiempo y corre desesperada a recorrer su boca.

Una de sus manos ya descendieron a mis nalgas y el primer azote resuena en toda la habitación. Me separo de su boca mientras un hilo de saliva se mantiene entre mi boca y la de él. Nos ganó la excitación y volvimos a comernos la boca. Lo muerdo con intensidad hasta que  saboreo la sangre salir de su piel.

Me separo un poco de su cara para observarlo detalladamente, sus ojos escrutan los míos y yo decido por ahora ignorarlos. Dirijo mi mirada a sus carnosos y apetecibles labios hinchados de la intensidad y la excitación, con una gota de sangre saliendo del borde. Utilizo mi lengua para quitarla.

—Recuerdas lo que quería hacerte por colgarme la llamada, dejándome con las palabras en la boca. Pues me lo debes y lo cobraré ahora.

Mi mente imagina ese momento donde Enzo me azota. Ni siquiera pienso en sus palabras sino en los hechos que aún no han ocurrido.

Camina conmigo a horcajadas. Sale de la sala y se adentra en una habitación, ahí me sitúa con los pies en el suelo. No me da tiempo a nada, brusco me coloca de espaldas a él y ejerce presión sobre mi espalda para que me incline contra la cama.

Algo parecido a un hormiguero se apodera de mí. Ansío más. Quiero más. Con Enzo nunca tengo suficiente. Follar con él es una jodida droga, la más fuerte que haya. Mientras más consumo de esto, más adicta me vuelvo.

No he podido encontrar otro que conozca mi cuerpo a la perfección, que toque donde debe y al ritmo que debe, que me susurre algo y me erice hasta lo que no se eriza, que me indique como tocarme y sea mejor de lo que puedo hacerlo yo por mi cuenta.

El primer azote llega sobresaltándome. Es fuerte y rápido, siento mi nalga retumbar varias veces ante el golpe. Repite acción en la otra nalga. Esta vez no me sobresalto, sino que gimo. Dos, cuatro azotes más.

Joder. Aunque me pican las nalgas, me encanta y deseo más.

―¿Todavía puedes aguantar más? ―inquiere.

—Todas las que me des, papi ―comento sensual. No me deja terminar de responder cuando me ofrece una nueva ronda de azotes.

—Soy adicto a este culito ―declara mientras continua con su promesa de dejarme el trasero rojo y ardiendo.

—Culito no papi, culote. Y será todo tuyo mientras lo sigas haciendo como lo haces ―expongo.

En respuesta arremete contra mis nalgas, una y otra vez. Ya siento que me arden y no puedo verlas pero deduzco que roja están. Aún así no lo detengo.

La punta de su erección choca contra mi entrada. Puedo notar el preservativo. Azota una vez más mis nalgas con ambas manos y las separa, dando más acceso a su erección, que bruscamente se introdujo en mi interior.

Joder. Joder. Joder.

Cuando apenas me acostumbraba a su intromisión empezó un ritmo de rápidas y fuertes embestidas.

―Te follaré duro Andrea. Quiero que la marca de mi posesión no se quede solo en tus bonitas y deliciosas nalgas.

Es una bestia en ocasiones…una bestia que me vuelve loca.

¡Maldito seas Enzo y tu manera tan intensa de coger!

Lleva una mano a mi cuello y hace que mueva un poco mi cabeza hacia atrás. Acerca su rostro al mío, lo que la posición le permite. La otra mano, la que no sujetaba mi cuello, la lleva hasta mi boca y exige introducir dos de sus dedos en ella. Abro mi boca gustosa, dándole libre acceso a sus dedos.

Mi loca perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora