El viaje fue demasiado largo, incluso me dio tiempo de dormir varias horas. No le contesté el mensaje a Enzo y el tampoco volvió a escribir.
Sus palabras fueron un impulso y una forma de obtener lo que desea, pero no, conmigo no funciona la presión.
Él no vendrá, en primera porque tiene negocios que atender, en segunda porque de Nueva York a San Francisco hay cinco horas y tanto, mientras que de París aquí hay once, por lo que si hubiese seguido el ritmo de sus palabras ya estuviera aquí.
Abro la puerta de mi casa y lo primero que se apodera de mis fosas nasales es el olor de un exquisito y caro perfume de hombre.
¡No puede ser!
Entro a casa y dejo mis cosas en la sala. Voy a buscar al maldito intruso que se coló en mi casa, en mi rincón privado.
—Regresaré mañana a primera hora. Hoy hazte cargo tú —comenta al teléfono. Aún no me ha visto porque está de espaldas.
Me apoyo al marco de la puerta esperando que repare en mí. Mis ojos se pierden en su espalda y en las apetecibles nalgas. Se encuentra en pantalones, que productos a la falta de un cinto, están algo bajo, mostrando las letras Calvin Klein de su bóxer. No tiene camisa y anda descalzo. Cómo si viviese aquí.
Cuelga el teléfono y se gira. No se asombra, no hace nada más que sonreír.
Camina a paso lento hasta mí. Manteniendo sus ojos en los míos. Mi cuerpo advierte el peligro de la cercanía. Vuelvo a tener esa sensación que no sé controlar.
—¿Cómo mierda tienes la llave de mi departamento? —inquiero, ignorando todo lo que quiere mi cuerpo ahora, que está muy lejos del verbo hablar.
—Ahora soy yo el que no quiere conversar —expresa con esa voz fuerte.
Y no me dio tiempo a nada. Con tanta precisión e incluso desesperación se apodera de mi boca. Al principio me mantengo firme, ni siquiera muevo mis labios, pero su lengua tan deliciosa y tan maestra de los movimientos me apremia para que disfrute. Una mano agarra fuerte mi nuca y la otra estruja a su antojo mis nalgas.
Su erección es palpable. Mi sexo se vuelve loco en cuestiones de segundos. Esto es como una puta droga, que cuando llevas varios días sin consumirla te vuelves alocado por conseguir más de ella.
Intento empujarlo hasta la cama, pero no se mueve del sitio. Apresiona su cuerpo contra el mío, haciendo que me pegue en gran medida a la pared.
Separa su boca de la mía, solo por pequeños segundos, en los que le echa saliva a su mano. Vuelve su posesión a mis labios, mientras, corre la braga y lleva su mano cargada de saliva hasta el centro de mi sexo.
Mi cuerpo está tan complacido, me siento tan bien, que parezco acaba de salir de una jodida prisión en la que llevaba años sin percibir una polla. Me cabrea que siendo yo, como soy, pase ahora por esta necesidad.
Empieza a tocarme lugares que me van haciendo estremecer. Cada movimiento de su mano es como si tuviera un puto mapa en su cabeza, como si supiera los lugares exactos a conquistar para llegar al tesoro.
Baja hasta que su cabeza queda a la altura de mi sexo. Pienso que voy a tener eso que tanto me gusta de él y mi boca expresa a viva voz la satisfacción.
Su aliento choca contra mi sexo, provocando un frescor ahí y más que aliviarlo me hace desearlo con más fuerza.
Se pone nuevamente de pie. Lo de los castigos se los toma realmente en serio. Maldito el momento en que dejé que Baris pusiera su lengua ahí. Si hubiese disfrutado, entonces no me hubiese arrepentido, pero al contrario, aquí estoy recibiendo el castigo por algo que ni siquiera me gustó.
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Mi loca perdición
RomanceMi loca perdición, es el libro de Andrea, no lo agregué como otra parte de Inmunes, porque esta historia sería independiente. Sé que los que hay leído Inmunes, esperan con ansias también este libro. De Andrea pueden saber, que es una mujer extrove...