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Contado por Enzo

Durante el vuelo de vuelta Nueva York tuve algunas horas de sueño. No había descansado nada en las últimas horas. Mi teléfono recibe más de una notificación. Observo el remitente y lo ignoro por algunos minutos hasta que me acomodo en mi casa.

Decidido a tomarme una copa voy hasta la vitrina, donde colecciono todas las bebidas que me gustan. No llegué a darme un buche cuando el timbre de la puerta de mi casa suena.

A paso lento voy hacia ella. Ahora solo podría estar ahí dos personas, o mi padre o Alaska. En realidad no me apetece tratar con ninguno de los dos.

―Me estoy aburriendo de ti ―expone mientras pasa de mí e ingresa a mi casa.

―Estás tardando. Yo me aburrí hace mucho ―declaro mientras cierro la puerta y me siento en un sofá.

―Tenemos un problema, mi padre tiene una cláusula en su contrato que me impide obtener la herencia hasta que se cumplan los cuatro años que faltan de casados ―dice cambiando de puesto y sentándose a mi lado.

―El problema lo tienes tú, no yo ―expongo.

―No seas imbécil Enzo. Esto nos beneficiará a ambos. Tu padre tiene la misma cláusula.

―No necesito el dinero de mi padre -le informo―. No ves que ya tengo todo.

-Pues yo no tengo nada y no pienso quedarme sin nada. Puedes negarte por cuatro años, que no te daré el divorcio hasta que no pueda forrarme con el billete que tenga mi padre.

―Mientras no me jodas mi vida, haz lo que te plazca -expreso.

Alaska es la mujer que eligió mi padre para mí. Desde que ingresé a la Universidad. Nos obligaron a casarnos. Tenemos un millón de restricciones, como el divorcio hasta pasado los ocho años. Faltan aún cuatro. Hace un año que dejé de seguir a mi padre. Esperé tener consolidado mi propio imperio, asegurado mi futuro y justo entonces me separé completamente. Aún así me sigue jodiendo la vida.

―Estás pensando mal Enzo. Ya que tenemos que mantener nuestro matrimonio porque no tratamos de llevarnos mejor. No tienes necesidad de recurrir a otras mujeres cuando me tienes a mí. Puedo satisfacer todas tus necesidades.

Cuando nos casamos, a pesar de ser en contra de mi voluntad, follábamos prácticamente todos los días. A pesar de que ya yo había tenido más de una experiencia en el tema, para Alaska eso era completamente nuevo. Por mi parte lo hacía por necesidad. Es por ello que decidí satisfacer esas necesidades en más lugares, mejor dicho en otros cuerpos.

Durante este año he tenido a mi disposición a una cantidad de mujeres que no puedo contar. En una calle desolada, en la salida de la ciudad tengo un departamento, con todas las comodidades posibles. Ahí habita una chica actualmente. Esa chica no es la primera, han pasado muchas antes.

Solo voy tres veces en semana, cuatro cuando el trabajo me estresa demasiado, a satisfacerme, solo eso.

No duermo ahí. Y los únicos beneficios que puedo otorgarle es placer y buena vida.

Antes de elegir la indicada para ello, me aseguro establecer las condiciones. No retengo ahí a nadie por obligación. Está quién quiere estar.

Mi loca perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora