Capítulo veintidós: Te amo

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—¿Y bien? —inquirió un anciano delgado de cabellos cortos y blanquecinos que vestía totalmente de negro

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—¿Y bien? —inquirió un anciano delgado de cabellos cortos y blanquecinos que vestía totalmente de negro. Usaba un largo abrigo de donde pendían varias medallas ganadas en viejas batallas. Se encontraba sentado en un sillón de espaldar rojo, en medio de un vacío salón de reuniones en ruinas; en cuyas paredes abolladas se filtraba la escasa luz del día—. He esperado con ansias por tu reporte —añadió con la voz cansada.

Pensó en el fastidio de tener que vivir incomunicado y fuera del radar, puesto que cualquier caracol de corto o largo alcance podría equivaler al peligro de ser rastreado por la marina.

Suspiró, harto de saberse como una vil cucaracha viviendo un piso debajo del suelo; aferrándose al lugar que antes fuera su majestuoso palacio, su base de operaciones.

En ocasiones, le parecía perder la cuenta de cuántos años había pasado sumido en la amargura. No se parecía en nada a aquel general cuya gloria y poderío hizo vacilar a Germa 66, y a muchos países vecinos.

No, ya no era quien hacía temblar imperios con el mero eco de sus hazañas. Todo era culpa de ese hombre... Su caída... Su desgracia... Se lo debía a ese demonio.

—Perdone mi retraso, Gray-sama —respondió el hombre alto y fornido que usaba uniforme de militar. Tenía piel morena y un par de ojos azules que se habían encendido por la vergüenza. El sentimiento de incompetencia le resultaba casi intolerable. Se hallaba sobre su rodilla derecha flexionada y con la cabeza baja en señal de respeto. Sostenía su gorra negra en la mano izquierda—. Han surgido muchos inconvenientes con la marina.

—Ve al punto, Bane —dijo Gray, con acento de impaciencia—. ¿Ha llegado a la isla?

—Mi gente la ha buscado incansablemente en las islas próximas a Loguetown, pero no hay señales de ella. Tampoco ha regresado a Water 7.

—Imposible... —masculló Gray, inclinándose hacia el frente con gran dificultad.

—Es como si la tierra se la hubiese tragado —declaró Bane, endureciendo el gesto—. Y digo: la tierra, porque definitivamente no murió en el naufragio. Mi viejo BeatSnail aún recibe la señal de sus signos vitales —añadió, sacando del bolsillo de su chaqueta el pequeño caracol rosa que tenía una diminuta pantalla en el pecho—. Sería muy útil si el microchip en su corazón me ayudara a localizarla.

—Pues buena suerte llegando al laboratorio sepultado entre los escombros del reino —farfulló Gray con la más viva de las ironías, poniendo los ojos en blanco—. Ahí podrás encontrar lo necesario para hacerle las modificaciones requeridas al BeatSnail. E inclusive te harías con una muestra de ADN para una Vivre Card.

—Lo siento, Gray-sama, fue tonto de mi parte comentar sobre ello —declaró, pensando en que si él pudiese hacer tal cosa, la marina también tendría las mismas posibilidades; y ese, era un riesgo que no podían correr.

El silencio reinó mientras el anciano aspiraba a través de los labios entreabiertos.

—Bane... —dijo, sonando firme y autoritario—. Mi tiempo se acaba —admitió, respirando con dificultad. Se toqueteó el pecho provocando un sonido metálico. Una tenue luz roja emanaba debajo de su camisa—. Todos me han creído muerto durante años, y pronto será realidad. Pero no puedo irme de este mundo sin localizar a esa niña.

QUÉDATE CONMIGO ━━ [FINALIZADA] 《24》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora