4 Te veo y te siento

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Estuvimos unos interminables segundos en silencio, mientras Daryl daba vueltas sobre si mismo intentando descubrir quiénes eran los que nos seguían. Yo estaba alerta, intentando descubrir lo que había oído Daryl, aunque no conseguía ver ni oír nada.

Entonces tras un par de vueltas sobre sí mismo, fijó su posición hacía unos arbustos.

- ¡Sal de ahí! - dijo apuntando con su ballesta hacía los arbustos. - No me hagas repetir, ¡sal ahora!

Yo estaba un paso por detrás de Daryl, agarrando con fuerza mi arma. Me había acostumbrado a matar caminantes, pero el hecho de apuntar con una pistola a un ser humano todavía me revolvía por dentro. Supongo que llegaría el día en el que eso tampoco me perturbase, aunque me alegraba de que aún no hubiera llegado ese día.

Un hombre vestido de cura salió de entre los arbustos con los brazos en alto. No pude ver ningún arma. Estaba mirando al suelo, diciendo nervioso una y otra vez que no disparásemos.

- De acuerdo, Beth sigue apuntado. - me indicó Daryl. - Voy a acercarme a comprobar que no llevas armas.

- De acuerdo, no llevo nada. Me quedaré quieto.

- ¿Cómo te llamas? - le pregunté.

Daryl me lanzó una mirada de desaprobación.

- Gabriel, soy el padre Gabriel. - contestó.

- Bien Gabriel, ¿Qué haces aquí?¿por qué nos estás siguiendo? - siguió preguntando Daryl.

- Llevo andando varios días, no os estoy siguiendo. Simplemente os he oído y quería veros antes de que vosotros me vierais a mí.

- ¿Por qué? - preguntó Daryl.

No era una mala estrategia, seguramente la misma que seguiríamos nosotros mismos. Sin embargo Daryl quería sacarle más información, por la misma razón. Ya no nos fiábamos de nadie, o por lo menos no tan fácilmente.

- No he tenido buenas experiencias con las personas. Y aunque sé que todo el mundo puede tomar el camino del bien, ¿Quién sabe de que lado están con los que uno se cruza?

Daryl y yo nos miramos y él me asintió para indicarme que podía dejar de apuntar a Gabriel. Sin embargo siguió con el interrogatorio.

- ¿Estás solo?

- Sí.

- ¿Desde cuándo?

- Desde hace mucho. Tengo muchísima hambre, veo que tenéis alguna cosa. - dijo mirando hacía el montón de ardillas muertas.

Daryl cogió una de las ardillas y se la tiró.

- Puedes contarnos algo más sobre ti mientras comes. - dijo Daryl.

- Gracias.

Preparamos varias ardillas y alguna lata de atún que nos quedaba.

- Me gustaría dar las gracias, juntos. - dijo Gabriel abriendo sus brazos invitando a que le cojamos para hacer una plegaria.

Daryl y yo nos miramos. Agarré la mano de Gabriel extendiendo la mano hacía él, pero no parecía dispuesto a hacerlo.

- Bueno, pues lo haremos nosotros.

Gabriel intentó agarrarme la mano que me quedaba libre pero yo me negué.

- No. - dije mirando fijamente a Daryl con cara de suplica. - Por favor. - seguí casi en un susurro.

- De acuerdo. - dijo y extendió sus brazos hacia nosotros.

Gabriel comenzó a dar gracias por la comida, por nuestras vidas y por compartirlas. Estaba concentrada en sus palabras, me confortaban porque me recordaban a mi vida anterior. Para mi padre era obligatorio bendecir la mesa antes de comer y fue muy agradable volver a hacerlo, aunque sea con un desconocido.

Dejé de escuchar lo que decía cuando Daryl comenzó a mover sus dedos sobre mi mano en una suave caricia. Las palabras de Gabriel se convirtieron en ruido blanco, mi corazón se aceleró y comencé a oírlo por encima de ellas, cada vez más rápido y más fuerte. Incontrolable.

Abrí los ojos con disimulo, Gabriel estaba mirando al suelo concentrado. Miré a Daryl esperando que él también estuviera mirando al suelo y así era. Entonces me dedicó una mirada furtiva, él también esperaba que yo estuviera concentrada en la plegaría y bajó la mirada rápidamente.

La caricia paró y como un acto reflejo moví mi dedo pulgar sobre su mano. Fue una silenciosa respuesta mientras mi corazón no paraba de gritar. Creo que en esta ocasión él estaba escuchando. Volvió a levantar la vista, está vez me mantuvo la mirada. Yo no paré de acariciarle.

¿Por qué era tan difícil? ¿Por qué no hablábamos de ello? La presencia de aquel desconocido nos había dado un espacio seguro en el que sabíamos que no podíamos hablar de ello con palabras y gracias a ello compartimos ese fugaz momento.

Eramos unos cobardes, como esos perros que no dejan de ladrarse uno al otro cuando están separados con una barrera y dejan de hacerlo inmediatamente cuando ésta desaparece. Haciendo cómo si nada hubiera pasado. Ojalá dejar de fingir.

- ¡Amén! - levantó la voz Gabriel por tercera o cuarta vez.

Respondimos los dos en voz baja y algo avergonzados por no contestar. La magia desapareció al instante con ese amén. Es lo que tiene buscar momentos clandestinos y no afrontar con valentía lo que fuera que estaba pasando entre nosotros. Momentos fugaces y una sensación permanente de querer más y necesitar más.

***

 Hoy toca un capítulo algo más corto y a mi parecer intenso (sutilmente, pero me lo he pasado muy bien escribiéndolo). 

Canción que me ha inspirado de alguna manera para el momento de la caricia:

  -  The Heart Wants What It Wants- Selena Gonez

PD: Soy muy fan de Selena <3

 ***


En llamas [Daryl y Beth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora