14 Tres son multitud

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En los próximos días la cosa estaba un poco más fría entre nosotros. Seguíamos durmiendo juntos, pero el ambiente era simplemente amistoso. No podía evitar estar algo triste por este cambio, aunque entendía que al estar los tres todo era más extraño.

Jessica era perfecta. No le podía encontrar un defecto y mira que a veces lo intentaba con muchas ganas. Pero no. Simplemente no había nada. Era super amable, extremadamente atractiva, inteligente y cocinaba de miedo. De hecho los desayunos ya no los preparaba Daryl, lo hacía ella. En ocasiones me irritaba su perfección y más el hecho de que intentaba tratarme como si fuera mi madre o algo parecido, con gestos de cariño y protección que tendrías hacía una niña.

Lo peor es que esos sentimientos venían solo por mis estúpidos celos. Pero, ¿Cómo no iba a tenerlos? Si yo fuera Daryl, ya estaría a sus pies. No tengo nada que hacer. Se enamoraran, serán una de esas parejas que todos shippeamos y me trataran cómo si fuera una especie de hija adoptiva. En ocasiones tenía pesadillas en las que pasaba eso. Daryl me daba un beso de buenas noches en la frente, después salía de mi habitación que estaba decorada con osos de peluche y lazos rosas. Se iba con ella y me pasaba toda la noche escuchando gemidos, risas y susurros de "para por favor, nos va a oír", junto con golpes rítmicos y en ocasiones embestidas repentinas contra la pared que compartían con mi habitación.

Puede parecer contradictorio, pero para mi eran autenticas pesadillas y aún así me despertaba mojada. Estuchar la voz de Daryl excitado, incluso en ese contexto, me ponía a cien. Puede que parezca un poco enfermo lo que estoy diciendo, pero es así. Le tenía ganas. Ya podría haberme regalado mi mente un sueño en el que las embestidas me las daba a mí. ¡Estúpida mente!

Lo peor de esos sueños es que parecía que se iban a hacer realidad. Y no me lo iba a tomar tan bien cómo lo hacía al despertar de uno de ellos. Iba a sufrir de verdad.

                                                                                           ***

Un día cualquiera al despertar me di cuenta de que estaba sola, Daryl se había levantado. Miré al reloj para comprobar si era tarde, pero no, eran las siete de la mañana. Salí de la habitación como cada mañana. Estaba tranquila hasta que vi la puerta de la habitación de Jessica entre cerrada. Se me aceleró el corazón y no paraba de repetirme a mi misma estúpidas palabras tranquilizadoras.

Aunque no entendía lo que decían, lo que estaba claro era que las voces que salían de la habitación eran de Daryl y Jessica. Hablaban en susurros y no pude más que distinguir alguna palabra suelta que no me aclaraba nada del contexto de la situación. No pude captar ninguna palabra clave.

Di un paso y otro hacía la puerta intentando hacer el mínimo ruido posible. Pero la maldita madera de vete tú a saber cuantos años no da tregua y en el tercer paso hacía la puerta el suelo crujió.

Dejé de oír las voces al instante.

Mi cuerpo se congeló, no me acordaba de cuando fue la última vez que me había pasado de manera tan instantánea. Hace tiempo ya no me pasaba con los caminantes, pero también es verdad que encerrada en aquella extraña realidad temía estar perdiendo esa valentía que había ganado gracias al exterior apocalíptico.

Daryl salió de la habitación y yo intenté disimular aunque sin duda me salió bastante mal. Maldije lo transparente que soy y me prometo a mi misma trabajar ese aspecto de mí misma en el futuro.

- ¿Qué haces? - me pregunta Daryl con un tono de voz frío como el hielo.

Antes de que me de tiempo a responder Jessica salió de la habitación tras Daryl.

- Hola preciosa, ¿Qué tal has dormido? - me preguntó Jessica con una sonrisa.

- Bien. - contesté estando todavía perpleja sobre lo que estaba pasando.

En llamas [Daryl y Beth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora