Un poco más...
Casi creo que hemos llegado cuando él sigue subiendo. Nueve jodidos pisos, todo subiendo escaleras.
Supuestamente el ascensor está roto y hasta mañana no vienen a arreglarlo.
Rodrigo va delante de mí, no parece cansado.
NORMAL.
El muy... solo lleva los cascos y las llaves, que no paran de tintinear al golpear con alguno de los cascos.
Mientras él va tan tranquilo, yo tengo que subir mi pesada maleta, que parece contener toda mi vida, y así es. Como si fuera poco, uno de los tirantes de la mochila se enredó con la rueda lateral de la maleta y, al intentar soltarme, se desgarró.
Me voy a morir antes de llegar.
Llegamos al siguiente descansillo y por fin para. Se acerca a una de las tres puertas blancas e introduce la llave en la cerradura. Me acerco, arrastrando la maleta por el brillante mármol del suelo.
Entra en el piso y antes de que pueda entrar se escucha un pitido detrás de mí.
Una señora sale del ascensor, con un pequeño golden retriever negro atado con una correa llena de purpurina.
-Es verdad, lo arreglaron ayer- finge recordar Rodrigo-. Qué pena no haberme acordado. Te habrías ahorrado subir la maleta hasta aquí.
Le deberían dar un Óscar. Por la persona que peor disimula sus malvadas intenciones.
Ojalá se lo den minúsculo, y que sea de chocolate.
Bueno, chocolate no, que está rico.
Mejor que sea de plástico.
-Ya, seguro que lo lamentas- susurro, intentando despejar mi mente. Estaba empezando a crear un manual mental. Cien formas de estrangular a un hombre que es más alto que tú. Con apartado de ayuda a la hora de esconder el cadáver.
Sería un éxito.
Finalmente entro al piso.
Es un piso luminoso, desde el ventanal de la cocina, que está al fondo de la estancia, seguramente se pueda ver el mar. El salón está abierto a la cocina, aunque la decoración destruye la estética de la sala.
Los muebles son antiguos, cada uno de un color y el sofá sigue decorado con paños tejidos a mano a pesar de ser aparentemente nuevo.
Dejo mi maleta al lado de la puerta y exploro el salón, ignorando la existencia de Rodrigo.
No hay fotos. Ni suyas ni de su familia. Solo hay algo decorando la sala, una estantería con muchos CD, algunos son de música, otros son películas, de acción todas, y también hay una especie de reloj de arena.
La sala es tan fría como él.
Rodrigo cruza, rodeándome, a la cocina, que conecta con la sala de estar. Lo vuelvo a ignorar, mirando detenidamente las películas. Rocky, a todo gas, fast and furious (a todos gas pero en versión original, vaya), Rambo...
Todas las películas que vería un hombre. Ninguna que se salga del estereotipo.
-Ten- se ha acercado a mí y me ofrece un vaso de agua.
-Oh, gracias- lo cojo, sorprendida. ¿Está siendo amable conmigo? ¿Tendrá fiebre?
Le doy un trago, sin dejar de mirarlo a los ojos. No aparta la mirada de la mía, parece esperar algo. Ni siquiera pestañea.
No tardo en descubrir lo que esperaba.
El agua que me ha dado, está caliente.
Casi la escupo cuando siento la horrible sensación, sé que me he visto ridícula intentando no hacerlo.
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En el fondo del mar (Pausado)
RomanceRodrigo no se lo va a poner fácil a Lou, le ha dado lo que necesitaba: trabajo y una residencia temporal, pero llevarse bien con ella nunca ha entrado en sus planes. Es la mejor amiga se su hermana, pero no significa que tengan que ser amigos. Per...