Consigo llegar solo un par de minutos después de la hora a la que tenía que estar aquí. El piso de Rodrigo está un poco alejado pero la mayoría de las calles son cuesta abajo hasta aquí.
Me paro en la puerta del restaurante, intentando notar de nuevo mis pulmones llenarse de aire.
El sol deja de darme en la cara cuando un hombre entrado en los cincuenta años se pone justo delante de mí, con un cronómetro en la mano.
-Llega usted casi cuatro minutos tarde, señorita Meyers.
-Lo siento, yo pensaba que tenía medio de transporte- fulmino a Rodrigo en cuanto lo veo aparecer por el fondo del local-. Y he tenido que venir corriendo. No volverá a pasar- le aseguro.
-No te preocupes- me sonríe amablemente-. Solo quería comprobar que era usted alguien puntual.
-Siento el leve retraso de hoy, mañana estaré aquí media hora antes si quiere- es el primer trabajo que tengo, lo último que quiero es que me despidan sin haber empezado siquiera.
-Una cosa es llegar a tiempo y otra muy diferente es que me dé por saco antes de que inicie su turno- peina su larga barba canosa, pensativo.
No hablo, prefiero no hacerlo después de que, sin conocerme, ya diga que le daré por saco.
No se equivoca, soy bastante charlatana y despistada cuando estoy nerviosa, lo más seguro es que, si no me diese miedo perder el trabajo, ya le estuviera hablando de lo interesante que es cómo los guionistas son capaces de hacer adaptaciones de dos horas de un libro que tardas un mes en leer. O cualquier tontería así.
-Acompáñame, vamos a firmar tu contrato.
Mentiroso.
Allí dentro lo único que hace es señalar cualquiera de sus miles fotografías colgadas y explicarme el contexto de la foto en sí, también me cuenta quién es cada uno e incluso una anécdota con cada persona que supuestamente es importante para él.
Lorenzo D'Angelo es un señor de lo más extravagante.
Ha estado en todos sitios, pero en ninguno ha permanecido tanto tiempo como el que lleva residiendo en la costa Alicantina.
Llevamos ya media hora de su monólogo cuando por fin saca el contrato de un cajón bajo llave.
-Lo que te decía, hija- hace unos diez minutos que ha dejado de llamarme por mi apellido, cosa que agradezco-. Los tiempos están mal, según todos, pero aquí apenas se ha notado. Los turistas siguen viniendo, comprando, comiendo y bebiendo hasta que no pueden más.
-Quizá porque en sus respectivos países la situación se ha mantenido- estoy ya un poco cansada de estar sentada en su silla de cuero desgastado.
-No sé, pero que sigan viniendo- me pasa un bolígrafo y también el contrato. Lo leo un poco por encima. Un día libre a la semana, un sueldo mileurista y poco más. Firmo y le sonrío. No es el mejor trabajo que hay, pero sí el único en el que me han admitido sin haber cumplido aún la mayoría de edad.
-Bienvenida. Rodrigo te enseñará el local, yo debo irme- se despide de mí, ya en la puerta.
-Un placer conocerle, señor Lorenzo.
Busco a Rodrigo con la mirada, no está por ningún lado. Entro al local y lo encuentro hablando con un chico alto, castaño, que tiene todo el brazo tatuado. Cuando me ve se aleja de él y le pregunta algo que no consigo escuchar, pero el otro asiente.
Me acerco a ellos y Rodrigo huye, dirección a la terraza, donde acaban de llegar unos clientes.
-Debes de ser Lou- el chico que hablaba con Rodrigo ahora rodea mi hombro con su brazo sin tinta-. Me ha hablado de ti- señala a su amigo-, siento decirte que no muy bien.
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En el fondo del mar (Pausado)
Storie d'amoreRodrigo no se lo va a poner fácil a Lou, le ha dado lo que necesitaba: trabajo y una residencia temporal, pero llevarse bien con ella nunca ha entrado en sus planes. Es la mejor amiga se su hermana, pero no significa que tengan que ser amigos. Per...