12. Rodri

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A lo tonto, el tiempo se me ha pasado demasiado deprisa. Hace una semana que Lou ha establecido una especie de juego de seducción conmigo. La zanahoria ha resultado no ser tan tonta, ha dado con mi punto débil, lo mucho que me atrae.

Cada día me convierto en ella, pero en su versión de hace tres semanas- joder, ya han pasado tres semanas-, cuando llegó y apenas podía abrir la boca para decir algo coherente mientras miraba cada parte de mi cuerpo sin ningún disimulo. La miro sin poder controlarlo, como si su cuerpo me llamase, ella me provoca para conseguir lo que quiere y yo, como un tonto, no me resisto a sus estúpidos encantos.

A veces un hombre tiene que saber dónde están sus límites. Lou es el mío.

Todo lo que sale por esa boquita, lo tiene.

Ha aprendido de mí. Si no pudiera hacerlo, sería una decepción. Tengo que asumir que mi rol como seductor nato ha sido reemplazado por el bobalicón que no puede dejar de mirar a una única mujer, aunque sabe que solo está jugando con él. Ella ha dejado de ser la presa y se ha convertido en el depredador.

-¿Has llamado ya al taxi?- pregunta cuando sale de su habitación por quinta vez, aún recogiendo las cosas para esta noche.

-Sí, así que date prisa- le sugiero mientras sigo buscando su usuario de twitter. Lo he intentado todo y aún no lo encuentro. Ni siquiera en los seguidores de mi hermana.

-Ya voy, es que he perdido un zapato.

-Si no los hubiera usado hasta hoy, quizá no lo hubieras perdido- le regalo una sonrisa burlona cuando me enseña el dedo corazón-. ¿Qué? Tengo razón.

-Si no los hubiera usado esta noche me caería de boca, son tacones- se arrastra por el suelo del salón, buscando debajo del sofá-. Levanta tus piernecitas, tengo que buscar por esa parte.

-Si querías estar de rodillas frente a mí, solo tenías que pedirlo- me hago el sorprendido, llevándome una mano al corazón de forma teatral. Ella sigue ahí, erguida sobre sus rodillas, esperando pacientemente o pensando en algún comentario para contraatacar.

Resulta ser la segunda opción.

-Solo estaré de rodillas frente a tí, de forma voluntaria y no necesaria, el día en el que tengas un accidente de moto y poder ver la cara de inteligente que se te queda.

-¿Cara de inteligente?- creo que no había estado más perdido en una conversación hasta ahora.

-Si hay gente que, después de un golpe se queda tonta, tú, que ya eres tonto, serás inteligente- se encoge de hombros y, harta de esperar, golpea una de mis piernas para poder buscar su dichoso zapato.

-Esperemos que no estés cerca cuando me ocurra algo así- suspiro.

-En eso te doy toda la razón, me reiría de ti en lugar de ayudarte- admite antes de darse un golpe con la mesa baja. Se vuelve a incorporar, rascándose la nuca por el golpe, pero con su zapato.

Pongo los ojos en blanco, negando con la cabeza, mientras vuelvo a plantar mis pies en el suelo y centro de nuevo mi atención en el móvil.

Hace cosa de media hora que estoy preparado, esperando a Lou, y estoy demasiado aburrido.

Le envío otro mensaje a mi hermana, uno más que no tiene respuesta.

Últimamente no da muchas señales de vida, no a mí al menos. Cuando lleguemos, tengo que hablar con ella.

Las mujeres se me han dado bien desde que me volví un atleta rompecorazones, pero mi hermana es una de esas excepciones que no soy capaz de entender. Ella y Lou siempre han sido dos dichosos granos en mi duro culo.

En el fondo del mar (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora