8. Rodri

72 30 2
                                    

Lucía se remueve, dormida, hasta darse la vuelta y apartar su cuerpo desnudo de mí. Menos mal, ya iba a hacerlo yo.

Es verano y, aunque está el aire acondicionado de mi habitación encendido, no es agradable tener a alguien pegado a ti, juntando sudores.

Una cosa es que lo haya hecho con ella, otra diferente que se me pegue toda la noche.

Miro el reloj por quinta vez en los últimos treinta minutos. Son casi las cuatro de la mañana y Louise todavía no ha llegado. Si estuviéramos en invierno no me preocuparía en absoluto, conozco a la gente que vive aquí, en su mayoría, y sé que no podría pasarle nada malo. Pero estamos en verano y este sitio está lleno de turistas que no conozco, me preocupa que le pase algo mientras está bajo mi cuidado. Rosa no me lo perdonaría.

Algo en mi interior me dice que es culpa mía, he sido yo el que ha decidido dejarla a su suerte mientras sube hasta aquí, andando.

Me canso de pensar posibles escenarios donde Louise podría haber sido atacada por alguien. Me levanto, dejando a Lucía sola, y voy al salón. Empiezo a llamarla por teléfono, apagado. Joder. Vuelvo a intentarlo, con el mismo resultado pero aún así no dejo de hacerlo.

No sé si aguantaría que alguien más estuviera entre la vida y la muerte por mi culpa. Bastante fue ver a mi propia hermana siendo reanimada, por casi no lo cuenta.

A las cuatro y media, sigo sentado en el sofá. He llamado a Alonso, a ver si sabía algo, pero no me ha contestado. Seguramente lo tiene silenciado.

No puedo parar de mirar el reloj. Veo, minuto por minuto, como se aproximan las cinco.

Ya está bien.

Voy a la habitación, sin molestarme por no hacer ruido para no despertar a Lucía, y saco lo primero que encuentro en el armario y me visto lo más deprisa que puedo, dispuesto a salir a buscarla.

Cuando estoy en la puerta, escucho unos murmullos, risas.

-Shh, vamos a despertar al idiota- susurra una voz conocida.

-Es que no puedes meter la llave, estúpida. Déjame a mí- susurra también alguien que conozco a la perfección.

Cuando abro la puerta, Lou y Alonso están el uno apoyado en el otro. En cuanto me ven estallan en carcajadas. Van borrachos.

Me aparto de la puerta para dejar que entren, dando tumbos.

-Te dije que lo íbamos a despertar- susurra Lou a su acompañante.

-¿Cómo iba a dormir contigo a saber dónde?- digo muy enfadado, no sé si con ellos o conmigo mismo por no poder ser indiferente en cuanto a ella se trata.

-Uy, creo que Rodri está preocupado- dice Alonso, divertido, mientras se tira en mi sofá con la intención de quedarse ahí.

-¿Es eso verdad, Rodri?- pregunta Lou, aguantando la risa y pronunciando mi nombre abreviado con cierto toque burlesco.

-Estás a mi cargo, no puedes irte por ahí sin siquiera avisar, joder.

-No eres mi padre- de repente está muy seria-. Puedo hacer lo que quiera, soy mayorcita.

-Ya veo cómo controlas, eh- le reprocho mientras la señalo-. Mírate, estás bebida.

-Y drogada- añade Alonso, que parecía dormitar-. Pero ella no sabía que había droga en la cachimba, no la regañes por eso.

No pego a mi amigo porque está mal pegarle a alguien en un estado en el que no se puede defender. Lou pretende ocupar el hueco que queda en el sofá, pero la sujeto por el brazo.

En el fondo del mar (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora