5. Rodri

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Intento volver a conciliar el sueño, pero es imposible. Antes me ha despertado el ruido del microondas, que al estar todo en silencio se escuchaba demasiado, y ahora está moviendo la cucharilla contra la taza sin parar.

Cuando dormía en casa de mis padres no era tan molesta, aunque solía huir esas noches para evitarla.

Ya no sé qué postura hacer para volver a dormir. Giro hacia la estantería donde he dejado todas las figuritas de papel que Louise ha hecho mientras no estaba en el piso.

No la he visto cuando he vuelto, pero pronto le dejaré claro que no quiero compartir espacio con alguien que me mira como si no supiera cómo hacer para matarme, menos con nuestros antecedentes personales.

Por fin deja de mover la estúpida cucharilla y suspiro, recuperando la calma que me ha quitado la chica que escucho entrar en su habitación.

Es el primer día que está aquí y ya quiero meterla de nuevo en un tren de regreso a Madrid, pero sé de una chica muy habladora y dramática que me haría pedacitos por haber ayudado a su mejor amiga y rendirme el primer día.

Joder, lo que hay que hacer por las hermanas...

Vuelvo a girar, quedando boca abajo, una mano debajo de la almohada, la otra sobre esta, una pierna estirada y la otra doblada. Nunca falla, es la comodidad en estado puro.

Pienso en cosas bonitas: tortugas recién salidas de los huevos, los arrecifes de coral, ir en barco en aguas cristalinas... decapitar a Lou, que acaba de encender la maldita televisión.

Salgo de la habitación con cara de pocos amigos, dispuesto a cogerla y meterla en su habitación a la fuerza, solo quiero dormir. Pero cuando abro la puerta escucho ligeros sollozos, apenas los podría escuchar si la ciudad bajo nosotros no estuviera en silencio.

Lou no se ha dado cuenta de que he salido de mi habitación. Está en el sofá, en mi parte, que es donde la televisión no se refleja en ningún momento del día, abraza sus piernas y suelta ligeros suspiros de animalillo asustado.

Es como si me hubiera caído un cubo de agua fría encima. Ya no quiero matarla, ni encerrarla, quiero saber si llora por mi culpa.

Nunca he sido bueno con ella, pero siempre tenía en quién apoyarse. Quizá estar conmigo en un lugar totalmente nuevo para ella sea demasiado.

Ahora me siento un poco culpable, pero no se lo voy a demostrar.

-Se puede saber qué haces despierta a las tres de la mañana- me acerco a ella fingiendo enfado.

Despeino mis rizos con los dedos, seguro que tenía la mitad del pelo aplastado por la almohada, y me siento en el que se supone que es su sitio del sofá, sintiendo la fría tela contra mi espalda desnuda.

Limpia sus mejillas rápido, sorbe por la nariz y se gira hacia mí. Da igual que limpie el rastro de las lágrimas, estas se han acumulado en sus ojos chocolate.

-Nada, solo veía una película- señala la pantalla donde apenas acaba de empezar una película en lo que parece Disney+, supongo que será su cuenta.

-¿A estas horas?

-No tengo sueño- deja de abrazar sus piernas y se sienta normal.

Joder.

Lleva un pijama de seda estampado con corazones, de tirantes. Se ciñe tanto a su cuerpo que se marcan sus pezones. Aunque fijándome más tienen algo extraño. Intento enfocar un poco más a pesar de la oscuridad.

-Agradecería que dejes de mirarme los pechos sin ningún tipo de vergüenza, la verdad- se cruza de brazos, pero al apretarlos contra sí se queja un poco.

En el fondo del mar (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora