10. Rodri

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Se ha notado bastante que he intentado cambiar con Lou. Estos días, cuando me estaba ignorando, han sido el mayor reto de mi vida.

Hablar solo, intentando que la zanahoria me conteste en algún momento.

Ya me estaba empezando a cansar cuando ayer por fin me contestó. Si no lo hubiera hecho, habría mandado a la mierda mi curiosidad, las amenazas de Alonso y me habría comprado tapones para los oídos para no escucharla llorar por las noches.

Creo que ella piensa que he cambiado, y espero que no descubra que lo hago por interés. Necesito saber más sobre lo que ha pasado en Madrid, el por qué de sus llantos atronadores. Rosa no me va a contar nada, es la mejor amiga de Lou y nosotros no tenemos la mejor relación del mundo.

Alonso no me dice nada más allá de que Lou debe estar destrozada, mucho más de lo que aparenta, y que no deja que nadie la apoye con dicho asunto o siquiera la consuele cuando llora.

Cuando le rompen la confianza a alguien, nunca vuelve a su estado natural. Ella se ha escondido detrás de una pintura feliz, ocultando lo que ahora mismo es ella de verdad.

A veces no puedo evitar mirarla, intentar verla de verdad, no soy capaz. Siempre había pensado que su vida era perfecta solo porque tenía dinero, podía permitirse cualquier capricho y tenía una casa tan grande como el barrio donde viven mis padres. Pero nunca se sabe lo que pasa dentro de uno mismo.

-Lou- llama Alonso-, ¿puedes atender esta mesa?

-¿Yo, por qué?- dice la pelirroja saliendo del local, cargada con el gran paquete de servilletas que le he pedido para reponerlas en los servilleteros.

-Son franceses- se acerca a la barra, suplicando con la mirada que no lo obligue a sacar sus escasos dotes del habla francesa.

-Voy- suspira Lou a mi lado, dejando las servilletas y cambiándolas por una bandeja y la libretas de comandas que ya había dejado en su sitio.

Estábamos cerrando cuando llegó el matrimonio de franceses. Cuando Alonso estaba a punto de decirles que estaba cerrado, el señor D'Angelo les ha dicho que tomen asiento, aunque creo que ellos solo han interpretado sus gestos.

Ahora Lou habla con ellos, con un increíble dominio de su lengua materna. Pero ahora no se la ve feliz, ni llena de energía como hace un rato. Estará ya cansada. Se nos ha hecho tarde y ya está casi preparado todo para que abra como club nocturno.

La pelirroja va y viene, cumpliendo las exigencias de sus últimos clientes de hoy mientras yo, tranquilamente, pongo las servilletas en su sitio.

-No vas nada mal con ella- dice Alonso, que se ha servido una cerveza y está sentado en el taburete frente a mí.

-¿Qué dices?

-Que estás hablando con ella, la tratas medianamente bien e incluso la has traído hoy en moto.

-Porque me has amenazado con ponerme serpientes en la cama, quizá es por eso- digo de forma irónica.

-Pero aún así podrías no tomarme en serio y seguir como antes- se encoge de hombros y da un largo trago a la cerveza.

-Te conozco, sé que tienes contactos suficientes como para llenar mi habitación de serpientes de todo tipo, no quiero arriesgarme- lleno el último servilletero y empiezo a secar los vasos con un paño.

-En eso no te equivocas, pero sigo pensando que hay otro motivo por el que lo estás haciendo.

Lo miro, intentando disimular que me ha pillado. No quiero darle explicaciones de esa parte, no aún.

En el fondo del mar (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora