11. Lou

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Entro al piso hecha una furia. He pasado del llanto a la ira en menos de cinco minutos. Estoy enfadada con todo y con todos. Con Paulo por haber hecho esos comentarios tan asquerosos que me han hecho sentir pánico, miedo de verme sola con él.

También estoy enfadada con Rodrigo, por hacerme pensar que le importo lo más mínimo después de haberme defendido.

Me he dado cuenta de que a veces no es tan capullo como quiere aparentar, es más, creo que nunca ha sido un capullo, solo se ha acostumbrado a serlo y ya ni siquiera recuerda que debajo de esa gilipollez hay un buen chico.

-¿Estás mejor?- me pregunta cuando me trae una tila y se sienta a mi lado en el sofá.

-Sí, gracias- le doy un sorbo al asqueroso mejunje con tal de que me relaje un poco. Si normalmente no soy capaz de pegar ojo, hoy ni siquiera dormiré un poco.

-No te preocupes, Alonso y yo estaremos a tu lado si ese cerdo intenta tocarte aunque sea un pelo- aparta un mechón de mi pelo, para sujetarlo detrás de mi oreja antes de limpiar el rastro de una lágrima que cae de nuevo.

-No podéis estar siempre conmigo.

-Cuando no pueda uno, estará el otro. Tú ahora no pienses en eso, relájate un poco- me sugiere.

-Dudo poder hacerlo- me centro en el líquido que sigue conteniendo la taza de tortugas que tengo entre las manos. Si miro a Rodrigo, volveré a ver ese sentimiento que me pone los pelos de punta. La compasión.

-Alonso no tardará en venir, seguro que él consigue sacarte una sonrisa- me intenta animar-. Yo ni soy tu amigo ni sé consolar a la gente.

Tenía que cagarla. No sería Rodrigo si no lo hiciera, incluso sin la intención de hacerlo.

Me levanto, para ir a la cocina y dejar la taza en la encimera. SI vuelvo a beber vomito. Es asqueroso, en mi opinión.

-¿Pasa algo?

-No, solo quiero estar un rato en silencio- lo miro, desde aquí no puedo verle compadecerse de mí-, por favor.

-Claro, si es lo que quieres...

Empiezo a moverme de un lado a otro, haciendo cosas sin sentido con tal de mantener tanto mis manos como mi mente ocupadas. Limpio la taza en el fregadero, la seco y la coloco donde supongo que estaba, abro y cierro la nevera esperando encontrar algo diferente a lo que había hace cinco segundos.

Rodrigo se acerca, observando mis movimientos de cerca. Sospecho que con miedo de que rompa algo.

-No te voy a romper el frigo, tranquilo- digo, de forma muy grosera, mientras lo abro de nuevo y saco un zumo de naranja.

-Me da igual eso, la verdad- aclara, cruzándose de brazos.

-Entonces, ¿por qué estás ahí, mirándome?

-Porque quiero saber qué cojones te pasa y por qué de repente te has alejado de mí, sin motivo aparente.

-¿Desde cuándo te interesa lo que me pase?- me apoyo en la encimera, dándole la espalda.

-Desde que te has mudado a mi casa y estás a mi cargo- suena sereno, paciente. Creo que tiene fiebre, otra vez.

-Deja de hablar de mí como si fuese una cría de la que tienes que cuidar. Ya soy lo suficientemente adulta para saber lo que hago.

-No digo que no lo seas, simplemente me preocupo por lo que te pasa. No duermes. Nunca hablas de nada anterior a venir aquí, al menos no conmigo. No entiendo lo que pasa y tengo pánico a preguntarte, sabiendo que no me vas a contestar- se acerca, poco a poco, al igual que va subiendo el tono de voz y perdiendo la paciencia.

En el fondo del mar (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora