17. Lou

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Tengo tres llamadas perdidas de Alonso y un par de mensajes que ni siquiera me molesto en abrir.

Lo quiero muchísimo, pero se ha metido de lleno en el único tema en el que no cedo y necesito paz, que es lo que vine a buscar aquí.

Cuando desperté y supe que se lo había contado fue un pequeño alivio, pero ahora siento que fue un gran error.

Nadie debía saberlo.

-Ahora vengo, haz mientras las palomitas- dice Rodrigo, irrumpiendo en mi habitación. Por suerte ya estoy vestida.

-¿Ya te has duchado?- me giro para fijarme en su pelo, que está perfectamente rizado. Me pregunto cómo se lo definirá.

-Sí, pero yo no tardo media hora como tú- sonríe y se apoya con el hombro en el marco de la puerta.

-Tengo el pelo mucho más largo que tú- intento justificarme, apuntándole con el peine lleno de pelos, antes de que entrase me estaba cepillando el pelo.

-Y yo lo tengo rizado, lo que significa que tengo que emplear el tiempo que tú malgastas en definirlos para no parecer una fregona vieja.

-Ah, ¿que tú alguna vez no pareces una fregona vieja?- bromeo, sacándole una gran sonrisa que le robaría el aliento a cualquiera.

Se acerca para quitarme el peine con el que seguía apuntándole y dirigirlo a mi pelo. Al principio pienso que va a comprobar que está bien desenredado, pero después siento un fuerte tirón y un nuevo peso en mi cabeza.

Mientras se aleja, palpo mi cabeza buscando el peine, que ha enredado en alguna parte.

Idiota.

Salgo de mi habitación, buscándolo, pero escucho la puerta cerrarse antes de que pueda alcanzar siquiera a verlo.

Quito los enredos que ha creado en mi pelo y me hago una trenza para evitar futuros conflictos con el idiota de Rodrigo.

Voy a la cocina, con el móvil vibrando en el bolsillo lateral de mi pijama, y pongo las palomitas a calentar mientras saco algunos aperitivos más. Ninguno de ellos es mío, no compro este tipo de comida basura. Pero voy a tener que empezar a hacerlo si vamos a seguir viendo películas todas las noches.

Hasta ahora las ha elegido Rodrigo, por sorteo le ha tocado siempre. Si hoy también le toca, después de una semana entera, le voy a sacar cada maldito pelo de su gran cabeza hasta que me deje poner la película que yo quiera.

Antes de que termine el tiempo que deben estar las palomitas en el microondas, mi querido/odiado compañero de piso entra y deja una pesada bolsa en la encimera, justo al lado de donde estoy apoyada, esperando no oler a palomita quemada.

-Te queda bien el pelo recogido, pero así no puedo jugar contigo- sonríe y se acerca aún más, intentando tirar del final de la trenza.

-Mejor así- lo aparto y me alejo de él, acabando con su oportunidad de tirarme del pelo, algo que lleva haciendo desde que hemos vuelto esta tarde.

En cuanto el microondas pita, señal de que ha acabado, saco la bolsa de papel donde siguen saltando algunas palomitas y la llevo al salón, donde hay un plato preparado para ponerlas encima y no manchar la mesa del aceite que sueltan.

-Hay que hacer el sorteo.

Suelta varias botellas de diferentes refrescos junto al cactus que adorna la mesa. Yo lo puse ahí.

Saca de nuevo una moneda de su pantalón y, como siempre, elige cruz.

-Esta vez yo elijo cruz.

-Yo siempre elijo cruz, y ahora también lo voy a hacer.

En el fondo del mar (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora