Capítulo 19: Rescatando a las princesas latinas.

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Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.


La Nueva Luz del Olimpo.

Y allí estaba ella. — ¡Bienvenida amor mío! —nos dijo una bella chica que sostenía un sujetapapeles. Parecía una azafata: traje azul marino, maquillaje impecable y cabello recogido en una cola de caballo. Arrojó el sujetapapeles y se lanzó a mis brazos en cuanto pisamos el muelle. Su sonrisa deslumbrante, me llenó el alma de un calor que experimenté, junto a las chicas. — ¡Oh, gracias al olimpo que vinieron! —dijo Hylla, abrazándome con fuerza.

—Belona nos manda por ustedes —dije yo rápidamente, Hylla bajó su mirada y vio mi tatuaje del Júpiter, cosa que la sorprendió y subió la mirada, con incredulidad —Tu madre nos dio estos. Trae a tu hermana y tu jaguar, todas sus cosas. Dejen que yo me encargue de ella —Hylla asintió, antes de besarme en los labios y partir corriendo, en busca de Reyna.

Vimos toda clase de animales domesticados. Una tortuga de mar dormitaba sobre un montón de toallas. Las clientas del balneario —sólo mujeres jóvenes, por lo que iba viendo— ganduleaban tiradas en tumbonas, tomando combinados de fruta o leyendo revistas, mientras se les secaban en la cara las mascarillas de hierbas y les hacían las uñas unas manicuras con uniforme blanco.

Al subir por una escalera hacia lo que parecía el edificio principal, oí a una mujer cantando. Su voz flotaba perezosamente como si estuviese entonando una nana. Cantaba en un idioma que no era griego clásico, pero sí igual de antiguo: lengua minoica tal vez, o algo parecido. Entendía más o menos de qué iba la canción: hablaba de la luz de la luna entre los olivos, de los colores del amanecer, y también de magia. De algo relacionado con la magia. Su voz parecía elevarme del suelo y transportarme hacia ella. Llegamos a una gran estancia cuya pared frontal era toda de cristal. La pared del fondo estaba cubierta de espejos, de modo que el lugar parecía extenderse hasta el infinito. Había una serie de muebles blancos de aspecto muy caro, y sobre una mesa situada en un rincón, una enorme jaula para mascotas. Parecía fuera de lugar allí, pero no me detuve a pensar en ello, porque justo en ese momento vi a la dama que había estado cantando... ¡Uau!

La mujer se volvió. Ella era más preciosa aún que su tapiz. Su largo cabello oscuro estaba trenzado con hilos de oro; tenía unos penetrantes ojos verdes y llevaba un vestido de seda negra con estampados que parecían moverse también. Eran sombras de animales en negro sobre negro, creo que ciervos corriendo por un bosque nocturno. —Bienvenidos a mi pequeño paraíso privado. —discretamente, Annabeth nos ofreció la cura que utilizó Odiseo, cuando estuvo en manos de esta perra. Mala decisión tener estas curas, tan cerca. — ¿Te gusta tejer, querida? —preguntó la mujer.

—Sí, señora —dijo Annabeth, metiéndose en la boca su hoja y nosotros la imitamos—. Mi madre es una muy buena tejedora. —No puedes ir por ahí explicando que tu mamá es Atenea, la diosa que inventó el telar.

—Tienes buen gusto, querida. Me alegra mucho que estés aquí. Me llamo C. C. —y nos sentamos con ella a comer, habiendo previamente, consumido la cura; asintiendo a sus peticiones.

—Dejemos de lado el teatro, Circe —dije ya enfadada por todo esto. Y le enseñamos el brazo, solo nosotros; los cuatro hijos del mar.

Sus ojos se abrieron. — ¡HIJOS DE NEPTUNO! —Chilló C.C, incrédula, saltando hacía atrás.

—Belona ordena la liberación inmediata de sus hijas: las hermanas Arellano. —dijo Luke, al ser uno de los mayores en el campamento y presentes en el lugar. Soy Luke, —Annabeth le pisó el pie, antes de que dijera algo más... como su apellido o la ubicación del Campamento Mestizo —hijo de Mercurio.

Ella nos miró asustada, dio un paso atrás y apretó los labios, solo por un instante. —Bien. —aparecieron ambas y una sonrisa, se instaló en su rostro —Oh, niñas, justo a tiempo: por favor, vayan por sus cosas, se irán con nuestros visitantes —ambas asintieron y fingieron hacerlo, mientras que nosotras nos dábamos media vuelta y mis hermanos traían las cosas de mis novias, mascullando el haberse convertido en mis sirvientes.

Nosotras retrocedimos, todavía apuntándole con las espadas, Annabeth arrojó a las cobayas, las vitaminas de Hermes. Sonreímos con malicia, provocándole que palideciera y corrimos lejos, directo hacía los barcos, en donde mi amigo Blackjack, ya les estaba dando unas de sus plumas. — ¡Hora de irnos, chicos!. Antes de que ella intente algo más.

— ¡Entendido, Capi! —dijo Anthony, mientras que Reyna se lanzaba sobre mí, para besarme con lengua, como agradecimiento por salvarlas.

—Gracias por sacarnos de allí, amor —dijo Reyna sonriente.

—De nada chicas —dije yo, sonriéndoles con todo el amor que tenía Hylla me agarró de la camiseta, para besarme de nuevo...

— ¡Penny! —nos interrumpió Clarisse, quien tenía un rostro confundido.

— ¿Sí, Clary? —le pregunté yo, ignorando conscientemente, el rostro frustrado de Hylla, por no poder robarme otro beso y el rostro más calmado de Thalía, quien estaba celosa de mi (otra) novia.

—Encontré estas espadas raras, en uno de los Camarotes —explicó ella con un gesto de extrañeza y curiosidad en su rostro, apareciendo con las espadas y mirándolas como si fueran Sables de Luz o espadas de extraterrestres. —Puedo usarlas, pero... no se sienten bien.

—Son Gladius, espadas romanas —explicamos Reyna y yo, al mismo tiempo. Nos miramos y sonreímos. Hylla y Reyna, le quitaron las espadas de las manos a Clarisse y practicaron entre ellas, con esas espadas.

—Perfectas —dijo Hylla satisfecha, balanceando la espada —estoy lista, para recuperar mi trono y humillar a Otrera II —su sonrisa creció.

— ¡¿OTRERA II?! —Chillamos Reyna y yo, mirándola con incredulidad y sin comprender nada.

Hylla asintió con calma y procedió a explicarse. —Nadie jamás vio su rostro. Derrotó a Cristal antes de que yo llegara y es una excelente y brutal guerrera. Desde que tomó el trono, a las Amazonas poco les faltaba, para ser clasificadas como esclavas y a ella como una tirana. Siempre lleva una máscara plateada y una corona de laureles de diamante sobre su cabeza, su cabello es gris y largo, así que usó su físico, para hacer que todos creyeran que ella ERA Otrera regresada desde la tumba. Es una... tirana, una dictadora, que hace a Hitler parecer un Hippie. —se arrepintió de sus palabras, ante las miradasde miedo de los presentes, les sonrió con calma, haciéndola parecer, aún másloca. —Si yo recuerdo todo, entonces significa que tendré a Kinzie de mi lado,pero... —su sonrisa se borró —Lulu y Doris, podrían estar ya del lado de Cristaly Otrera. A Cristal la usarán, para tener su favor y luego la apuñalarán por laespalda. —Subió a un Pegaso —Mantendré a Kinzie y aCristal de mi lado, derrotaremos a Otrera y voy a decapitarla, encarcelaré aLulu y Doris y todo estará bien. Voy a enviarte un mensaje Iris desnuda, paraque veas que estoy bien, Penny. —un grupo de Pegasos la siguió, hacía elcuartel de las Amazonas, mientras que un grupo de Pegasos, siguieron a Reyna,hacía el Campamento Júpiter.

La Nueva Luz del Olimpo (Percy Jackson x Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora