Capítulo 11: Un favor para Ares y continuamos nuestro camino.

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Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.

La Nueva Luz del Olimpo.

Diana, Jacob, Clarisse, Thalía y yo, Pasamos dos días en el tren desde Amtrak, dirigiéndonos hacia el oeste a través de las colinas, sobre ríos, pasando ondas de granos color ámbar.

Nuestro dinero de recompensa por devolver a Gladiola solo había sido suficiente para comprar los tickets hasta Denver. No pudimos conseguir plazas en los coches camas, así que dormimos en nuestros asientos. Mi cuello se puso rígido. Traté de no babear durmiendo ya que Clarisse estaba sentada junto a mí.

No fuimos atacados ni una vez, pero no me relajé. Sentí que estábamos viajando dentro de una vitrina, siendo observados por algo desde arriba y quizás desde abajo. Ese algo estaba esperando la oportunidad adecuada.

El resto del día lo pasé alternativamente paseándome por el tren (porque me costaba mucho quedarme quieto) o mirando por las ventanas.

Una vez, divisé una familia de centauros galopando a través de un campo de trigo, los arcos listos, y cazaban el almuerzo. El pequeño chico centauro, que tenía el tamaño de un poni de segundo grado, captó mi mirada y saludó. Miré a los otros pasajeros, pero nadie más lo había notado. Los pasajeros adultos todos tenían sus rostros enterrados en portátiles o revistas.

En otra ocasión, hacia el atardecer, vi algo grande moviéndose a través de los bosques. Podría haber jurado que era un león, excepto que los leones salvajes no viven en América, y esta cosa era del tamaño de un Hummer. Su pelaje dorado brillaba con la luz del atardecer. Se trataba del León de Nemea. Luego saltó entre los árboles y desapareció. — "Desearía poder enfrentarlo" —susurró Clarisse, con voz anhelante.

—No estuviste para mi tercer año, cuando llegaron los Di Ángelo —dije yo —quédate en el campamento y podríamos ir tras él, junto a Diana, Jacob y su madre —la besé en la mejilla, haciéndola sonrojarse.

El tren avanzaba hacia el oeste conforme caía la oscuridad.

La mañana siguiente, 14 de junio, siete días antes del solsticio, nuestro tren pasó por Denver. No habíamos comido desde esa noche en el vagón del restaurante, en algún lugar de Kansas. No habíamos tomado una ducha desde la Colina Mestiza, pero estoy segura que eso era obvio.

—Entonces, ¿Qué pasará ahora? —me preguntaron Thalía y Clarisse.

Pasamos de largo el monumento de San Luis, sin enfrentarnos a Equidna y Quimera. —llegaremos a Denver, nos encontraremos con tu padre (quien nos comprará unas hamburguesas), iremos a un parque temático abandonado, recuperaremos su escudo (y la bufanda de Afrodita, que tendré que devolverle, junto al Rayo Maestro), nos dará un transporte de zoológico, hasta las Vegas, donde descansaremos, por una hora, dentro del Hotel-Casino Lotus y seguiremos el viaje.

Vagamos por el centro por aproximadamente media hora yo guiaba al grupo. El aire era caliente y seco, lo que se sintió raro después de la humedad de St. Louis. En todas partes donde pasamos, las rocosas montañas parecían estar mirándome, como una ola a punto de estrellarse contra la ciudad.

—Aprovechando que estamos aquí, hagámosle un favor a mi suegro —dije bromista y guiñando el ojo.

Thalía y Clarisse se miraron, se sonrieron y me preguntaron. — ¿A cuál de todos? —yo solo los guie a todos, hasta el lugar; para cuando llegamos al parque. Juzgando por el cartel que alguna vez se llamó WATERLAND, pero algunas de las letras fueron destruidas con el tiempo, y se leía WAT R A D.

—Fue tu padre, mi querida Amazona, quien se ha dejado aquí el escudo y la bufanda de su amante —les expliqué yo. Ahora, mi amada Amazona, ¿tendría la amabilidad, de deshacerse de este insulso candado?

La Nueva Luz del Olimpo (Percy Jackson x Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora