53- El impostor

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Sus ojos dorados, contemplaron la sangre brotar de los cadáveres desparramados en la nieve, al bajar desasosegado del Jeep. Montículos de soldados, de ambos bandos, se encontraban aglutinados en distintas áreas del palacio.

La tormenta había cesado, el panorama blanquecino se dispersó por completo. El cielo se tornó oscuro, avecinando la noche.

Jean Pierre caminó sobre el pórtico ensangrentado, atravesando la puerta entreabierta seguido por André.

Soldados aún en pie, auxiliaban a los heridos, otros instauraban estrategias de contraataque y el resto se preparaba para el batallón.

Cada ejército lo simbolizaba una tonalidad específica, según a la familia que servían. Los Petrova portaban una armadura roja, los Salvatore un arnés negro, los Lancaster vestían con coraza cobriza, los Grey con montura plateada y los Sonobe figuraban el dorado en sus carcasas.

_ Amo Sonobe, el ejército rojo y negro nos traicionaron. _ Informó Damien en muletas y con heridas severas en todo su cuerpo. _ El ejército rojo atacó primero, no eran más que una distracción. La mayor parte de los hombres Petrova cayeron. Se estaban sacrificando. _ reviviendo el suceso, prosiguió. _ La verdadera jugada acontecía dentro del palacio. Mientras el ejército rojo se ubicaba en puntos estratégicos, circundando la mansiòn por fuera, los soldados negros ingresaban sigilosamente, diezmando el interior. Pensamos que habíamos ganado, hasta que docenas de soldados de ambos ejércitos emergieron de las ràfagas blanquecinas, emboscándonos. _ bajando la cabeza con resignación, colocó la boina en su pecho.

_ Adeline... _ pronunció con dolor, sellando sus ojos dorados. _ Mi Adeline... _ revolviendo su cabello negro azabache, lo miró frenético. _ ¡Su prioridad era ella! Debían protegerla a costa de sus vidas. _ vociferó, tensando la mandíbula.

_ Amo... hicimos todo lo que pudimos. _ musitó Damien con la cabeza gacha.

_ No es cierto, siguen de pie. _ observó con furor a cada soldado presente en la estancia.

_ Fue Bastian. _ los ojos marrones de Darius reflejaban culpabilidad. _ Ella estaba conmigo, quería cuidarla. Solo fueron unos instantes y Bastian ya la apuntaba con el arma. _ su brazo vendado con vestigios de sangre era rasguñado por este al resurgir en su mente la imagen de ella. _ Forcejeando con él logré herirlo... deslicè el arma a sus pies, pero ella no pudo disparar. Ella solo se dejó ir, se aventó por la ventana. _ sus dientes castañearon al contener las lágrimas que brotaban de sus ojos marrones.

Jean Pierre avanzó con reticencia hacia Darius, lo sujetó firmemente por el cuello y clavò sus gélidos ojos dorados en la mirada inefable del joven.

_ ¡¿En qué aposento fue?!. _ indagó desasosegado, zarandeando su figura.

_ La biblioteca. _ susurrò con la mirada perdida.

El segundo hermano, sabía que el ventanal de la biblioteca dejaba a la vista el panorama de la opulenta piscina con jacuzzi. Detrás de aquel ostentoso paisaje se encontraba el bosque conífero, al que solo se llegaba a través del laberinto de cipres.

_ Adeline sabía sobre la ubicación de la piscina. Debió de usarla como amortiguador. _ sellando sus ojos dorados prosiguió. _ El impacto contra el hielo, debió de ocasionarle heridas severas. _ expresó con preocupación situando nuevamente su mirada en Darius.

Damien intervino al percatarse de la fuerza que ejercía Jean Pierre sobre el cuello de Darius. La guardia cobriza, dirigida por Lancaster, enlistaron sus armas avecinando una lucha entre los guardias dorados. Estos últimos se colocaron en posición de defensa para resguardar a Jean Pierre de los soldados cobrizos que optaron por la ofensiva, con el objetivo de que su líder fuera liberado.

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