55- Tick Tack

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En la mansión Sonobe, el hermano del medio, contemplaba el reloj de madera que descansaba sobre la mesa de noche de su aposento.

Se hallaba encorvado, sentado a un costado del colchón, portando unos pantalones de vestir negros y zapatos de cuero del mismo color.

Su espalda tonificada y desnuda, dejaba a la vista cada una de las cicatrices que la recubría, todas amontonadas, encapotadas entre sí. Algunas por azotes de látigo, que de vez en cuando, su padre le infligía por desobediencia. No obstante, gran parte de estas, habían sido quemaduras de cigarro, que su madre propinaba, como si se tratara de un cenicero.

Aquellos ojos de oro evocaron a su yo infante encadenado a uno de los escritorios de la biblioteca. Su cuello adherido a una gargantilla metálica, sujetaba las demás cadenas que lo sometían.

El pequeño Jean Pierre, se restregaba con dolor a causa de un enorme cardenal provocado por la fricción del collar en su cuello. Aun cuando el dolor se volvía insoportable, no se atrevía a llorar, no podía, dejó de saber como era, después de haber llorado a mares en aquella incipiente soledad.

Su castigo se debía, a que el pequeño Gianluca anhelaba jugar junto a su hermano en navidad y como al hermano mayor, se le tenía prohibido rotundamente retozar, ideó un plan para la liberación inmediata de Jean Pierre.

El menor de los Sonobe, aún no comprendía el porqué mantenían aprisionado y aislado a su hermano. Las respuestas que obtenía al entrevistar a cada fámulo de la mansión, consistían en su comportamiento errático, que probablemente podría tratarse de autismo o cualquier enfermedad mental que le impedía a Jean Pierre salir de esa prisión impuesta por sus padres.

Pero, el pequeño Gianluca, no se dejaba manipular por las conjeturas que los sirvientes difamaban acerca de su hermano.

Aunque le privaron el derecho de tener contacto con él, Gianluca rompía la regla. Había hecho un agujero en la pared con el propósito de trasladar comida y juguetes. Luego requería preocupado consejos de como arreglarlo rascándose la nuca y siempre Jean Pierre respondía sagaz a sus dudas. Gianluca en vez de pensar que su hermano tuviese alguna dificultad mental, especulaba que más bien se trataba de un genio que sería llevado al gobierno si descubrían sus capacidades superdotadas.

El pequeño Gianluca, al enterarse del infierno en el que vivía su hermano todas las noches, lo rescató. No obstante, no llegaron a las afueras de la mansión cuando un puñado de guardas que respondían al nombre de sus padres los aprisionaron.

Ambos niños lloraban y se restregaban contra el suelo debido a la fuerza bruta ejercida sobre sus espaldas.

_ Llévense solo a Jean Pierre, al menor todavía no. _ demandó uno de los guardias que seguía órdenes específicas de sus amos.

_ ¡No!. Fue mi culpa, yo solo quería que jugáramos. No se lo lleven. _ suplicaba el pequeño Gianluca llorando.

Jean Pierre no se resistió cuando fue sujetado de los costados por dos de los sujetos, solo miró a su hermano con una sonrisa ladeada.

_ Pronto saldremos a jugar. _ musitó sellando sus ojos dorados para seguidamente ser arrastrado por el jardín. Escuchando los angustiosos gritos de Gianluca arrodillado ante los guardias.

Las imponentes rejas de hierro se abrieron, recibiendo una limosina gris. De la cual descendió el hijo mayor de los Sonobe.

Presuroso abrazó al pequeño Gianluca exigiendo a los guardias una explicación del suceso.

Ninguno tuvo que responder al interrogatorio de Jean Paul cuando bramidos desgarradores atravesaron la mansión.

_ Es hora. _ avisó el hombre con traje a los otros.

Los SonobeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora