Aquellos gélidos ojos grisáceos contemplaban las sombras que se adentraban al ventanal con temor. Como si la sombra proyectada por el roble fuera a tirar de sus pies y sumergirla nuevamente al abismo del que hace varios años se esmeraba por escapar.
Adeline retrocedió tambaleante, temerosa por el monstruo que su imaginación había creado. Las frondosas ramas asemejaban filosas garras que amenazaban en capturarla. Se sentía atrapada, asfixiada, le habían arrebatado la máscara que portaba.
_ No lo entiendes, no tenía opción. _ musitó, escuchando su propio latir feroz.
_ ¿No tenías opción?. _ preguntó incrédulo sonriendo. _ Siempre hay opciones Adeline, tú escoges que camino tomar. Eres esto, una joven que consume medicamento como si fueran dulces porque no puede lidiar con lo que realmente es. _ acercándose a ella, zarandeó sus hombros. _ ¡Dilo! ¡Quién eres!.
_ ¡Soy un monstruo!. _ Vociferó derrumbándose en la alfombra, rompiendo en llanto.
Castiel se hincó ante ella, apartando con delicadeza un mechón rubio de su rostro.
_ Somos semejantes, unidos por el mismo propósito. _ limpiando sus lágrimas, prosiguió. _ Solo... duele, duele que ya no me recuerdes.
La joven levantó la mirada del suelo, observando meticulosa aquellos ojos con heterocromía.
Como si se tratara de un candado que él abrió, recreó a Castiel de niño. Un infante con el cabello oscuro despeinado, vestido con andrajos, con su tez blanca sucia y con esos ojos tan fascinantes, uno de tonalidad verde claro y el otro de color dorado.
Separándose repentinamente de él, negó con la cabeza estupefacta.
_ Mi país natal es Noruega al igual que el tuyo. Un dato que el presentador supo de mí en la noche del baile. Ansiaba recordarte quién eras realmente. _ mirándola con dolor, desvió la mirada. _ En un viaje de negocios en Noruega, Kalem Sonobe conoció a mi madre. Ella trabajaba como mucama en el hotel en el que se hospedó él esa noche. _ apretando los puños, la miró. _ Se acostaron y tiempo después nací yo. Por obvias razones, la noticia no fue del todo la alegría de mi querido padre pero como podrás ver, para él, lo primordial consistía en mantener a su enemigo más cerca. Se llevó consigo a mi madre y a mí, directo a Francia, para luego simplemente ser desterrados como basura unos años más tarde.
_ Tú eras ese niño. _ repetía ella escéptica.
_ Sí Adeline, para la época que regresé era unos cuántos años mayor que tú, sin embargo, a pesar de ser tan solo una niña, me defendiste de mis opresores. _ Sonriendo con ternura, la miró con devoción.
La mente de Adeline, por querer salvarla de los traumas acontecidos, bloqueó de su memoria, todos los recuerdos de su pasado. No obstante, siempre se desbloqueaban algunos, cuando se sumergía en la embriagadora melodía del violín, mientras dormía ahogándose en pesadillas o cuando no consumía los ansiolíticos. Pero, eran fragmentos de una vida que trataba de olvidar.
Desde que llegó a Francia, conservó su nombre y apellidos, no su nacionalidad. Culpó al lugar, su mente asociaba su país natal como una atadura a su pasado. Solo tenía que ser una nueva Adeline Strange, viviendo en Inglaterra. Sin embargo, la versión que ella había creado de sí misma, no importaba en lo absoluto, no cuando la verdadera razón de su llegada a Francia fue en busca de venganza.
Adeline empezó a recordar, el aposento fue reemplazo por su hogar. Una casa pequeña de madera con dos habitaciones ubicada en la ciudad de Tonsberg, Noruega. La sala, era su parte favorita de la casa, su padre solìa leerle los libros de Julio Verne por las noches junto a la chimenea, en tanto su madre hacìa deliciosos platillos caseros en la cocina.
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Los Sonobe
Ficção AdolescenteEra embriagante... El modo en que ella tocaba el violín. Simplemente extasiaba al público por las encantadoras melodías que denotaba al hacerlo, provocando en ellos sensaciones completas de deleite y asombro. Siendo para los hermanos Sonobe igual de...