20- El orfanato The Aldrich

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En las imponentes puertas de plata que daban paso al eminente hospicio de la ciudad de Sheffield se encontraba grabado un epígrafe con letra en cursiva que despertó la curiosidad de Adeline, dado a que la edificación se apellidaba Aldrich a pesar que los propietarios del sitio eran los Sonobe.

_ Bienvenida. _ Anunció, situando sus ojos avellana en el arcaica estructura labrada en piedra.

_ ¿Por qué Aldrich? ¿Y no Sonobe?. _ Frunció el ceño curiosa, observando detenidamente las esfinges con forma de gárgola que se hallaban a los costados del edificio.

_ La Srta. Aldrich falleció tras rescatar a un puñado de huérfanos en un incendio. Por lo que mi familia decidió conservar el apellido de la mujer. _ Acomodando su saco color vino, añadió. _ A menudo las personas recuerdan los actos heroicos pero olvidan a los héroes, así que yo se lo recuerdo al mundo con el grabado de su apellido en este orfanato. _ Desviando su mirada de ella, avanzó con paso determinante en dirección a la entrada del lugar. Por donde se adentró en compañía de Adeline. Quien sonrió jubilosa con tan solo ver a los pequeños correteándose entre sí por el salón de eventos.

_ Fueron voluntarios para ayudar con los preparativos de la obra de caridad, aunque no creo que estén haciendo mucho. _ Con su dedo señaló a los infantes que no hacían más que jugar con los decorados que estaban amontonados en las anchas cajas de cartón que fueron traídas por el personal que contrató Jean Paul.

Adeline contemplaba minuciosamente el interior del hospicio en tanto se desplazaba por los extensos pasillos adoquinados.

Hasta que sus ojos grisáceos fueron posados en alguien cuya presencia no podía pasar desapercibida. El menor de los hermanos Sonobe se encontraba discutiendo con un niño de diez años sobre porqué era mejor su opción de atavío que la que el pequeño proponía. Mientras que Eydrian expectante, alternaba la vista cada vez que alguno abría la boca para refutar.

_ Mira niño no me hagas enojar, ya te lo he repetido como mil veces. El diseño que seleccioné es más sobrio y elegante, en cambio el tuyo es... _ Encogiendo sus ojos esmeraldas, miró la decoración que escogió el niño para después proseguir con su argumento. _ MUY amarillo. _ Gesticuló con sus dedos en un intento de hacer entrar en razón al colocho que arrugaba el entrecejo molesto ante las repetidas palabras de Gianluca.

_ No sé que me asombra más, ver cómo Eydrian piensa que esto es entretenido o ver cómo tú discutes con un niño. De igual modo pienso que ustedes dos son un par de ineptos que no hacen nada más que perder el tiempo.

_ ¿Qué soy un qué?... _ Exclamó Gianluca con furor por la ofensa de Jean Paul, pero al girarse sus ojos esmeraldas se situaron en aquellos ojos de tormenta que lo volvían loco. Lo cual incitó que con tan solo una mirada de ella se emblandecieran sus músculos tensos tras el comentario de su hermano que le causó indignación y que ignoró por haberse sumido en la esencia de Adeline.

_ Adeline Strange, te dije que nos volveríamos a encontrar. _ Avanzó hacia ella con una sonrisa juguetona que no podía pasar de inadvertida en sus labios.

_ Vaya suerte la mía. _ Rodó sus ojos con una sonrisa. Permitiendo que él la estrujara en un cálido abrazo.

Un sonoro carraspeo repleto de molestia fue articulado por el mayor de los Sonobe, quien sujetó la chaqueta de mezclilla de Gianluca para alejarlo de Adeline y llevárselo por un extenso pasadizo en donde lo estampó contra la pared.

_ ¿Qué haces aquí Gianluca?. _ Gritó, acorralando con las manos el cuello de su hermano.

_ Decidí venir un día antes del día que debía de llegar, eso es todo. _ Ladeando una sonrisa, lo miró de modo retador.

Los SonobeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora