DESPERTARES

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-Despierta, León. Despierta.

La voz sonaba lejana. Me sentía aturdido, como si estuviera pasando por una gran resaca. Estuve un buen rato sin poder abrir los ojos. Hacía un gran esfuerzo, pero no conseguía separar los párpados. Intento recordar dónde estoy. No lo sé. Escucho nuevamente la voz, que ahora puedo sentir dulce y relajante.

-Despierta. No tenemos mucho tiempo.

¿Cuánto llevaba así? ¿Dónde estoy? Me preguntaba sin remedio. Incluso apareció la pregunta: "¿quién soy?". Estoy consciente, pero no recuerdo nada. Por fin abrí los ojos, que tardaron en acostumbrarse a la luz. Me pesaban como si hubieran estado cerrados durante mucho tiempo. Estaba desnudo, acurrucado en un rincón de una habitación amplia, blanca y vacía. ¿De dónde proviene la voz, entonces?

-Despierta, León -volvió a sonar la voz, que daba la sensación de surgir de entre las paredes níveas-.


Probablemente es una voz de mi interior. De pronto, me di cuenta de que no me podía mover. Estaba atrapado en una camisa de fuerza transparente. Entonces comprendí mi situación, o al menos es lo que creí en aquél instante. Estaba en un manicomio. Pero no sabía cómo había llegado hasta allí.

-¿León, me estás escuchando? -increpó esta vez la voz, perdiendo su tono dulce por uno exasperado-.

La cabeza me iba a estallar.

-¡Sí, joder! ¿Qué quieres? O es ¿qué quiero? (...si soy yo mismo el que me hablo)

Como cabía la posibilidad de que fuera yo mismo, puesto que estaba loco, muy bien podía ser que hablara conmigo mismo. Decidí llevarme la corriente.

-Vamos, soy tu padre. ¿No me reconoces?

¿Mi padre? ¡Odio a mi padre! Sin duda es una subcategoría del complejo de Edipo, la influencia de algún trauma originado por el progenitor, el héroe de la niñez, y que se muestra en forma de padre.

-¡Yo no tengo padre! -cambié de táctica. No iba a dar la razón a nadie que se crea mi padre. Por ahí no pasaba, aunque sea yo mismo-.

-No voy a discutir contigo. Sólo quiero advertirte del peligro que corres en estas Dependencias del Estado.

-No sabía que a los manicomios se les llamara Dependencias del Estado -dije con sarcasmo, de la misma forma que hubiera respondido a mi padre-.

-¿Por qué siempre utilizas ese tono conmigo?

A veces el subconsciente es más poderoso que la absurdidad de los sueños y supera la realidad. Pero daba igual, le seguiría el juego onírico.

-Te encuentras el en Centro de Información de los Controladores de Mentes -dijo la voz presurosamente- ¡Pronto vendrán a interrogarte, no lo entiendes!


-¿Interrogarme sobre qué? -simplemente era ridículo que yo mismo me avisara sobre un interrogatorio-.

-¡Sobre mí! -sonó como si él fuera el centro de Universo, el Big Bang, como si todo rondara alrededor de su figura (que seguía sin ver). Estar encerrado entre voces egocéntricas es realmente patético.

-¿Quién eres tú? -pues yo también me creo el centro del Mundo-.

-¡Por dios, soy tu padre! -machacó-.

Por dios, o el síndrome de Zeus, o la creencia de que uno está por encima de Demonio, el Mundo y la Carne. El síndrome de la filosofía maléfica medieval. Sorprendente. ¿Dónde habré aprendido esas cosas?

K.I.B.U.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora