LA ENTREVISTA

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-Buenos días, León -sonó una voz suave de hombre-.

¿Cuanto tiempo habría dormido? ¿Me habrían interrogado ya? No lo creo. Me hubieran eliminado con K.I.B.U. Me estoy involucrando en la historia cada vez más, aunque yo no quiera. Cuando algo es inevitable, lo mejor es no resistirse a tal hecho, es más, hay que tomar una determinación en cuanto al asunto.

-Buenos días, León. Sé que me estás escuchando -volvió la voz suave-.

Entonces, abrí los ojos. Era un controlador.

-Señor...-dejé en el aire como introducción-.

Me hallaba solo en una habitación más grande que la mía, también blanca. Busco un altavoz que me haga suponer que me hablan del exterior para descartar que sea yo el que me haga el interrogatorio. No debo caer en el autointerrogatorio, sería la estupidez de la estupidez.

-León, no se preocupe. Le hablo desde el interior, pero no soy usted. ¿Le molesta o le recuerda algo?

-No me ha dicho su nombre, señor...-intenté ganar tiempo-.

-Llámeme Fausto, por favor, sin hielo -su voz estaba trabajaba, aunque no se notaba, con una entonación y un tono de ondulación casi perfectos, sin alteraciones que pudieran romper el ritmo de la hipnosis a la que me estaba sometiendo-.


-¿Dónde está el doctor Lamar? -pregunté como si no supiera lo que le había pasado-.

-¿Cómo sabe que no está? -entonó de forma suspicaz-.

-¡No me tome por panoli! -me alteré un poco, pero aún no había perdido los nervios-. Es usted un controlador.

-Por favor, tutéame.

-¡Déjese de tutes!

-Digamos que el doctor Lamar ha sido sustituido por vacaciones. Ya sabe, el verano, las chicas guapas con poca ropa, la playa, el alcohol...

Iba a interrumpir, pero no me dejó, sólo quería escucharse a sí mismo haciendo estragos lingüísticos.

-...Se tomó muchas molestias en controlar las voces que le perturban desde que llegó a estas dependencias -se mantenía frío, sereno, inmutable-.

-¡A mí no me perturban ningún tipo de voz! ¡SON UNOS ASESINOS!

-Relájese, por favor -dijo-.

Y como si fuera un orden, respiro profundamente. Es una orden que no puedo evitar. Su voz y sus palabras son potentes. Pero consigo calmarme sin darme cuenta. Me autoventilo por una fuerza superior.

-El doctor Lamar no era una persona decente. Fue contratado para todo lo contrario de lo que hizo. Alguien se encargó de untarle con una crema.

-¿También hay K.I.B.U. en crema? -me sorprendí: yo creía que era un spray-.

Fausto se rió. Al menos tenía sentido del humor.

-¿Dónde se encuentra? ¿Me gustaría verle en persona? ¿Nadie le ha dicho que tiene una voz muy femenina para ser un hombre? -aproveché el intervalo de la risa-.


-Han sido muchos años de trabajo. Por lo demás, no se preocupe, me oculto por seguridad.

- ¿No me dirá que me tiene miedo? -le reproché-. ¿No será usted marica?

-¡Deje de hacer preguntas!

Pero no. Me mantuve impertérrito.

-¡Eso es, verdad, tiene miedo! -afirmé con rotundidad-.

K.I.B.U.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora