Las huellas que conducían a aquella casa aún eran claras a través de la arena. Tenía que estar allí, sin duda. Golpeé con fuerza la aldaba de la casa. Era extraña, o clásica , no sé, pero chocaba con todo. La casa se tambaleaba a cada golpe. ¿Quién podría vivir en una casa como ésta? Entonces, me abre una vieja con el rostro marcado por el tiempo inexpugnable.
-¿En qué puedo servirle? -puedo oler el miedo en su pregunta, en esos ojos enlutados a juego con su vestido raído por el polvo que somos-.
-¿Quién ha muerto?
-Todavía nadie –responde-.
-O sea, que hay alguien a quien matar. ¡Quítese de mi vista si no quiere ser usted! Y enseño mi placa carcomida por el óxido del Departamento de Estado mientras aparto a la vejestoria de un manotazo-.
-¡No puede subir al primer piso! -grita a dos palmos de mi oreja-.
-Pero, por supuesto, subo corriendo. ¡Esta vieja chocha es imbécil! Entro en la única habitación que hay abierta en toda la planta (¡vaya puta casa!). Allí está la sorpresa.
-¿Te esperaba?
-¿Qué cojones haces aquí, Margarita?
-¡Ah, eso, Otelo! Esperaba a un hombre que ya no está.
-¿Quién puto es Otelo? ¡Perra caliente! ¿Dónde está León?
-¿Quién dices?
Estaba claro que no me iba a decir nada. Si no estuvo aquí, al menos estuvo ese tal Otelo. Si nada sabe, de nada vale. Entonces abrí mi navaja toledana impregnada de K.I.B.U.
-Vamos, Fausto, no te pongas así, no juegues con eso. Él era mi antiguo novio, qué quiere que hiciera. Siempre se echa de menos al antiguo novio, a no ser que haya sido un cabronazo contigo.
Pero no me inmuté por las palabras de esa cizaña. Me acerqué a ella con la decisión tomada. Tenía licencia para ello. Ahora que lo pienso, ¿se llamará realmente Margarita?
-¡Oye, espera! ¡Lo nuestro puede funcionar! ¡Simplemente es un recue...
Le corté la garganta con la navaja. K.I.B.U. Se mezcló con algo parecido a la sangre. Comenzó a gritar, pero pronto se agotó el sonido. Vi como se iba esfumando de este lindo mundo, sabiendo que jamás, al menos, volvería a engañarme. Pero la culpa es mía, no debía haberme fiado de una mujer que proviene de un país en el que los conejos llevan sombrero y el Tiempo dicen que es una persona. Debí de comprender que podría hacer cualquier cosa imaginaria. Pero, la carne es muy débil, incluso en este lugar.
Llamé por el móvil de decimonovena generación a dos de mis esbirros. Bajo de nuevo la escalera, que parece no tener fin. Me acerco a esa vieja bruja y le pregunto por León. No sabe nada. ¡Mentirosa de mierda! ¿La mato? Me ordenaron que no lo hiciera, pero sé que ha protegido al escapado. ¿Por qué las mujeres siempre son las traicioneras? Además, si lo protege, la ley me ampara para salvaguardar el Sistema a cualquier precio. Pero si no quiere que la mate es porque forma parte de la trama.
-¿Oye, alcahueta, ¿qué papel juegas en todo esto?
-¿Tú qué crees? -pregunta levantado una ceja-.
-Si yo soy un peón, o a lo sumo un alfil, tienes que ser un caballo, torre, (Dama, tan fea, seguro que no) o alfil o peón, dependiendo de lo que yo sea.
-Veo que es cierto lo de perspicacia de los hombres del HIMEN.
-¡Del GIMEN, señora! ¿Cree que león sabe dónde está el antídoto?
-Sí, lo sabe, aunque aún no es consciente de ello. Lleva poco tiempo en este lugar. Hay que presionarle para forzar sus recuerdos.
-¿No será contraproducente? -alegué-.
-Y qué importa eso si nos dice donde se encuentra el antídoto.
He juzgado mal a esta vieja. Creo que es una torre, y activa, muy bien colocada.
-¿Por qué quería que matara a Alicia? -el imbécil soy yo-.
-Le ha puesto los cuernos con otro hombre; si todavía fuera una mujer, pero, ¡con otro hombre! No es suficiente para usted, o acaso es uno de esos librepensadores sexualmente frustrados que le da igual comportarse como un hombre o una mujer -dice así, sin inmutarse-.
-¡No me tome por estúpido!
-No se comporte como tal.
-(¡Cabrona!). En este lugar todo el mundo engaña a todo el mundo... ¡no me sea...!
Alicia era, digamos, demasiado sexual. Y ya sabemos que a partir de los veinticinco, el sexo aparta a los hombres de sus cometidos principales. Por otra parte, el Príncipe sospechaba, tal vez por que hacía tiempo que ella no quería acostarse con él, y eso para Alicia, es sospechoso. Después vino sin avisar, lo cual marca su sentencia de muerte, la condena que impone la ley a aquellos que no avisan de su visita. La utilizamos para que su sexo atrajera y avivara los recuerdos de nuestro objetivo, y tras eso, cumplimos la ley. Pero no funcionó. Tal vez León si sea uno de esos asexuados que le gustan otras cosas más raras.
-Tal vez trabajara con otras órdenes.
-O trabajaba para un subversivo idealista o para sí misma. No se puede correr riesgo estando tan cerca de la Eternidad.
-Siempre me ha gustado esa frase.
-La lástima es que, por ahora, es sólo una frase.
-Cree que sabía por dónde se fue el objetivo -hice una pregunta indirecta-.
-Ella no lo sabía, pero yo sí. No se preocupe, llegará a tiempo para el siguiente paso.
La vieja era una torre perversa y protectora de los intereses del Príncipe, pero ella olvidaba que yo también. El Príncipe la había sacrificado con esta última frase para llegar a un final más ventajoso. Volví a sacar mi navaja, que todavía desprendía la sangre de Alicia por su hoja brillante. De mi bolsillo cogí el espray de K.I.B.U. y rocié el arma blanca.
-¡Qué hace, impotente!
-El Ajedrez es el juego de Maquiavelo. ¡Zo puta!.
Intentó huir pero, eso ya era imposible. El sacrifico sería consumado, pero antes:
-¿Dónde está el objetivo?
-¡Que se lo voy a decir!
La tortura .
La evasiva.
La tortura.
El dolor.
La tortura.
Unas palabras de la pérfida alcahueta.
La tortura.
¡Por fin la respuesta!
K.I.B.U...
The End para su ánima.

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K.I.B.U.
HumorEl rey Neferkere antes de morir cede el legado para gobernar el reino a su sucesor. Pero El príncipe heredero parece tener otros planes para su reinado.