FINAL AL ESTILO HAMLET EN EL PANTEÓN DE LOS PRÍNCIPES

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Encontré pronto el Panteón. No hay mucho que contar. Es mi casa otra vez, aunque un poco descolorida, como si hubiera desteñido, sin balcones, únicamente una puerta doble de madera del siglo XVI con pórtico incluido. Abro la puerta y entro. Por dentro es un teatro con balconada y todo. Alucino. Mi casa por dentro es un teatro. Y al fondo el escenario, con el telón bajado. Ya no me voy a echar atrás. Camino por el pasillo principal que divide en dos la platea. Apenas me falta unos pasos para llegar al escenario, y se abre el telón. Voy viendo unas sombras sentadas en sillas de madera del color del ébano que van apareciendo con suspense. Uno a uno. Hay cuatro hombres bajo una luz tenue. Se iluminan con focos individuales de luces blancas. Y les veo el rostro a cada.

DOS

Pero sus rostros son iguales. Es más, son el mío. ¿Qué...?

-¡Ya era hora, León! –dijo uno de ellos, cualquiera sabe quien-. Yo soy el Príncipe. A mi derecha, Fausto. Ya lo conoces ¿no? Y a mi izquierda están Nanmu Al Kur, y más allá está tu Padre. Todos tenían mi rostro.

-¿Todo esto es una broma, verdad, capullos?

-¿Lo dices porque hemos tomado tu rostro como careta?

-¿Me estás llamando feo, tío mierda? –me estaba llamando feo-.

-¡Esto es un duelo, JGHilipollas! ¡Compórtate! –Dijo mi Padre-. Y tú eres la estrella invitada. Te falta una Ofelia.

-¿Quién es Ofelia? ¡Vaya nombre! –Comunico mi ignorancia-.

Comienza la orquesta a tocar una obertura de una ópera de Verdi, creo, no es mi fuerte la música clásica. Desaparecen las sillas y todos de pie. El presentado como Príncipe hace de arlequín y presenta la función:

"Lo que van a ver es un duelo entre cinco impostores con el mismo rostro. El ganador se llevará como premio el antídoto de K.I.B.U. y vivirá para siempre. Las armas elegidas son espadas rociadas con el producto de la muerte".

Y caen las espadas desde el techo. Y suenan aplausos, aunque no veo al público, si lo hay.

"Lo que van a ver es un duelo entre cinco personalidades que buscan vivir más allá del Leteo y volver como lo hizo Eurídice del brazo de Morfeo. Lo que van a ver, Señoras y Señores, es en definitiva, el Final".

-¡YO NO QUIERO VIVIR! –Grité con todo mi alma-.

"Lo que van a presenciar, hoy, es la lucha por una mujer también. Una loca Ofelia, o Melibea, llámenla como quieran, que no guardó bien el antídoto y se lo dio a un hombre por amor . Para éste, su humilde servidor, ella es Ofelia".

Y aparece una tramoya simulando una Cruz. Y en ella, la que yo llamo Melibea. Está crucificada sólo de manos. Sus piernas se han desvanecido, pero no grita, como si no le doliera.

-¿Qué le habéis hecho? ¡Cabrones!

-Ella no tiene el Antídoto. Te lo dio a ti. Si ganas se lo podrás dar y salvarla. Pero aquí estamos los demás, que también lo queremos. Sólo hay para uno. Si no luchas, yo al menos no la voy a salvar.

-Ni yo –dijeron al unísono los otros cuatro yo-.

Será posible que vaya a luchar contra mí mismo por cuadruplicado.

Suena el timbre de un instituto cuando terminan las clases.

"Comienza el espectáculo".

TRES

Cada cual tiene sus armas. Y cada cual ataca a cada cual sin discriminación. Somos cinco intentando darnos espadazos y dagazos en cualquier lugar de nuestros penosos cuerpos. Hay que golpear y guardar el arma al mismo tiempo. Menos mal que aprendí de Tyrone Power, el pirata negro, a espadear, aunque los otros también, por lo fiero de sus movimientos. Casi soy el primero en sufrir el sabor de K.I.B.U.; pero no, el primero fue Fausto. Venía del paro, así que, probablemente no supiera esgrima. Fallo. Es que la educación hoy en día da mucho que desear. Se desvanecía rápidamente, como si las espadas y las dagas estuvieran impregnadas de una cantidad excesiva del maldito elixir de la muerte. De pronto gritó:

-¡Alicia, rescátame, por dios! –Volviendo sus ojos hacia Melibea, que se deterioraba, al contrario que él, lentamente-.

-¿Margarita? –Pregunto, evitando que nadie me roce siquiera con el metal de sus armas-.

-Ella es mi marga...-y desaparece entre humo blanco y gris-.

-¿Ofelia? ¿Margarita? ¿Quién cojones es esa tía "colgá" en la cruz?

Todo sigue igual. Choques de espadas y dagas durante un rato. El próximo en ser tocado es Nanmu al Kur. Le clavé mi daga por la espalda en un descuido. Me observó extrañado, como si no supiera lo traicionero que yo era. Dijo algo en árabe, sonaba feo, pero el árabe no es mi fuerte, precisamente. Y después mi padre hizo un tres cuarto y estoque, y tocó al Príncipe. Este llamó a su Ofelia, que no podía ya casi oírle, pues sólo le quedaba parte de la cabeza por desintegrarse.

-¡Era mi plan! ¡Era mi pl...! –dijo finalmente-.

-Por fin solos, hijo mío.

-Por fin, sí, ya era hora –expresé sin mucho ánimo-.

-Dame el antídoto o...

-¿O qué? ¿Vas a matarme?

Se rió. Siempre había tenido buen sentido del humor, por no bastó para que no cayera sobre mí, poseído por la furia y gritando.

-¡JERÓNIMO! ¡JERÓNIMO!

Yo también había visto películas de Indios.

CUATRO

...FINALMENTE, precipité mi daga sobre él. Su vida empezó a esfumarse junto a su filosofía fúnebre de mierda. ¿Creíais a caso, sinceramente, que iba a vencer a la Muerte?

Después de varias avanzadas de espada, vinieron los estoques de las dagas. Avanzaba gritando, pero eso no me asustaba. Soy una rata, y cuando me acorralan salto a los ojos. Esperé. Dejé que me encerrara en su precipitación. Resistí su acometida como puede, y cuando me encerró la escapada, mi instinto hizo el resto: le clavé mi espada.

Ni se dio cuenta al principio, pero luego, desintegrándose caía de rodillas abatido.

-¡Hijo de puta! –dijo-.

-¡Será tu madre, cabrón!

Entonces, me arrodillé también. Cogiendo la daga con las dos manos, la dirigí a su pecho. Y FINALMENTE...precipité mi daga sobre él.

CINCO

Miré a mi alrededor. Yo no quedaba nadie. Estaban todos desintegrados; estaba sólo sobre el escenario. Y Comenzaron los aplausos. Y más. Gritos de aclamación. No veía a nadie por las luces del escenario, que me cegaban. Eran brillantes y verdes, muy verdes, de esperanza. Tuve que hacer una deferencia al público antes de que se cerrara el telón.

Allí me quedé.


K.I.B.U.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora