Capítulo 28

119 5 0
                                    

Clary

Para cuando llega la hora de juntarme con Alec, está en la acera de mi casa, con mi bici como medio de transporte.

—¿Debo saber el motivo por el cual tiene tu bicicleta?—asevera mamá a mi lado con una sonrisa en los labios, para los demás.

—No es importante.

—Bien. Nos vemos luego.

Primera semana de diciembre. En lo que me acerco al chico pienso en todo lo que he vivido este corto lapso de tiempo con él.

—Qué bonita estás—me alaga.

Me he puesto un vestido suelto hasta las rodillas, porque, por increíble que parezca, hace mucho calor, como si estuviéramos en pleno verano. Unas sandalias chatas color marrón, el pelo suelto, dejando mis ondas a la vista.

—¿A dónde vamos?

—¿Confías en mí?—me dedica una leve sonrisa.

Asiento sin dudarlo. Entonces él me extiende la mano y me ínsita a subir a mi bicicleta.

—Pero antes. Debo cubrirte los ojos—desenvuelve un pañuelo de tela de sus pantalones de jean.

Yo aún estaba un poco perdida, incluso cuando acabó el nudo, seguía en estado de shock. El rubor en mis mejillas de seguro acabó por delatarme. Unos labios chocan con los míos tomándome desprevenida.

—Me encanta cuando te sonrojas—susurra.

Una sonrisa boba se apoderó de mi boca logrando que Alec riera. Luego suelto un pequeño grito cuando mis pies se desprenden del suelo, y me sienta en la bicicleta, en la pare atrás, en un asiento que, por lo visto, colocó Alec.

—Disfruta del viaje. Sin miedo.

—No lo tengo—me defiendo.

—Entonces deja de temblar—otro beso, pero este fue más arriba de mis labios, en el inicio de mi cicatriz, lo que hizo ponerme los pelos de punta.

Pronto comenzamos a andar. Me centraba en lo único que podía, mi cuerpo abrazado a la espalda de Alec, mis manos en su torso. La calidez que emanaba.

Nos detenemos, me ayuda a bajar y me pide que no me mueva, por más que quiero quitarme la venda de los ojos, una fuerza mayor me lo prohíbe.

—Por aquí—resuena la voz de Alec antes de que tome mi mano.

Camino a ciegas con él como guía.

La puerta de un coche se abre y acto seguido, acabo sentada en una superficie más cómoda.

—¿No que tu coche estaba averiado?

—Lo está, pero este es otro. No te preocupes por la bici, quedará en buenas manos.

Confío en sus palabras. Cierra la puerta, y no tarda en ocupar su lugar.

—¿Es muy lejos a dónde vamos?

—Algo así. Por eso mismo decidí pasar por ti temprano.

Clary ✅ (#3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora