26- Claire - Tarde gris

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Tarde gris

Dylan azotó la puerta con muchas fuerzas, y yo me quedé en la misma posición: de lado, encogida y llorando, porque miles de lágrimas mojaban mis mejillas.

Mi corazón se acelera y mi pecho comienza a sentir un vacío grande porque sabe muy bien que la persona que le provocaba felicidad y amor ya no estará más en su vida.

Llena de rabia tomé una almohada y la tiré hacia la puerta, pegando un pequeño grito que medio alivió todo lo que tenía acumulado. Poniéndome las manos sobre mi rostro me tiré de nuevo hacia atrás y lloré de nuevo, porque en serio quería que todo se me pasara, y aunque sé que por el momento no voy a olvidar esto tan fácil, también sé que no es imposible.

Que tal vez tarde o temprano vuelva a ser feliz y a ser yo otra vez.

Me hice la fuerte al enfrentarlo de esa forma, pero por dentro todo se estaba derrumbando, me sentí como estar en medio de un terremoto y que todo lo material cae a tu alrededor, que, por más que tú no quieras caer te cuesta demasiado seguir de pie, pero por más difícil que sea eso no te impide resistir.

Calmándome un momento, la imagen de Kyrre entrando al hospital en esa camilla llegó de nuevo a mi mente, y de nuevo no pude controlarme.
Intenté ponerme de pie, pero un ligero mareo hizo que me tomara la cabeza con la mano y la sacudiera. Pero eso no me impediría seguir intentándolo. Así que lo hice unas cinco veces más, hasta que por fin pude caminar hasta la puerta y la abrí, encontrándome con un pasillo enorme y con poco personal médico, así que evité a toda costa que ellos me vieran y caminé un poco más rápido hacia las escaleras, ya que sabía que Kyrre tenía que estar un piso arriba. Vi entonces que el elevador estaba ocupado, así que no me quedó otra opción y entonces respiré hondo y me agarré del pasamanos, dando un paso arriba y luego otro, y otro, hasta que poco a poco pude subir un piso.

Al llegar, abrí con mucho cuidado las puertas de la derecha —porque quería creer que para esta hora Kyrre ya estaría en una sala de descanso y no en el quirófano — y la penúltima que tenía el número 140 me decía que era esa, porque mi corazón se acelera y mis manos tiemblan ante ese presentimiento —volví a respirar hondo —, entonces le di la vuelta a la manija. Tardé un momento en levantar la cabeza, pero, para cuando lo hice, efectivamente, comprobé que Kyrre estaba ahí acostado y dormido, solo que con algunos tubos para que pudiera respirar, al igual que tenía enyesado su cuello y brazo izquierdo, con varios moretones y raspones en su otro brazo y su ojo derecho morado.

El ver a mi mejor amigo de esa forma me hizo querer llorar amargamente.

Jamás había pasado por algo así en mi vida.

Escuché que la alarma del hospital se activó en ese instante, por lo que varios doctores y personal de seguridad salieron disparados corriendo, así que cerré la puerta detrás de mí a toda velocidad. No entendí nada. Pero eso no me importaba, lo único que más quería ahora era acercarme y ver a Kyrre.

Al llegar hasta donde está, lo miré de abajo hacia arriba, y entre más lo hacía, mis ojos más y más se llenaban de lágrimas.

—Kyrre —le susurré y tomé su mano derecha —, contéstame...

Y no pude seguir haciéndome la fuerte.

Como pude jalé una silla y caí sentada de golpe en ella y con una mano tapé mi boca para evitar hacer demasiado ruido al llorar, así que puse mi cabeza sobre la camilla, cerca de su estómago.

—Kyrre, ¿por qué hiciste esto? —murmuré bajo la almohada —. ¿Por qué te sacrificaste de esta forma? —lo miré, permaneciendo acostada.

El sonido de las máquinas y también de la sirena que seguía sonando afuera hacían que mi cabeza punzara horrible y los mareos cada vez eran más y más insoportables. Llegué a pensar que me iba a desmayar en las escaleras, pero aquí siento que me dará un ataque o algo.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora