Bosco
De pie, al lado de mi pupitre, saco del bolsillo de atrás de mi pantalón el par de bolis, uno de color azul y otro de color rojo, que me he guardado antes de entrar en el aula. Los dejo junto a la libreta. Me atrevo a echar un vistazo a mi móvil, para comprobar la hora. Joder, son las ocho y cuatro. Miro hacía la puerta de la clase, que ya esta cerrando el profesor.
¿Donde se ha metido Alex?
Por el rabillo del ojo, veo como Carmina no deja de mirarme, dirijo mi atención a ella, está sentada cerca de la puerta, le sonrió, ella suspira y me devuelve la sonrisa tímida. La pobre lleva colada por mi desde primero de la ESO. Recuerdo la carta que me dio en San Valentin ese mismo año. Estaba tan nerviosa que se le cayó la tarjeta al suelo cuando me la ofreció. Una tarjeta que iba directa al grano con un solitario " te quiero" rodeado de muchos corazones de diferentes tamaños, eso sí, todos pintados de color rojo intenso, por que todo el mundo identifica el rojo intenso como sinónimo de amor supremo. Sacudo la cabeza divertido con mi propia ironía.
Por fin la puerta se abre y aparece una versión acalorada de mi vecina preferida. Con su trenza, antes perfectamente anudada, completamente deshilachada, supongo que por el casco de la bici.
Angel, el viejo y estirado profesor, le echa una mirada desaprobadora.
- Lo siento, llego tarde – se disculpa con una mueca Alex.
- Qué novedad – suelto sin poder evitarlo.
Las risas a mi comentario no se hacen esperar. Alex me fulmina con la mirada y se acerca a su pupitre con la cabeza baja.
- Alejandra – la llama con tono autoritario el profesor – ya sabes lo que toca.
Alex deja caer los hombros y hace un puchero en dirección a Lena, quien la consuela con una mueca en la cara.
Me siento en mi silla, mientras mi vecina preferida se acerca despacio a la pizarra y empieza a anotar lo que Angel le cita. Deja caer su rubia trenza hacia atrás y cuando el profesor termina, se coloca al lado de la pizarra con las manos agarradas y con cara de niña buena, esperando a que empecemos con la ronda de ejercicios que teníamos como deberes.
Me relajo en mi silla, Angel nunca me elije para resolverlos a no ser que alguien se quede atascado en algún problema, de hecho ni siquiera me he dignado a hacer los deberes, están chupados.
Todos los profesores saben que debería haber subido de curso cuando se lo propusieron a mi madre al finalizar primaria, pero yo me negué en rotundo. Sabía que estaba adelantado a mis compañeros, que era muy capaz de estar en un curso superior y tampoco es que tuviera muchos amigos por aquel entonces, pero le rogué a mis padres que no aceptaran.
Ellos creyeron que me sentía demasiado presionado y accedieron. ¿La verdadera razón de no querer adelantar a mis compañeros? la tengo delante de mi, haciendo morritos mientras escucha concentrada como el cateto de Kevin a resuelto mal el ejercicio. Ahora le toca a ella exponerlo en la pizarra e intentar hacerlo bien. Lo consigue.
Me fijo en el nuevo look de Alex, sonrió porque sé el motivo que le ha llevado a hacerse esos reflejos en el pelo, que, por cierto, no le quedan nada mal. Desvió la mirada fingiendo aburrimiento. Intento que no se me note, aunque en el fondo me da igual, que me la estoy comiendo con la mirada, pero es que no puedo evitarlo.
No puedo evitar que se me haga la boca agua cuando me fijo en esas piernas largas que hoy lleva casi desnudas con sus medias negras trasparentes. El pantalón corto blanco de cintura alta, y la camisa de "nirvana" arremetida por dentro le dan un rollo punk que no pega nada con esa cara angelical. Me encanta ese lado rebelde que tiene.
ESTÁS LEYENDO
El juego del pañuelo [Saga: NOSOTROS]
Teen FictionQue difícil es aceptar que sientes una indecente y colosal atracción por el chico al que has odiado toda tu vida. Qué complicado es estar enamorado locamente de una chica, pero no sentirte preparado para tener una relación seria. Bosco y Alejandra...