Alejandra.
Estoy algo nerviosa, no es como que no tenga confianza con Patricia, ella siempre ha sido un apoyo, como si fuera mi segunda madre. Y si no fuera por que del que vamos a hablar es de su hijo, creo que no estaría tan nerviosa.
- Hola, cariño – me saluda animada, cuando me abre la puerta – pasa.
- Hola – digo con un hilo de voz - ¿está Bosco?
- No, se ha ido con los amigos al gimnasio, a despejarse un poco de los exámenes – explica, mientras me guía a la cocina.
- Mejor – suspiro aliviada.
- Creía que ya os llevabais bien – se gira para mirarme, con los brazos en jarra.
- Sí, sí. No es eso – me apresuro a decir – es que...quiero hablar contigo sobre un tema delicado y prefiero que no esté.
- Vaya, es el día de las confesiones – murmura.
- ¿Que?
- Nada, cosas del trabajo – dice, quitándole importancia con la mano. Asiento con la cabeza - ¿de que se trata? ¿Es por el orientador, te ha dicho algo malo?
- ¿cómo sabes que tenía hoy mi cita con él?
- Yo lo sé todo – bromea, sentándose en una de las sillas que tiene alrededor de la mesa de la cocina.
- Mi madre – caigo en la cuenta – lo que me recuerda...- me siento yo también – lo que te voy a contar, no puede salir de aquí, mi madre no puede saberlo, ella sobre todo, no puede enterarse.
- Vaya por Dios...- sé rie.
- ¿crees que podrás evitar el chisme?
- ¡Alex! - se queja.
- Oye, que lo digo como parte del circulo de chismosas – corrijo – pero no puede enterarse, no aún, yo quiero contárselo cuando esté preparada.
- Esta bien...- resuelve con una mueca graciosa - ¿qué has hecho ahora? - bromea, yo chasqueo la lengua – No es la primera vez que vienes para que resuelva una de tus trastadas – me acusa con el dedo.
- Bueno, esto es diferente – y de repente me pongo colorada, sintiéndome insegura – se trata de un tema más...peliagudo.
- Vale – sus ojos se entrecierran.
- Un tema algo...incomodo – aclaro.
- Esta bien – dice paciente.
- Un tema...
- Alex – me interrumpe – dilo ya.
- Es sobre sexo – disparo tajante.
La cara de Patricia es un poema, se ha quedado muy quieta, hasta podría decir que se ha puesto pálida.
- ¿estas bien? - pregunto, ella asiente y arruga sus labios – es que...yo....yo ya no soy virgen – suelto rápido. Cuanto antes lo diga, mejor.
Patricia comienza a pestañear muy deprisa.
- ¿estas bien? - pregunto extrañada – parece que te este dando un ataque o algo.
- Perdona – dice respirando hondo.
- Dijiste que podía contar contigo para estas cosas.
- Y puedes – dice rápido – claro que puedes – repite nerviosa. Supongo que la he pillado de improvisto - ¿qué sucede?
- Pues que...dolió y mucho.
Patricia suelta un gemido bajo y se tapa la boca. Esta un poco rara. Cierra los ojos y respira hondo.
- perdona he tenido un día extraño – se disculpa. Se aclara la voz – que duela es normal y que el sangrado sea algo abundante también.
- ¿cómo sabes que sangre mucho?
Patricia me mira de repente muy sería.
- Soy enfermera, lo he supuesto. Además, a tu madre le paso lo mismo.
- ¿en serio? - pregunto – me gustaría hablar con mamá de esto pero...
- Deberías hacerlo – me interrumpe.
- Es que no puedo, aún no – insisto.
- Pero sería bueno que visitaras un ginecólogo.
- ¿crees que hay algo mal?
- ¿te sigue doliendo? - niego con la cabeza – entonces no creo que haya nada mal. Solo que para ti ha sido más doloroso.
- ¿crees que podré hacerlo de nuevo pronto?
Patricia se atraganta con su propia saliva.
- ¿por qué haces cosas raras? - le pregunto.
- Perdona, es que, no me había dado cuenta de lo mayor que estas -me dice – pero hoy cumples dieciséis y el tiempo pasa muy deprisa.
- Te estas poniendo ñoña – le digo con voz infantil. Ella me coge de las manos – por cierto, gracias por la cesta de chuches, la he visto cuándo he llegado a casa.
- Es una tradición.
- Sí – sonrió.
Patricia siempre me regala chuches en mi cumpleaños, sabe que me encantan y, a pesar de las quejas de mi madre, nunca ha dejado de regalarme un montón de chuches el día de mi cumpleaños.
- Entonces ¿crees que está todo bien? - pregunto.
- Sí – susurra con los labios apretados – No te duele, ni te escuece – niego con la cabeza – Tu, al igual que tu madre, tenéis el rango de dolor muy bajo. Quizá eso también tuvo algo que ver.
- Puede ser.
Me pongo de pie, mucho más tranquila y animada.
- Gracias Patricia – sonrió – ahora vuelvo a casa, nos queda un último examen y voy a por todas.
Patricia me sonríe, pero antes de salir por la puerta me llama. Conozco a Patricia, sé que, al igual que yo y mi madre, nos encanta el cotilleo. Ya me estañaba a mi que no me hiera "la pregunta".
- Sí, patricia...- murmuro alargando la palabra. Ella me sonríe y en sus ojos hay un brillo extraño.
- Él...¿el chico, fue...amable? - pregunta, aunque parece no saber encontrar la palabra acertada y yo me sorprendo, por que pensé que preguntaría quien era el supuesto chico - ¿te hizo...fue...bueno?
- Sí – murmuro algo tímida – se preocupó mucho por mi – patricia suspira tranquila – yo, entré un poco en pánico, por que de verdad, de verdad de la buena, creí que moriría – confieso, haciendo que Patricia suelte una sonora carcajada – en serio, que dolía como los mil demonios – a Patricia se le escampan un par de lágrimas – luego, me eche a llorar.
- ¿porqué, cariño?
- Por qué vi la sangre y me dio vergüenza y por la tensión del momento, no se...- digo avergonzada.
Patricia se pone en pie y veo como camina hacia mi, agacho la mirada y ella me pone sus manos en la mejilla, obligándome a mirarla.
- ¿qué hizo él? - pregunta sería.
- Me abrazo – veo la emoción llegar a sus ojos – se disculpo y estuvimos un ratito abrazados hasta que me calmé.
Noto como lucha por no llorar. Es que Patricia es como mi madre y yo se que ella me quiere como a su hija. Me abraza fuerte y le devuelvo el abrazo.
- Estoy orgullosa de vosotros – dice. Me tenso un poco – sea quien sea ese chico, lo hizo de maravilla.
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El juego del pañuelo [Saga: NOSOTROS]
Teen FictionQue difícil es aceptar que sientes una indecente y colosal atracción por el chico al que has odiado toda tu vida. Qué complicado es estar enamorado locamente de una chica, pero no sentirte preparado para tener una relación seria. Bosco y Alejandra...