Capítulo 36: ¡Ups, buena ida, mala idea!

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Alejandra.

Estoy algo nerviosa, no es como que no tenga confianza con Patricia, ella siempre ha sido un apoyo, como si fuera mi segunda madre. Y si no fuera por que del que vamos a hablar es de su hijo, creo que no estaría tan nerviosa.

- Hola, cariño – me saluda animada, cuando me abre la puerta – pasa.

- Hola – digo con un hilo de voz - ¿está Bosco?

- No, se ha ido con los amigos al gimnasio, a despejarse un poco de los exámenes – explica, mientras me guía a la cocina.

- Mejor – suspiro aliviada.

- Creía que ya os llevabais bien – se gira para mirarme, con los brazos en jarra.

- Sí, sí. No es eso – me apresuro a decir – es que...quiero hablar contigo sobre un tema delicado y prefiero que no esté.

- Vaya, es el día de las confesiones – murmura.

- ¿Que?

- Nada, cosas del trabajo – dice, quitándole importancia con la mano. Asiento con la cabeza - ¿de que se trata? ¿Es por el orientador, te ha dicho algo malo?

- ¿cómo sabes que tenía hoy mi cita con él?

- Yo lo sé todo – bromea, sentándose en una de las sillas que tiene alrededor de la mesa de la cocina.

- Mi madre – caigo en la cuenta – lo que me recuerda...- me siento yo también – lo que te voy a contar, no puede salir de aquí, mi madre no puede saberlo, ella sobre todo, no puede enterarse.

- Vaya por Dios...- sé rie.

- ¿crees que podrás evitar el chisme?

- ¡Alex! - se queja.

- Oye, que lo digo como parte del circulo de chismosas – corrijo – pero no puede enterarse, no aún, yo quiero contárselo cuando esté preparada.

- Esta bien...- resuelve con una mueca graciosa - ¿qué has hecho ahora? - bromea, yo chasqueo la lengua – No es la primera vez que vienes para que resuelva una de tus trastadas – me acusa con el dedo.

- Bueno, esto es diferente – y de repente me pongo colorada, sintiéndome insegura – se trata de un tema más...peliagudo.

- Vale – sus ojos se entrecierran.

- Un tema algo...incomodo – aclaro.

- Esta bien – dice paciente.

- Un tema...

- Alex – me interrumpe – dilo ya.

- Es sobre sexo – disparo tajante.

La cara de Patricia es un poema, se ha quedado muy quieta, hasta podría decir que se ha puesto pálida.

- ¿estas bien? - pregunto, ella asiente y arruga sus labios – es que...yo....yo ya no soy virgen – suelto rápido. Cuanto antes lo diga, mejor.

Patricia comienza a pestañear muy deprisa.

 - ¿estas bien? - pregunto extrañada – parece que te este dando un ataque o algo.

- Perdona – dice respirando hondo.

- Dijiste que podía contar contigo para estas cosas.

- Y puedes – dice rápido – claro que puedes – repite nerviosa. Supongo que la he pillado de improvisto - ¿qué sucede?

- Pues que...dolió y mucho.

Patricia suelta un gemido bajo y se tapa la boca. Esta un poco rara. Cierra los ojos y respira hondo.

- perdona he tenido un día extraño – se disculpa. Se aclara la voz – que duela es normal y que el sangrado sea algo abundante también.

- ¿cómo sabes que sangre mucho?

Patricia me mira de repente muy sería.

- Soy enfermera, lo he supuesto. Además, a tu madre le paso lo mismo.

- ¿en serio? - pregunto – me gustaría hablar con mamá de esto pero...

- Deberías hacerlo – me interrumpe.

- Es que no puedo, aún no – insisto.

- Pero sería bueno que visitaras un ginecólogo.

- ¿crees que hay algo mal?

- ¿te sigue doliendo? - niego con la cabeza – entonces no creo que haya nada mal. Solo que para ti ha sido más doloroso.

- ¿crees que podré hacerlo de nuevo pronto?

Patricia se atraganta con su propia saliva.

- ¿por qué haces cosas raras? - le pregunto.

- Perdona, es que, no me había dado cuenta de lo mayor que estas -me dice – pero hoy cumples dieciséis y el tiempo pasa muy deprisa.

- Te estas poniendo ñoña – le digo con voz infantil. Ella me coge de las manos – por cierto, gracias por la cesta de chuches, la he visto cuándo he llegado a casa.

- Es una tradición.

- Sí – sonrió.

Patricia siempre me regala chuches en mi cumpleaños, sabe que me encantan y, a pesar de las quejas de mi madre, nunca ha dejado de regalarme un montón de chuches el día de mi cumpleaños.

- Entonces ¿crees que está todo bien? - pregunto.

- Sí – susurra con los labios apretados – No te duele, ni te escuece – niego con la cabeza – Tu, al igual que tu madre, tenéis el rango de dolor muy bajo. Quizá eso también tuvo algo que ver.

- Puede ser.

Me pongo de pie, mucho más tranquila y animada.

- Gracias Patricia – sonrió – ahora vuelvo a casa, nos queda un último examen y voy a por todas.

Patricia me sonríe, pero antes de salir por la puerta me llama. Conozco a Patricia, sé que, al igual que yo y mi madre, nos encanta el cotilleo. Ya me estañaba a mi que no me hiera "la pregunta".

- Sí, patricia...- murmuro alargando la palabra. Ella me sonríe y en sus ojos hay un brillo extraño.

- Él...¿el chico, fue...amable? - pregunta, aunque parece no saber encontrar la palabra acertada y yo me sorprendo, por que pensé que preguntaría quien era el supuesto chico - ¿te hizo...fue...bueno?

- Sí – murmuro algo tímida – se preocupó mucho por mi – patricia suspira tranquila – yo, entré un poco en pánico, por que de verdad, de verdad de la buena, creí que moriría – confieso, haciendo que Patricia suelte una sonora carcajada – en serio, que dolía como los mil demonios – a Patricia se le escampan un par de lágrimas – luego, me eche a llorar.

- ¿porqué, cariño?

- Por qué vi la sangre y me dio vergüenza y por la tensión del momento, no se...- digo avergonzada.

Patricia se pone en pie y veo como camina hacia mi, agacho la mirada y ella me pone sus manos en la mejilla, obligándome a mirarla.

- ¿qué hizo él? - pregunta sería.

- Me abrazo – veo la emoción llegar a sus ojos – se disculpo y estuvimos un ratito abrazados hasta que me calmé.

Noto como lucha por no llorar. Es que Patricia es como mi madre y yo se que ella me quiere como a su hija. Me abraza fuerte y le devuelvo el abrazo.

- Estoy orgullosa de vosotros – dice. Me tenso un poco – sea quien sea ese chico, lo hizo de maravilla.

El juego del pañuelo [Saga: NOSOTROS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora