Club.

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Lana.

Antes de subir al edificio, Bill me pidió que lo acompañe a hacer unas compras al super que estaba a unos pasos del edificio. Al parecer los gustos de los gemelos eran casi iguales, nesquik de fresas, coca cola, panecillos de la misma marca en específica, cereales de marca, y algunos snacks más.

Para mi mala suerte, una cajera con un rostro conocido, nos atendió. Su mirada estaba puesta en mi, como si quisiera recordar de donde podía reconocer mi rostro. Evite el contacto visual con ella, no quería que pensara que soy alguna clase de mujer que juega con los hombres, estaba con el gemelo de Tom y ella debía conocerlos.

Salimos de aquel supermercado y nos metimos al edificio entre risas y bromas que Bill hacía de cada cosa que se le ocurría.

Su departamento era exactamente igual al de Tom, solo que tenía más marcos de fotografías y se vea un poco más desordenada. Dejamos las bolsas sobre la mesa y me dedique a observar cada pared con fotos en ellas, especialmente una llamó mi atención. Lo dos gemelos abrazados, Bill tenía el cabello más corto, un mechón oscuro pasaba por su rostro, que seguro debía estar así por la cantidad de gel en el, la otra parte de su pelo estaba parado, me resultaba una ternura la manera una de sus cejas lo hacía verse más rudo. Por otro lado teníamos a Tom, me sorprendió ver que llevaba una coleta de rastas en su cabeza, con una gorra blanca y un gorro de lana debajo de este, la figura metálica no podía faltar, esta vez era plateada, lo hacía verse como todo un chico malo de la época. 

— Teníamos catorce años en esa foto —la voz masculina de Bill detrás mío hizo que pegara un pequeño salto, di vuelta mi cabeza unos pocos centimetros y ahí estaba el pelinegro, observando la misma fotografía que tenía en mis manos.

— Tom tenía rastas —sonreí ladina— Se veían...diferentes —el suspiró de Bill me dio a entender que algo ocurría.

— Somos diferentes ahora... —una sonrisa se presentó en sus labios, tomó mi mano haciendo que deje la fotografía en su lugar y me arrastro hasta la cocina con emoción, froto sus manos con rapidez y me dio una mirada impaciente— ¿Me ayudas a cocinar?

Asentí leve con una sonrisa amplia en mis labios, ¿Como podían dos hermanos ser tan idénticos y tan diferentes a la vez?

Estaba por preguntar algo, pero el sonido de la puerta abrirse me distrajo. Mire a Bill algo confundida, el se veía lo más normal, al parecer sabía que cierta persona iba a entrar por la puerta de su departamento en ese momento. Tom camino hacia nosotros con total seriedad, evite cruzar miradas y seguí con lo que Bill me había pedido que cortara, sentí una mirada sobre mi nuca, bastante penetrarte, pero la ignore.

— Pensé que ibas a almorzar en mi departamento —su voz gruesa y ronca se presentó cerca de mi oido, haciendo que mis nervios recorran todo mi cuerpo.

— Yo la invite a almorzar conmigo —dijo Bill volteando para encontrarse con la mirada de Tom, que al parecer no se despegaba de mi, ni un solo segundo— Quédate con nosotros...o puedes almorzar con aquella rubia que entró a tu departamento anoch–

— Me quedo.—interrumpió con brusquedad a Bill, no quería cruzar una sola palabra con él. La conversación de hace unas horas me dejó algo enojada. Solte un suspiró harto y mordí mi mejilla por dentro, no iba a a hablarle. No tenía ganas de verlo tampoco.

[...]

Ignore al señor arrogante, toda la mañana y toda la tarde, de más esta decir que lo único que hice fue ordenar su habitación. También cambié sus sábanas llenas de esperma y flujo, pero nada que no haya visto antes.

Quería maquillarme, pero algo por dentro me decía que lo natural siempre es más lindo.

Me levanté del tocador y tomé el perfume con olor a cerezas, prácticamente me bañe con él.

¡𝘔𝘢𝘭𝘥𝘪𝘵𝘰 𝘢𝘳𝘳𝘰𝘨𝘢𝘯𝘵𝘦! ;Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora