¿En buenos o malos terminos?

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Tom.

La mujer conmigo en el elevador no dejaba de insistirme por tener una noche otra vez, había encontrado un papel en una de mis chaquetas que use la misma noche que salí con esta tal "Briana" o "Bianca" o no se como se llame, solo se que empieza con B y termina con A.

Le había dicho a Lana que saldría con los chicos de la banda a cenar, porque no quería generar ningún conflicto entre los dos, últimamente nos estamos llevando mejor que otros días y mis intimidades con ella, me hicieron darme cuenta que la quiero en mi vida, la quiero conmigo todo el tiempo, no quiero soltarla. Siento que no es una del montón, que no fue solo una noche más.

— ¿Entonces...? —la voz femenina a mi lado era como malditos zumbidos molestos, es simple, no la soporto. No quiero volver a acostarme con ella.

— ¿Cuál fue la pregunta? —me cruce de brazos y apenas cruce mi mirada con la de ella, la había estado evitando a la noche— No escuche nada de lo que dijiste.

Note como rodó los ojos con molestia, empezó a acercarse a mi con ligereza y sensualidad, pero con sinceridad, era bastante torpe con sus movimientos, acepte salir con ella una vez más porque había estado como loca y ya no la aguantaba un segundo más. Sigo sin comprender como después de echarla de mi departamento de esa manera repugnante, volvió a insistir para pasar un rato conmigo.

— ¿Que crees que haces? —pregunté con incredulidad, estaba demasiado cerca, irrumpiendo en mi espacio personal. Detesto el contacto físico cuando no se trata de sexo.

— ¿No es obvio, Tommy? —

Una de sus manos subió a mi cuello con delicadeza, haciendo que una mueca de disgusto se forme en mi rostro. Tomé su mano sin hacer mucha fuerza y la corrí de lugar, observando como su sonrisa coqueta se desvanecía de a poco.

— ¿Estas...rechazándome? —preguntó con un tono de decepción mezclado con un poco de molestia. Claro que la estaba rechazando, no cualquiera puede tocarme sin mi consentimiento.

Las puerta del elevador, finalmente se abrieron, necesitaba entrar a mi departamento y echar a esta mujer del edificio, porque esta colmando mi paciencia de gran manera. Iba a responder su pregunta con otra, pero me detuve.

— ¿Y que hay de malo con es–

Mi atención se fue al frente, donde estaba una pelinegra tocando la puerta de mi absurdo vecino. Una campera mucho más grande que ella, cubría su cuerpo, desde sus hombros, hasta más arriba de las rodillas. Y por si no era poco, el cierre de la jodida campera, estaba desabrochado, dejándome ver que tenía un maldito pijama negro que parecía hecho para provocar millones de emociones en un hombre. ¿Que carajos hacia vestida así fuera del departamento de Andrew? ¿Acaso se lo iba a follar? Que alguien me diga que esta mierda solo esta en mi cabeza y Lana no está por entrar de esa manera al departamento de Andrew.

— ¿Lana? —los zumbidos femeninos a mi lado cesaron –gracias al cielo–, toda mi concentración estaba en como aquella pelinegra vestía, observándola de arriba a bajo mientras daba pasos pesados y firmes.

Sus ojos estaban clavados en los míos, con un ligero miedo en su rostro por verme a mi salir del ascensor. La puerta del departamento de Andrew se abrió antes de que Lana pudiera decir algo.

— Preciosa, disculpa la demora. Estaba–

La voz masculina se detuvo al notar mi presencia casi frente a él, Lana jugaba con las mangas de la campera mientras evitaba mirarme a los ojos. Al verme, esa sonrisa coqueta y traviesa desapareció de sus labios, desapareciendo cada gota de emoción en él.

¡𝘔𝘢𝘭𝘥𝘪𝘵𝘰 𝘢𝘳𝘳𝘰𝘨𝘢𝘯𝘵𝘦! ;Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora