¿Rubias o morenas?

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Tom.

Tenía que salir de compras con Bill al centro comercial, por lo que no vería a Lana en todo el día. Se me ocurrió la gran idea de buscarla en su instituto, y que buena idea de ir por ella, porque el mismo inepto de la sesión de fotos de hace días atrás, estaba corriendo tras ella.

Traía una polera con cuello verde, que resaltaba el color de sus ojos, un pantalón tiro bajo dejando a la vista su piercing. Nunca en mi vida, una mujer me había puesto tan caliente de solo verla, vivo a mujeres y ninguna me había hecho sentir esta cosa rara de querer tenerla a mi lado todo el tiempo.

Me senté en el asiento del piloto después de devorar los labios de la pelinegra, ella tenía sus labios ligeramente manchados con rosa e hinchados. El famoso 'Tobias', vio como bese a la sexy pelinegra, supongo que con eso es suficiente para que sepa que me pertenece solo a mí.

Mi mano se posó en el muslo izquierdo de Lana, que a penas al sentir mi tacto en ella, se sobresaltó y dio un leve suspiró. Acariciaba cada parte de él con lentitud y poca fuerza, podía sentir como Lana se tensaba, trago saliva y dio se dio vuelta para observarme detenidamente unos segundos.

— ¿Para qué vamos al centro comercial? —preguntó con la voz un poco temblorosa, giré un poco mi cabeza y frene en el semáforo que estaba en rojo, guíe mis ojos a su dirección y ella al instante corrió la mirada, se notaba nerviosa.

— Mi hermano necesita salir de compras —una sonrisa inocente se formó en mis labios.

— ¿Y a mi para que me necesitas? —su pregunta me sonó un tanto interrogativa. ¿No quería estar conmigo? Porque si no quería si hubiera quedado con ese pedazo de imbécil en la cafetería.

— ¿No quieres acompañarme? —levanté mi mano en seco y la volví al volante, giré mi cabeza mirando al frente otra vez— Te hubieras ido con tu amiguito si no querías venir.

Una risa nasal salió de Lana, note como se removió en su asiento e inclino su cabeza hacia mí, quedando a centímetros de besar mi mejilla, podía oír su respiración chocando con esta, el perfume con olor a vainilla y chocolate invadió mis fosas nasales, quería girar mi cabeza y besarla. Una de sus manos subió por mi pierna, acariciaba de esta, llegando cada vez más a mi amigo.

— ¿Querías que me vaya con él, Tommy? —el tono seductor con en que lo dijo, me hizo querer frenar el auto en seco. Jamás había dejado que una mujer me diga de esa manera, además de mi mamá, me molestaba, lo tomaba como cariñoso y nada que tenga que ver con cariño por parte de una mujer me gusta. Pero con Lana sonó diferente— Puedo irme, si es lo que quieres...—su mano bajaba y subía por mi pierna, cada vez estaba más arriba. 

— No...no hagas eso —hable con dificultad, mis palabras salían más trabadas, trague saliva y trate de mantenerme firme al volante. No podía perder el control mientras manejaba a mitad de la carretera, pero por alguna estúpida razón, Lana me estaba poniendo nervioso.

A mi. A Tom Kaulitz. Una mujer lo estaba poniendo nervioso.

— ¿Por qué? ¿Estas nervioso...Tommy? —sus labios estaban rozando con mi mejilla, podía notar como una sonrisa se formaba en su rostro. Negué repetidas veces sin decir una sola palabra, si la volteaba a ver, seguramente mi boca iba a terminar comiendo la suya.

Su mano se despego de mi pierna, acomodo sus piernas y se removió para quedar bien sentada, dirigí mis ojos unos segundos a Lana y tenía una sonrisa dibujada en sus labios, que aún estaban rosados por el beso de hace unos minutos atrás. Apoyó su brazo derecho sobre la ventana y el izquierdo en su muslo, su mirada estaba puesta en lo que se veía fuera del auto, dejándome a mi, ver su perfecto perfil. Realmente Lana es perfecta, sus ojos verdes, sus labios, su nariz, sus mejillas, todo, todo de Lana es perfección.

¡𝘔𝘢𝘭𝘥𝘪𝘵𝘰 𝘢𝘳𝘳𝘰𝘨𝘢𝘯𝘵𝘦! ;Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora