Capítulo 37

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Enid no quería abrir los ojos, no durante el cálido beso que tanto estaba disfrutando, pero nota como la morena se revuelve un poco en su espacio y se separa bruscamente de ella, los abre por fin para ver como Merlina baja la mirada, respira hondo y se aleja de ella; da un suspiro también y baja la mirada, no tenía nada que decir, no se podía decir nada.

Ambas sentadas ahora distanciadas por casi toda la longitud de la cama, se miran de reojo esperando que alguna de ellas se decida en romper el silencio, la cabeza de Merlina ahora refleja un destello de claridad, mira hacia la puerta, entre abierta; se levanta con el fin de cerrarla, no es que su madre acostumbrara a husmear pero no le gustaba dejar aunque sea una mínima posibilidad de que pudiera hacerlo, regresa a mirar a Enid quien sigue en la misma posición, sentada casi en el filo de la cama con los brazos cruzados sobre sus piernas y con la mirada gacha, esa imagen no hacia mas que enternecerla completamente, se acerca hasta ella tocándole el hombro no dice nada cuando la rubia clava su mirada en ella.

— Creo que ya debería irme a casa.—dice Enid después de unos minutos en silencio, la morena no responde, solo sube por el espacio de la cama y se coloca detrás de Enid, abrazándola por la cintura y apoyando su cabeza sobre el hombro de la rubia— También puedo quedarme si así lo quieres.—susurra regresando a mirar a la morena quien le da una leve sonrisa, no obtiene respuesta, solo unos cálidos besos sobre su hombro, besos de paz, besos de sosiego.

Después de unos minutos en completo silencio y con la oscuridad reinando en la habitación, Enid puede sentir como la morena lleva los besos hasta su cuello, haciéndola estremecer cada que siente esa humedad recorrerle con sus labios cada milímetro de su piel, quiere regresar la vista y besarla, pero el placer le nubla la mente al punto de dejarse llevar y no hacer absolutamente nada con su cuerpo.

En medio del deleite entre la piel de la rubia y el calor que emana sus cuerpos juntos, la morena se detiene un momento, respirando pesadamente mientras baja la mirada hasta la unión de sus cuerpos, ve la espalda de Enid, aun vestida con una jersey, sus manos las tiene justo a la altura de la comisura de la prenda, duda un poco, unos segundos apenas, antes de meter sus manos y acariciar levemente la piel desnuda de su amante, no la desviste, ni la vuelve a besar, solo masajea ambos lados de la cintura mientras espera que la rubia tenga algún tipo de reacción, sin embargo solo puede escuchar la respiración algo entre cortada de su acompañante, y eso no era suficiente.

Después de unos minutos de tener sus manos dentro del jersey se levanta de la cama, deja a Enid de lado mientras camina hasta su escritorio, no es que fuera a escribir pero necesitaba calmarse o las cosas podrían terminar en una situación que no quiere, o trata de hacerse creer que no quiere; sin embargo sus pensamientos se ven interrumpidos cuando escucha unos pasos suaves detrás de ella, no se aparta, deja que vengan hasta su lugar, hasta sentir como las manos de la rubia se posan en sus caderas, vuelve a escuchar la respiración ahora un poco mas agitada que antes como se acerca hasta su cuello, piensa que va a besarla, pero no es así, en un solo movimiento la morena se encuentra dada vuelta y acorralada por Enid, quien la tiene entre ella y su maquina de escribir.

La rubia no lo piensa mas y va directamente hasta sus labios, al contrario de Merlina a Enid le gustaba ir rápido, demasiado rápido al parecer piensa la morena cuando siente como una de las manos de Enid se empuja entre su ropa superior, la piel casi gélida de Enid hace que la morena sienta un escalofrío por todo su cuerpo, le encantaba las caricias que le propinaba la rubia, le fascinaban; de repente suelta sus labios para dirigirse a su cuello, dejando suaves besos hasta marcarla completamente; no le interesaba en lo absoluto que la morena iba a querer matarla al día siguiente; con la fuerza dominante que reinaba ahora en ella, logra quitarle de un solo movimiento la blusa que llevaba la morena, quien no protesta, solo se deja llevar, deja que su cuerpo sienta y responda ante los estímulos a los que estaba siendo sometida.

Normies - WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora