Capítulo 44

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Isabel mira de arriba a abajo a Enid mientras ésta le estira los brazos en forma de saludo esperando que le de un abrazo, la menor de las rubias no dice nada, no hay expresión en su rostro cuando pasa por el lado de Enid sin saludarla, parece correr hasta su habitación para luego cerrarla con un fuerte golpe en la puerta, Enid se queda parada frente al umbral, aun con los brazos estirados mientras la sonrisa que había fingido se desvanecía en su rostro, se asoma un momento hasta la calle, tratando de tomar una decisión, no sabe con certeza si debe ir a buscar a Isabel hasta su habitación, reclamarle la falta de lealtad que ha tenido, preguntarle como era posible que le gustará si quiera remotamente la pelinegra, pero no lo hace, en vez de eso camina para afuera de la casa en dirección a la casa de la morena. 

Se queda parada justo por afuera de la puerta, sabe que no puede tocar, si Pericles la viera primero sería capaz de desaparecerla del planeta, aunque ahora tenía dudas si Merlina fuera hacer lo mismo, mira la escalera justo al lado del ventanal que da hasta la habitación de la morena, lo piensa un instante, lo último que quería era darle un infarto a la chica, pero al final se convence, empieza a subir poco a poco hasta llegar a la cima.

Cuando llega se encuentra con la morena tumbada completamente en la cama, con una almohada sobre la cabeza mientras sus pies se mueven al final de la cama, trata de ser lo mas cuidadosa que puede para no hacer ruido, cuando esta completamente dentro se para justo en la esquina de la habitación, un lugar seguro en caso la morena quiera asesinarla, sería mejor lanzarse por la ventana.

— ¿Todo bien?—pregunta después de unos minutos de ver a la morena patalear frente a ella, nota como los movimientos se detienen con brusquedad, las manos que sujetaban la almohada fuertemente sobre su cabeza se tensan, Enid no sabe muy bien si es el momento de tirarse por la ventana o de acercarse a quitarle ese objeto que si seguía un minuto mas en ese lugar le quitaría la respiración, pero por la cabeza de la morena pasan mil cosas mas, tantas que no se puede detener a pensar en solo una, era la voz de Enid claro que si, podría reconocerla entre un millón, el problema era que si la locura estaba invadiéndola tanto al punto de creer que era real, pero cuando esta por seguir en su lamento la voz vuelve a escucharse— Te quedan 58 segundos con esa cosas en la cara si no te quieres ahogar.— la morena quita rápidamente el almohadón y se incorpora de la cama, el cuerpo parece tensarse y de pronto no sabe si es que la falta de oxigeno previa es la razón por la que esta viendo a Enid frente a ella.

— Enid.—es lo único que sale de sus labios, sin decir nada mas se acerca hasta el lugar haciendo que la rubia titubee si es momento de huir o no, pero al sentir la mano de la morena sobre su mejilla acariciando se siente en el cielo, y de pronto sabe que tiene que estar ahí, quiere abrazarla, quiere besarla; pero también quiere estar viva entonces se contiene— Mierda, eres tú.—y como si tomara conciencia, la morena se aparta bruscamente de la rubia y retrocede significativamente, la mira con recelo, y luego con lagrimas en los ojos, Enid no sabe que decir, no sabe como actuar, no sabe si se tiene que acercar o si tiene que huir, otra vez. 

— Quise venir a saludarte...—el golpe de una almohada detiene su oración, levanta la vista y luego ve que otra viene en su dirección, la morena empieza a tirarle todo lo que encuentra a su paso, y la rubia trata de esquivar todo lo que puede— Mer, ¡detente!—grita la rubia escondiéndose detrás de una almohada que amortigua los golpes de los objetos que le son lanzados. 

— Idiota.—de pronto deja de tirar cosas, se mantiene aun con el último objeto en la mano, la rubia no aparta de su delante la almohada aun esperando que esta de un buen lanzamiento que probablemente si la quitara terminaría en el hospital, pero después de unos segundos la morena deja a un lado el portátil que iba a lanzarle, y como si no tuviera control sobre ello, empieza a llorar, trata de detenerse pero no puede, el sentimiento es tan fuerte que la hace intentar sostenerse para no caer directamente al suelo, la rubia se percata de eso, camina hasta ella y sin ninguna intención de incomodarla la coge del brazo para ayudarla a que vaya a la cama, la morena mira el agarre, y de pronto la mínima esperanza que fuera una pesadilla se desvanece— ¿Qué haces aquí?—un hijo de voz sale de ella mientras se sienta en la cama aun intentando parar las lagrimas, no quiere mirarla así que mantiene la mirada puesta en otro lado, nota como la rubia se sienta a costado aun cogiéndole el brazo.

Normies - WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora