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¿Qué? – Dijo Juan sin terminar de comprender que ocurría por la cabeza de aquel hombre – ¡Yo no te ayudaré en nada!¡Ni en tus sueños! – Con una mano Juan le propinó un golpe en la cara, provocando que se arrimara un poco dándole espacio a Juan para alejarse de él. Parecía que a Juan se le bajó el miedo, tomando el lugar su valentía.

El hombre tocó su labio, ahora roto por el golpe, sintiendo el líquido carmesí saliendo de la pequeña herida y solo rio.

No te pregunté, te lo ordené – De repente las cosas volvieron a flotar – Tampoco es como si pudieses hacer algo más.

Tu lo dijiste – Juan apareció su bastón, no sabe ni como, pero dicen por ahí que en una situación de peligro todo se puede – Yo soy un hechicero. 

Y sin más, empezó a lanzar rayos, esquivando las cosas flotantes. El hombre solo lo miró con rabia y el suelo empezó a quebrantarse.

Juan se trepó a una roca flotante, esquivó otra más y perdió de vista a su enemigo.

 Eres muy principiante para llegar a ser un verdadero hechicero – Escuchó a sus espaldas. Rápidamente se volteó y un fuerte golpe llego a su cara, precisamente a su nariz, la cual empezó a sangrar levemente pero a Juan no le importó – Nunca pierdas a tu contrincante de vista.

El desconocido se puso de pie en aquella roca donde se encontraba Juan.

 ¡Y tu ni sigues tus propios consejos! – Dijo Juan desde arriba del de pelo largo. Estaba flotando, con una de sus manos lanzo un gran rayo de luz, el cual cegó por un momento al de ojos magenta al igual que quemó su piel. Se apartó y de su mano un gran látigo de luz se extendió tratando de atrapar a Juan.

Juan no podía atacar pues estaba más concentrado en esquivar el látigo magenta que lo perseguía.

 ¡Ya deja de moverte!¡Me estas haciendo enojar! – Las cosas dejaron de flotar y cayeron de repente. El de cabello largo se situó en el centro de la sala. Alzó uno de sus brazos y golpeo el suelo incrustando su mano en él.

Un montón de lianas espinosas brillantes de color magenta salieron del suelo, como si de un depredador cazando a su presa, todas se dirigieron a Juan a una gran velocidad.

Juan se recompuso y siguió huyendo, observó el lugar mientras huía. Su mirada cayó en el portal. Necesitaba salir de ahí.

Llegó a la conclusión, el tipo lo necesitaba para llegar a los dioses, si lograba hacer que lo pierda de vista no podrá hacer su cometido. 

Estaba por llegar al portal hasta que una de las lianas tomo su pie, jalándolo con fuerza y clavando sus espinas. Perdió el equilibrio provocando que caiga al suelo y que las demás lianas se acercaran y a su vez lograran encarcelar su cuerpo con fuerza, clavando sus espinas por su cuerpo y arrastrándolo hacia el dueño de estas. Juan solo soltó un gritó por la fuerza que lo apretaban ya que las espinas se incrustaban más.

Las lianas lo obligaron a hincarse en un punto fijo mientras el de ojos magentas se acercaba poco a poco hacia él.

¿Ahora qué? – Se hincó frente a Juan – ¿No que tan hechicero? 

Juan solo desvió la vista cerrando los ojos, aguantando las lagrimas. Las lianas de repente dejaron de tener espinas. Juan regresó su vista al de cabello largo dispuesto a encararlo.

¿Qu- qué necesitas de mi? – Preguntó Juan con dudas y claro, para saber que iba a hacer aquel desconocido.

Él solo sonrió, tardó un poco en contestar – Te necesito a ti – Se levantó y empezó a caminar al rededor de Juan – Verás, hace mucho fui encerrado en este horrible lugar, ellos me encerraron aquí – Juan lo seguía con la mirada – Tu tienes mucho poder, pero no sabes controlarlo.

¡Eso no responde a mi pregunta! – Dijo Juan un poco más desesperado.

Abriste portales dimensionales – Se acercó a Juan – Más de una vez, yo solo los aproveche, seguí el pequeño rastro de magia que dejaste y logré abrir un portal hasta aquí.

Redirigiste mi magia... Pero ¿como? – Juan lo miró incrédulo – Esos son hechizos prohibidos... 

Yo les llamo pequeños trucos bajo la manga – Dijo tomándose de la manga divertido – El punto es que tu magia es increíble y extrañamente poderosa, y me será necesaria para matar a esos dioses.

Eres un hijo de puta – Dijo Juan mirándolo con asco, ¿Matar a los dioses? Ni loco permitiría eso – Ni siquiera se quien eres.

– Oh, lamento ser tan descortés – Hizo una pequeña reverencia – Yo soy Defessus.

"El Primer Dios del Todo"

|  Estoy vivo  | Juan CubitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora