Capítulo 2:

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Capítulo 2:

-Deja de quejarte!

La reina Rahena suspiró exasperada ante los quejidos de su hija, quien lucía como un pez tratando de respirar fuera del agua

-¡Pero si apenas puedo respirar! ¡Esto está tan ajustado que parece que mis pechos se fueran a salir! Se supone que el día de mi boda debe ser especial para mi, pero los que tendrán un espectáculo si me muevo mal serán los invitados.

La tela del vestido era suave al contacto con su piel, el largo mostraba sus piernas sin llegar a ser escandaloso, al menos no tendría que preocuparse por mostrar también la ropa interior, el problema era el corset en forma de corazón que Lorelai había ajustado al máximo, la princesa sentía como sus órganos internos comenzaban a apilarse uno sobre el otro y temía que si respiraba profundamente terminaría rompiéndose una costilla, las barras de metal de aquel instrumento de tortura se le clavaban a los costados y las chorrocientas esmeraldas que estaban incrustadas lo hacian pesar al menos 8 kilos, era como caminar con un chaleco aintibalas.

-Cutler lo eligió personalmente, es necesario que lo uses

Claro, por supuesto.

-Majestad, si gusta podemos pasar a probar el vestido para la próxima cena con la corte, después de todo la unión con el joven Collins no pasará hasta dentro de unos meses

La princesa le dedicó una mirada de agradecimiento a su mucama, evitando la mirada de águila de su madre, la reina consideró las palabras de la joven por un momento y finalmente asintió.

-Muy bien, Lorelai, encargate de que se vea decente, confío en ti - abrió la puerta de su estudio - Tengo otros asuntos que atender, así que encárgate de ella.

La amenaza de "si mi hija nos avergüenza frente a la corte tendré tu cabeza en un plato" quedó flotando en la habitación, el aire que ambas chicas habían contenido fue soltado con un suspiro

-Por favor, sacame de aqui

Suplico la princesa jalando las cuerdas del corset sin éxito

-Voy, no lo vayas a romper

Una vez la princesa estuvo libre de su vaporosa prisión se sentó en un banco café mientras Lorelai rebuscaba el armario en busca de algo.

-Este es tu color

Se volteo mostrando un vestido simple pero delicado de tono borgoña, tenía escote redondo y la manga iba hasta el hombro, la tela de la cintura parecía contraerse para darle forma a la figura y el largo llegaba hasta el suelo.

-Es hermoso

La joven agarró el vestido, la tela se sentía como una segunda piel y el material era lo suficientemente oscuro como para tapar las manchas de sudor que muy probablemente tendría durante la cena, estar rodeada de toda la corte siempre la ponía nerviosa, a duras penas lograba dar dos bocados a la comida sin querer regresarla. Todos esos ojos sobre ella parecían juzgarla, recordarle lo diferente que era a todos y que nunca encajaría, siempre sería la princesa rota.

-Vamos, póntelo

Lorelai se aseguro de que la tela estuviera liza antes de girarla al espejo, había recogido su melena en un sencillo tocado que parecía ser refinado pero lo suficientemente suelto como para ahorrarle el dolor de cabeza que los complicados peinados solían causarle.

Se enfrentó a su reflejo, mirarse al espejo siempre le causaba confusión, entendía, claramente, que aquella persona era ella, y que todo lo que veía en el cristal le pertenecía: el rostro redondo, la nariz ancha y respingada, los labios carnosos con las marcas generadas por sus propios mordiscos nerviosos, una piel que no parecía ser ni pálida ni bronceada, un tono que no está ni aquí ni allá, así como ella.

El escote probablemente sería un problema para Cutler quien prefería mirar sus senos a mirarla a la cara e insistía en que usara prendas que le permitieran a sus ojos tener un acceso fácil. Pero bueno, por una noche tendría que aguantarse. Su cintura se veía natural y marcada sin quitarle el aliento.

Caminó de un lado al otro de la habitación testeando el movimiento, la tela se ajustaba sin enredarse en sus piernas con cada paso, eliminando las posibilidades de una caída. Se veía lo suficientemente elegante como para aplacar a su madre sin quitarle la poca libertad que le era permitida

-Es perfecto

Salto abrazando a la mucama, quien aceptó su tacto durante unos segundos

-Recuerde mantener la compostura, princesa, no queremos problemas

El tono y la seriedad de sus palabras cayeron como un balde de agua fría, y no es que Lorelai no la quisiera, pero debía recordarle constantemente que las muestras de aprecio estaban prohibidas y que si la reina o el rey la veían siendo amistosa con el personal todos estarían en problemas.

-Claro... Disculpa.

Le dedicó una mirada suave y le soltó el cabello con delicadeza.

-La cena es en dos días, puedes dejar el vestido en tu recamara y yo me encargare de alistarte cuando llegue el momento. Por ahora me retiro, princesa.

Le dedico una pequeña reverencia antes de dejarla sola. No podía culpar a Lorelai por tratar de mantener sus interacciones al mínimo, cualquier cosa que pudiera poner su trabajo en riesgo la aterraba. Pero anhelaba poder ser su amiga, tal vez fuera absurdo. ¿Qué hace una princesa que lo tiene todo en bandeja de oro anhelando la amistad de su sirvienta?

Los hermosos vestidos, las joyas valiosas, la comida extravagante, todos los lujos, la seda y el oro que la rodeaban palidecian al lado de esos momentos en los que podía sentirse como una joven normal.

Pero su camino ya estaba marcado, guiado por lo que el destino había decidido para ella, pronto la pesada corona estaría sobre su cabeza y reinaría al lado de Cutler, tal vez podría cambiar algunas cosas, asegurarse de que sus trabajadores tuvieran descansos justos y acceso a una mejor alimentación, por fin podría conocer el reino y ver con sus propios ojos en qué situación viven realmente los súbditos.

Sus padres le contaban historias asombrosas sobre la confianza, el amor y la lealtad que el pueblo tenía sobre el legado Cohen, pero cada vez que escuchaba la realidad de sus trabajadores más cercanos dichas historias se llenaban de grietas. La primera vez que quiso hablar con la reina al respecto el tema fue zanjado con rapidez.

-Ya sabes que no puedes salir hasta que seas coronada, ¿acaso no confías en tus padres? Lo que te decimos no es nada menos que la verdad. ¿O nos estás llamando mentirosos?

-No madre, pero puede que la verdad de las distintas realidades no llegue hasta el castillo

-Deja de preocuparte tanto por la plebe, lo único que debes entender es como sacar el mejor provecho de cada siervo del reino, si nuestra casa se beneficia entonces el pueblo también lo hará.

Aquella conversación seguía dejándole un mal sabor de boca, su madre estaba convencida de que la única forma correcta de liderar era desde arriba, sentada cómoda en su trono de plata y diamantes mientras su poder era minado por aquellos debajo de ella. Y por mucho que quisiera creer en sus palabras y aceptar los lineamientos impuestos por su familia, su corazón gritaba que eso no era más que opresión.

¿Cuánto podría hacer cuando todo el sistema parecía estar podrido? 

La Llama EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora