Capítulo 9:
Drach había llegado a aquel pueblo como había llegado al mundo: sin nada. Desde el primer momento en el que tuvo conciencia su vida no había sido más que una lucha constante por sobrevivir. ¿A qué tipo de niño lo encuentran en medio de un bosque sin ninguna pista de donde vino?
Pasó por multiples hogares adoptivos y por varios orfanatos, siempre en búsqueda de algo que parecía no existir, lleno de una añoranza por algo que nunca había conocido. El mundo se sentía como un rompecabezas gigante y él parecía ser esa pieza que no importa cuanto trates de amoldarla o forzarla, simplemente no encaja.
Había pasado semanas con nada más que galletas de arroz y agua como sustento, forzado a seguir limpiando los pisos o lavando los platos aun cuando sus entumecidos dedos habían empezado a sangrar, a seguir utilizando aquellos trapos helados que le hacían doler las manos durante días.
Había sido echado de su último hogar de paso: una pareja de zapateros quienes solamente habían buscado la ayuda económica que daba el orfanato a las familias dispuestas a acoger seres desamparados. Aquellos quienes supuestamente debían de haberle cuidado le consideraban un fenómeno y finalmente lo descartaron como una servilleta sucia.
"Lárgate, bueno para nada! Ningún orfanato recibiría a los de tu tipo!" Claro, no era usual que los huérfanos pasarán de los 18 sin haber encontrado un hogar, pero ahí estaba él, a sus 26, sin familia, sin trabajo, sin oportunidades. Siendo visto como nada más que una sanguijuela que quería seguir aprovechándose de un sistema que ni funcionaba. "El mundo sería un mejor lugar si te echaras a morir por ahí"
-¡Callense!
Drach le gritó a la nada. Nunca le daría el placer de ver sus deseos cumplidos aquellos quienes le habían deseado la muerte y en ese momento juro que viviría a toda costa. El fuerte gruñido de su estómago lo regresó a la realidad.
Había abandonado el orfanato, no tenía ahora un techo sobre su cabeza ni comida, por poca que fuera, había sido forzado a dormir en las calles, en los callejones oscuros o en los parques, y hace casi tres días que no probaba bocado de nada. No había tenido las agallas para robar, pero si quería sobrevivir sería necesario.
Se dirigió al mercado, trataba de pasar por un pueblerino cualquiera, y aunque el latido de su propio corazón le taladraba los oídos hacía lo posible por aparentar una falsa confianza. Se encontró entonces con un puesto de fruta atendido por una anciana. Observó aquel rostro marcado por el tiempo y el diminuto cuerpo de la señora y pensó que no sería difícil llevarse unas cuantas frutas a espaldas de la anciana.
Agarró dos manzanas y tres duraznos con el mayor sigilo que pudo, siempre asegurándose que aquellos ojos cansados no lo siguieran. Y en el momento en el que la anciana parecía estar ocupada atendiendo a varios clientes emprendió su salida, caminando lo suficientemente rápido como para alejarse pero no tanto como para levantar sospecha.
Estaba seguro de que lo había logrado, satisfecho consigo mismo, casi podía saborear el dulzor de la fruta, la boca se le llenaba de saliva y el estómago le rugía, demandando comida. Sintió un fuerte golpe en la nuca, se giró sorprendido, tan rapido que por un momento todo se puso negro, cayo sobre su trasero como un saco de papas y fue ahi cuando la anciana remato dandole un escobazo en la coronilla
-¡No eres más que una sucia sabandija! ¡Largo de aca!
La anciana gritó dándole un escobazo por cada palabra que pronunciaba, Drach solo agacho la cabeza, tratando de protegerse un poco, el ruido lo estaba mareando y la cantidad de gente que se estaba reuniendo a su alrededor le ponían los nervios de punta. Todo le daba vueltas y no sabía bien si tenía ganas de vomitar o si se iba a desmayar.
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La Llama Eterna
FantasiLa princesa de Multraba solo quería hacer sentir orgullosos a sus padres, realmente se esforzaba en ser una buena hija. ¿Cómo terminó uniéndose a una rebelión y qué secretos se esconden detrás de los ojos helados de Drach?