Capítulo 8
El olor a arena quemada se metía por su habitación, impregnando cada fibra de su cuerpo y atacando su olfato. La princesa se arrugó la nariz preguntandose qué estarían haciendo. Continuó secando su cabello con suavidad.
El grito de un animal herido le helo la sangre, empezó a entender lo que estaba pasando. Se deshizo de la parte superior de su falda, quedando con las bombachas diseñadas para darle ese toque esponjoso a sus vestidos, en la parte superior tenía un corset color crema que luchaba para aflojar mientras daba grandes zancadas.
Había abandonado su cuarto, la puerta se cerró estruendosamente
-¿Tu a dónde vas con tanta prisa?
Le gritó Lorelai cuando casi le pasa por encima, la princesa no encontraba su voz como para responder, las palabras se ahogaban en su garganta, su corazón había sido reemplazado por un caballo desbocado que relinchaba aterrado.
Forzaba cada músculo de su cuerpo, corriendo como nunca había corrido antes, en cuestión de dos minutos estaba ya en la playa, cada nervio en su cuerpo se contraia dolorosamente. Grandes barcos de caza se encontraban en la playa, unos hombres robustos afilaban lo que parecían ser arpones, sus frentes estaban fruncidas, concentrados en su tarea y el rostro de todos parecía curtido por el tiempo y la sal del mar.
Grandes excavadoras se movían de un lado a otro, volteando las rocas que las focas solían usar para tomar el sol, la arena se quemaba bajo el paso de sus monstruosas llantas. Parte de la arena estaba manchada de sangre y el tono rojizo podía verse incluso en las olas que golpeaban contra la costa.
En medio de todo el desastre estaban Cutler y Rahena, supervisando como faros toda su masacre. Gruesas lágrimas recorrían sus mejillas. ¿Cómo pudieron hacer esto?
-¿Qué están haciendo?
Gritó la joven con fuerza, acercándose con paso decidido a aquellos verdugos. La reina la miró de arriba a abajo, como si fuera simplemente un chicle pegado a su lujoso calzado.
-Cutler me hizo caer en cuenta de que estos animales nos podrían servir para algo. Puedes creer que llevan viviendo gratis por décadas y hasta ahora es que hacemos algo?
Apretó los puños, las uñas se clavaron en su piel con tanta fuerza que podía sentir la sangre brotando en sus palmas.
-No! ¡No lo puedo creer! - A penas podía reconocer su propia voz - Conozco a esta manada desde que tengo memoria, no son más que animales inocentes! - Levantó una mano, un dedo acusador señalaba a su madre - Tú lo sabes, sabes que vengo acá a alimentarlas ¿y ahora permites que les hagan esto?
-¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma? ¿Acaso no te he enseñado lo suficiente? Esta pataleta que estás haciendo solo prueba que eres débil. ¿Realmente estas llorando por unos estúpidos animales? Cutler - Se giró para llamar al joven que parecía estar revisando algo en uno de los barcos - Ven acá y trae tu trofeo.
-¿Por qué me ignoras? ¿Lo que siento te importa tan poco realmente? ¡Mírame! ¡Al menos ten la decencia de decirmelo a la cara! ¡Mírame a los ojos y demuéstrame lo poco que te afecta destruir lo que me importa!
El pecho lo sentía pesado y se mordía las mejillas, luchando por mantener controlado el temblor de sus labios, pestañeaba rápidamente, tratando de disipar las lágrimas que nublaban su vista, la figura de su madre se veía imponente, y aunque la tela azul de su vestido de vicuña se meneaba ante la briza inclemente su cabello era inamovible, sujeto bajo el peso de su corona.
Su atención regresó a la temblorosa princesa. Su espalda estaba totalmente erguida, sus movimientos tenían la gracia de una gacela y la fuerza de una leona, sus ojos permanecían abiertos a pesar del viento, era una imagen indoblegable.
-Esto es culpa de Darius - se lamentaba casi que consigo misma - Para cuando quise ponerle un alto ya se había encariñado contigo, ya te había vuelto débil, lo único que pude hacer fue separarlos
La princesa la miraba atónita, ¿la razón por la cual su padre parecía haber levantado una muralla impenetrable había sido su madre? ¿La razón de sus más oscuras inseguridades y de tantas noches de llanto?
-¿Qué?
-Ay, ya me escuchaste, se bien que no estás sorda. Además, ¿que traes puesto? ¿Cómo se te ocurre salir así?
El tono despectivo de la reina solo terminaba de cavar más profundo el puñal que ya la había atravesado.
-¿Me llamabas?
La voz de Cutler sonaba como el raspar de un tenedor en un plato vacío.
-Ah, si, muestrale a la princesa tu trofeo, a ver si así entiende de una vez por todas que las sentimentalidades no son propias de la nobleza.
El joven se acercó lentamente a la princesa, mostrándole algo que tenía escondido tras su espalda. No necesitó detallar por mucho tiempo antes de reconocer el pelaje blanco y suave de lo que había sido un cachorro. Manchas de sangre recorrían las manos de Cutler.
Antes de que pudiese procesar nada sus piernas fallaron, forzándola a caer de rodillas, sus oídos pitaban, su garganta ardía y un sonido desgarrador llenaba el ambiente, le tomó unos segundos entender que el dolor de su garganta y el pitido en sus odios eran porque aquel sonido lleno de dolor provenía de ella.
-No son más que cosas apestosas
Dijo lanzando el cadáver del cachorro, sintió como todo lo que había comido regresaba con fuerza, se giró, dándole el respeto que se merecía a aquel ser inocente cuya vida habian cortado despiadadamente y vació su estomago con violencia sobre la arena negra.
Su garganta parecía cerrarse y el aire cada vez era más escaso, empezó a boquear como un pez fuera del agua, desesperada, todo a su alrededor parecia desaparecer, puntos negros empezaban a adueñarse de su vista.
-Espero que esto te recuerde que el amor es estupidez, adorar algo te vuelve débil, y solo los malos líderes son débiles, si tengo que destruir todo lo que ames para que lo entiendas lo haré.
No tenía la fuerza suficiente como para levantar la mirada, sólo podía concentrarse en los granos de arena mientras trataba de luchar contra el mareo que se apoderaba lentamente de su cuerpo.
-Me voy, la próxima vez que te vea espero que estés presentable.
Sintió las pesadas pisadas de aquellos tacones con joyas incrustadas pasar a su lado.
-Se que te dije que haría algo con esas cosas cuando reinaramos, pero luego se me ocurrió, ¿por qué esperar? Y una vez le hable de mi idea a la reina el proyecto se empezó casi que de inmediato. Podrías buscarte un nuevo pasatiempo ¿has considerado el piano? Estoy seguro de que esas bellas manos pueden hacer muchas cosas
Aquellas palabras la llenaron de náuseas, el estómago se le contrajo, pero de su boca no salió nada más que bilis amarillenta. Las pisadas de Cutler siguieron a las de la reina.
Y solamente cuando se encontró sola se permitió romperse, otro grito desgarrador atravesó su garganta, sus manos estaban enredadas en su cabello, furiosas lágrimas escapaban por la comisura de sus ojos cerrados. Solamente cuando sus gritos fueron reemplazados por pequeños quejidos que seguían sacudiendo sus hombros fue que se permitió sentir aquella mano que recorría con suavidad su espalda.
-C-cuánto t-tiempo llevas a-acá?
Titubeo
-El necesario, ¿estás lista para levantarte?
-No
No hubo respuesta, pero sintió como una mano la agarró por la cintura y otra pasaba por debajo de sus piernas, pronto se encontró en el aire, sostenida por los brazos de Milo
-Si te quedas aca te vas a enfermar
La joven ocultó su rostro en el pecho de Milo, arruinando su camiseta que ahora estaba manchada por sus lágrimas y maquillaje corrido
-¿Que no era tu día libre?
-Cuidar de ti es un trabajo de tiempo completo, además estaba cerca, ven, vamos a casa.
-Yo no tengo una casa.
Milo observó algo a la distancia, incapaz de responderle.
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La Llama Eterna
FantasyLa princesa de Multraba solo quería hacer sentir orgullosos a sus padres, realmente se esforzaba en ser una buena hija. ¿Cómo terminó uniéndose a una rebelión y qué secretos se esconden detrás de los ojos helados de Drach?