[25] Fantasmas del pasado

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Habían transcurrido un par de días desde que Billy volvió al pueblo con su ego y superioridad por encima de todo lo que se le atravesara

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Habían transcurrido un par de días desde que Billy volvió al pueblo con su ego y superioridad por encima de todo lo que se le atravesara. Era una completa pesadilla andante. El típico cretino que sabía volver locas a las chicas con tan solo dedicarle una mirada lujuriosa como si estuviera a punto de llevarlas a la cama.

—Si no estás afuera a las siete en punto, te regresarás caminando sola, porque no pienso esperarte.

Max suspiró como respuesta, abriendo la puerta del coche.

—Te estoy hablando, Maxine. Ya sabes que te irá muy mal si me dejas con las palabras en la boca —advirtió mirándola a través del retrovisor—. Siete en punto, o te regresarás sola.

—Te lo he dicho un par de veces, me llamo Max, no Maxine.

—Me importa un carajo tu nombre, yo te llamo como se me antoje —Billy clavó sus dedos en el volante para girarse a ella, quién estaba situada en los asientos traseros—. No escuché tu respuesta, mocosa —dijo entre dientes.

—Ahórrate el viaje de regreso, me iré caminando a casa —bajó del vehículo, azotó la puerta y le mostró el dedo anular mientras retrocedía al Arcade.

Me quedé estupefacta con la escena que acababa de presenciar. Si de un buen contrincante se trataba, Max era la mejor para poner a Billy en su lugar.

El mencionado devolvió la mirada al frente, con una completa rabia que fácilmente se hacía notar en su rostro contraído y labios fruncidos. Su expresión lo delataba con facilidad. De nuevo encendió el Camaro, para dirigirnos a nuestro segundo punto de llegada.

El supermercado.

—¿No dirás nada? —habló después de cruzar algunas cuadras, intentando sonar de lo más relajado.

—Esa niña es mi ídola —abrí mi pequeño bolso de cosméticos para retocarme los labios.

—No estoy de humor para tus comentarios sarcásticos, ___ —frotó su mandíbula con los dedos, un tanto exasperado.

—¿Quién dijo que lo estaba siendo? —ni siquiera me molesté en voltear, porque ya tenía descifrada su expresión de chico malo.

Billy dejó escapar uno de los más hastiados bufidos, como si después de eso, se tragara el coraje acumulado en sus pulmoncitos de fumador.

Eso es, Billy, controla tus arranques de ira, vas bien.

—Llegamos —respondió en seco, estacionando el auto en una zona para discapacitados.

Y yo me mordí la lengua para no burlarme  de él, con un comentario de "no sabía que también era una zona apta para personas sin cerebro"

Apenas ingresamos al súper, tomé una canasta y desdoblé la hoja en la que Susan había escrito una lista de insumos que se deberían comprar en la segunda semana.

𝐑𝐨𝐜𝐤𝐞𝐭 𝐐𝐮𝐞𝐞𝐧 𝐥𝐥 ~ 𝘌𝘥𝘥𝘪𝘦 𝘔𝘶𝘯𝘴𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora