[28] Reconciliación

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El aroma a panqueques de vainilla, se mezcló entre la rendija de la puerta

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El aroma a panqueques de vainilla, se mezcló entre la rendija de la puerta. Lentamente me removí con suma flojera para sentarme sobre el colchón y estirar los brazos en el aire. Noté que aún portaba mi disfraz de Halloween y entonces recordé que entre tanto llanto de felicidad terminé durmiéndome en un parpadeo rápido.

Cuidadosamente bajé de la cama, me coloqué unas sandalias negras que estaban arrinconadas sobre las maletas de Eddie. Enseguida salí de la habitación.

Me dejé guiar por el delicioso aroma del desayuno; ahí estaba él, de espaldas y silbando, mientras volteaba una de las piezas de panqueques. 

—Buenos días, señor Munson —saludé desde el umbral de la puerta. Él se giró con la espátula suspendida en el aire, dedicándome una amplia sonrisa a labios sellados.

—Llegas justo a tiempo, preciosa mía ¿quieres café o cerveza? —se rascó la nuca con la mano libre.

Estaba actuando más... servicial de lo normal, así que fruncí el ceño y le dediqué una sonrisita confusa.

—¿Cerveza para desayunar? —sacudí mi cabeza de un lado a otro—. Gracias, pero prefiero el café. Además... el crédito de la cerveza te lo llevas tú, cielo.

Eddie no dejaba de contemplarme con ojos de amor, olvidando por completo la pieza de harina que dejó sobre el sartén.

—Eddie —señalé la estufa—. Se está quemando el...

—Ah, mierda —se giró de golpe.

Siguió maldiciendo cómo de costumbre,  y apagó la estufa, después tomó la pieza con la espátula y lo lanzó al plato como si se tratara de comida para reos.

—No seré el mejor preparando desayunos, tampoco es mi pasatiempo. Pero me nació hacerlo —sostuvo ambos platos con las manos, dirigiéndose hacia el comedor—. Así que, acepto cualquier tipo de cumplido, princesa.

Solté una risa mirandolo divertida, avanzando detrás suyo. Eddie colocó los platos sobre la mesa, le eché un fugaz vistazo al desayuno y presioné mis labios para no volver a reír. Sus panqueques no eran los mejores en presentación, pero tampoco se miraban tan mal.

O bueno...

Quizá sólo estaban un poquito quemados.

Quizá, porque eran como dos piezas de carbón.

—De ninguna manera les saldrán brazos y te apuñalarán con el cuchillo —defendió con el ceño hundido, justificando la espantosa presentación.

—Hasta no probarlos, no opinaré ¿de acuerdo?

—De acuerdo, ___—suspiró a punto de tomar asiento—. ¡Oh! casi olvido el café—alzó la palma de la mano—. Ni se te ocurra ir por el, me comprometí en atenderte como lo mereces.

Salió disparado de regreso la cocina, no me dio tiempo en preguntarle el "por qué"
Mientras volvía, aproveché en cortar un trozo de pan y llevármelo a la boca; enseguida sentí una explosión de sabor a mantequilla y vainilla invadiéndome el paladar. Sabía delicioso.

𝐑𝐨𝐜𝐤𝐞𝐭 𝐐𝐮𝐞𝐞𝐧 𝐥𝐥 ~ 𝘌𝘥𝘥𝘪𝘦 𝘔𝘶𝘯𝘴𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora