[1] Hogar, dulce hogar.

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Después de terminar el concierto más esperado del mes, visitamos el primer bar que le abrió las puertas a los chicos cuando recién se instalaron en Los Ángeles

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Después de terminar el concierto más esperado del mes, visitamos el primer bar que le abrió las puertas a los chicos cuando recién se instalaron en Los Ángeles. Y todo para festejar el contrato número dos de la banda. Eddie me tenía abrazada de los hombros, mientras que Gareth, Jeff y Lawrence chocaban sus botellas de cerveza.

—¡Ey, camarero!, tráiganos cinco tarros más —exclamó Gareth totalmente alcoholizado.

—Ya deja de beber, hombre, o mañana no querrás levantarte para ir a la grabación del disco —protestó Lawrence preocupado y Gareth únicamente le mostró el dedo anular.

—Mejor chúpamela, mantecoso —espetó echándose a reír como un enfermo.

—¡Chúpamela primero, pelos de escoba rancia! —Lawrence se defendió. Jeff y Eddie se carcajearon al escucharlo.

—¡La tienes chiquita, maricón! —dijo Gareth lanzándole una corcholata. Lawrence se enfureció como un toro y amenazó con estamparle un tarro de vidrio.

—Salgamos de aquí antes de que terminen arrancándose las bolas —Eddie  se levantó del mueble ofreciéndome la mano— si me necesitan, no estaré para ustedes —le dijo a Jeff palmeándole el hombro.

⚁ ⚁ ⚁

Salimos de ahí, tomados de la mano, riéndonos en alto como si fuéramos unos adolescentes. Habían pasado dos años desde que nos mudamos a Los Ángeles, y la mayoría del tiempo teníamos que convivir con los chicos, puesto que vivíamos todos juntos en una casa que compraron entre los cuatro. Otras veces nos era difícil coincidir por los horarios de cada uno, yo trabajaba en las mañanas y parte de las tardes como entrenadora de una secundaria. Eddie ensayaba con su banda, o asistían a diferentes cadenas de radio y televisión, no había día en que mi chico pudiera descansar de los medios.

—¿Crees que recuerden cómo volver a casa? pienso qué tal vez no fue buena idea dejarlos solos. 

—Nena, ni siquiera recuerdan quienes diablos son —soltó una risa divertida cerrando la puerta de su asiento— descuida, no les pasará nada. Si no llegan a casa en la mañana, yo mismo me encargaré de colocar sus fotos en el periódico, o de reclutar nuevos cabrones para la banda.

—¡Eddie! —protesté mirándolo con los ojos muy abiertos— no seas cruel con ellos.

—Que sexy te miras enojada, acabas de provocarme una erección—presionó mi pierna con su cálida mano mientras acercaba su rostro al mío—. No bromeo, nena, quiero follarte y escucharte gritar, hasta que te corras en mi.

Confesó lo último en un susurro antes de devolverse al volante y encender el vehículo. Admito que me hizo mojar, realmente extrañaba tener intimidad con él, sin preocuparme por los chicos que al principio se mantenían pegados del otro lado de la puerta.

—¿El alcohol te deshizo la lengua? —inquirió con diversión. Me conocía tan bien, que ni siquiera me molesté en seguirle el juego.

—No, es solo que también te extraño.

Alzó las comisuras concentrándose en la carretera.

—Te extraño más, dulzura, eres mi maldita necesidad diaria y me haces mucha falta.

—Entonces estaciónate en aquel callejón y hagámoslo de una vez —señalé al frente, se me estaba haciendo eterno el camino para llegar a nuestra vivienda. Lo necesitaba con urgencia.

—Que traviesa eres —me miró descuidando el volante por un segundo.

—Eddie, mira al frente —espeté nerviosa.

—Tranquila, son las dos de la mañana, no hay nadie que pueda atropellar.

Estacionó la camioneta tal como le propuse, el callejón era lo suficiente amplio para que se acomodara sin dificultad. Me retiré el cinturón de seguridad, él hizo retroceder su asiento mientras bajaba el zipper de su pantalón.
Agradecí llevar una falda de cuero, así no tendría problema con las prendas al momento de quitarme las bragas.

Me removí entre los asientos para subirme encima de su regazo, comenzando a besarle cuello con desespero. Saboreando cada rincón de su piel, no perdí mi tiempo e introduje las manos por debajo de su playera para acariciarle el abdomen.

Eddie rodeó mi cintura con las manos, guiando los movimientos a mis glúteos, que después viajaron hacia mis caderas y nuevamente se estacionaron en mis glúteos, ahí aprovechó para alzar mi falda y plantarme una sucia nalgada. Jadeé con la lengua pegada en su mandíbula, encajando las uñas en su abdomen.

—Álzate un poco y ábrete para mi —susurró jadeante sacando un condón del pantalón. Segundos después lo destapó con los dientes. Obedecí haciendo a un lado las bragas.

Sentí la humedad de su miembro rozar mi entrepierna cuando lo liberó del bóxer, se colocó el condón y yo comencé a frotarme en vertical, deleitándome con su endurecido tronco en medio de mis labios. Nuevamente volvió a nalguearme, ahora tomando el control de los besos, apresándome el cuello con sus carnosos labios y su respiración errática que me envolvía como una loca. Eddie lo alineó a mi entrada, y como seguía alzada me dejé caer completamente sobre él, sintiéndolo abrir mi interior.

Solté un gemido ensordecedor, después otro, y otro, impulsándome de arriba hacia abajo, acelerando los movimientos con rudeza, una tras otra vez. Mis líquidos no se demoraron en escurrir sobre el condón; esto hizo que me deslizara con más facilidad. De un momento a otro me alcé por completo, dejándome caer de golpe, Eddie gimoteó una mala palabra  como respuesta de que lo estaba disfrutando.

Me moví en círculos, en vertical, nuevamente en círculos echando la cabeza hacia atrás, volviendo a dar saltitos suaves y luego más bruscos. Mi novio aprovechó para tomarme del mentón y obligarme a mirarlo, él sonreía con perversidad. Se acercó a mis labios para besarme, y hacer danzar nuestras lenguas a un ritmo acelerado, muy obsceno.

Presionó mi trasero y esta vez se encargó de embestirme a su ritmo precipitado, lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos y mi pecho subía y bajaba con dificultad.

—Me... voy a... —murmuró estirándome el labio inferior con los dientes.

Su miembro se contrajo en mi interior, mientras que chupaba mi labio y volvía besarme con normalidad. No demoré en correrme también, cayendo rendida sobre su cuello.

—Mierda... —exclamó.

—Si... mierda —tomé una fuerte bocanada de aire—. Te amo.

—Y yo a ti, princesa, yo a ti~ —sentí sus caricias recorrer mi espalda de abajo hacia arriba. Despegué el rostro de su cuello para observarlo con una sonrisita tímida, Eddie plantó un beso en mi frente y otro en la punta de mi nariz—. Vayamos a casa, cariño.

𝐑𝐨𝐜𝐤𝐞𝐭 𝐐𝐮𝐞𝐞𝐧 𝐥𝐥 ~ 𝘌𝘥𝘥𝘪𝘦 𝘔𝘶𝘯𝘴𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora