[30] Salir con vida o morir por igual.

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—¿Qué fue eso?

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—¿Qué fue eso?

—¡No lo se! —Eddie desvió la mirada en todas las direcciones—. Pasemos de largo y hagámos como que no oímos nada... ¡Nada! —tomó mi muñeca para emprender la huida.

Ambos nos echamos a correr, como si nos persiguieran una jauría de lobos hambrientos, ansiosos de querer saciarnos los huesos. Mis piernas no reaccionaban como lo esperaba, a duras penas se tambaleaban y vibraban como un par de placas tectónicas que intentaban regularizarse.

Nuevamente la voz sembró un alarido detrás de los árboles que nos rodeaban, no sabíamos exactamente en cuál, porque la maleza se movía fugazmente por el viento. La luminosidad del ambiente no era muy favorecedora, y los pasos seguían aproximándose a nosotros.

—Mejor quédate aquí —me empujó hacia un árbol.

—¿¡Qué!? ¿Por qué?

Tomó una rama del suelo y guardó un par de rocas en los bolsillos de su pantalón. Después tomó una piedra más grande y le sopló para volar las partículas de polvo.

—Solo es una persona, puedo con ello—apoyó una mano sobre la corteza del árbol sin dejar de analizarme—. Averiguaré que diablos estaba haciendo aquí y porqué gritaba como enfermo.

—¡No, Eddie, sigamos! —sacudí su playera—. Tú mismo lo dijiste, además, no queda mucho para llegar a la salida. Anda, vámonos.

—No, tú quédate aquí —dijo mirando por encima de su hombro—. Algo no está bien... y no pienso escapar, sin averiguar el porqué.

—Yo se que nada está bien —sostuve su rostro entre mis manos para que me volviera a mirar—. ¿A que estás jugando? no te hagas el valiente, Munson—tragué grueso—. ¿Qué tal si está armado, o acompañado de otros hombres armados?

Él suspiró bajando mis manos.

—No lo sabremos hasta no averiguarlo—lamió sus labios, retrocediendo, con la rama alzada en el aire—. Ya regreso.

Pero como era una necia, me despegué del tronco y también tomé una rama del suelo.

—No me digas que hacer —le pasé por un lado—. Iré contigo quieras o no. En fin... no me importa.

—¡Estás loca! —me tomó del brazo—. Has caso y quédate ahí.

—¡No, tú estás loco! —golpee su rama con la mía—. Iré contigo, ya te dije. O salimos con vida, o morimos por igual.

—¡De ninguna manera!

—¡Que si!

Seguimos discutiendo un par de minutos. Y sin darnos cuenta el sospechoso estaba detrás de nosotros, respirando pesado y jadeando como Michael Myers cada vez que atrapaba a sus víctimas.

Mis ojos se abrieron de par en par y mi alma ya empezaba a desprenderse del cuerpo.

—¡Ustedes! —masculló el sujeto y Eddie se giró directamente a agredirlo. Yo empecé a gritar, lanzándole la rama, pero éste la esquivó.

𝐑𝐨𝐜𝐤𝐞𝐭 𝐐𝐮𝐞𝐞𝐧 𝐥𝐥 ~ 𝘌𝘥𝘥𝘪𝘦 𝘔𝘶𝘯𝘴𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora