XLII

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Para el almuerzo, ambos jóvenes estaban visiblemente avergonzados, y se ruborizaban de más si alguno de los padres los miraban, con esa expresión rara que le dedicaron toda la mañana, como si supieran su mayor secreto.

Quackity estaba como un tomatito, y se iba con Luzu, escondiendo su rostro en él cada vez que su madre o su padre hacían una pregunta referida a lo que había ocurrido en la noche.

Para cuando se sentaron a almorzar, los padre de Quackity ya se habían resignado a preguntar por lo ocurrido, y la mujer fue la que rompió el silencio.

— En el hotel donde nos quedamos estaban ofreciendo trabajo de botones. Podrías ir y dejar tu currículum, Luzu. No queda muy lejos de aquí y el lugar es bonito.

El castaño asintió, escuchando a su madre postiza darle las indicaciones de cómo llegar.

— Cuando pregunté me dijeron que hacían turnos de seis horas— continuó la mujer—. Y pueden arreglar para que el horario sea en la tarde o noche... ¿ Pasa algo, Quackity?— se detuvo para ver a su hijo.

Sólo bastó esa pregunta para que todos los presentes se voltearan a ver al chico.

Quackity estaba con una expresión notoriamente molesta, su ceño estaba fruncido y un ligero mohín se plantaba en sus labios.

Luzu se acercó un poco más a él, tomando su mano, haciendo que el chico lo mirara. El castaño ya sabía lo que ocurría.

— Quackity, ya hablamos de esto— habló con suavidad, el pelinegro sólo asintió.

Quackity quería a Luzu, su tiempo y su presencia, sólo para él, le parecía injusto que unas estúpidas valijas, hoteles y turistas le quitaran a su novio.

Pensó que si tan sólo le pagaran por quejarse, ya serían millonarios.

































Yo también sería millonaria :v

Loud ๑ Luckity ②Donde viven las historias. Descúbrelo ahora