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Como de costumbre, Satoru tomaba su café mientras leía su periódico sentado en el pequeño balcón que tenía su departamento donde hacía un poco de frío, pero el aire fresco siempre iba a gustarle.

Satoru no iba a negar que odiaba el ruido del tráfico en las mañanas, pero había vivido toda su vida en la cornelia street, así que, simplemente, no se imaginaba renunciando a ese edificio donde había crecido y forzado su carácter.

Bajó un poco su periódico cuando en el balcón de al lado, la pequeña niña que vivía ahí comenzó a abrir su ropita húmeda en las barandas de este. Con el ceño fruncido, Satoru puso su taza de café en su mesita y se quedó mirando a la niña. Sus pequeñas piernas estaban llenas de moretones.

No tuvo oportunidad de hablar con la niña, ya que se dio cuenta de que un hombre con el cabello negro atado en una larga coleta salió a regañarla porque estaba afuera sola.

— Te he dicho que es peligroso que salgas a este balcón, Umiko. — el hombre cargó a la niña.

— Lo siento, Pa. — hizo puchero haciendo que el hombre sonriera un poco y besara su mejilla.

— Está bien, pero no lo hagas más, por favor. — El hombre iba a entrar a la casa, pero se dio cuenta de la mirada fija de Satoru. Levantó una mano saludando y entró.

Imposible que esos moretones sean por violencia intrafamiliar.

Satoru se recostó en la silla y volvió a tomar su taza de café.

Las siguientes veces que vio a la niña en el balcón, los moretones seguían y, siendo honestos, Satoru estaba un poco preocupado.

Hoy había salido de su departamento con tanta rapidez que olvidó por completo sus llaves dentro. Ahora eran las 8:30 de la noche y estaba en el piso esperando que el supervisor del lugar le contestara los mensajes y poderle traer la llave de repuesto.

Un poco imposible ese caso ya que el supervisor casi nunca contestaba los mensajes después de 6 de la tarde.

Escuchó unas voces y unos pasos en las escaleras. El albino sintió un poco de miedo, pero se calmó cuando el pequeño cuerpo de la niña apareció subiendo las escaleras corriendo y riendo. Su papá venía persiguiéndola e igualmente venía riendo.

Era la primera vez que Satoru lo veía reír desde que se dio cuenta de que vivía al lado. También era la primera vez que lo veía con su cabello negro suelto y se podría decir que Satoru quedó sin palabras.

La pequeña dejó de correr cuando notó a Satoru sentado en el piso. Dio un paso hacia atrás y se puso tras de su papá.

— Hey. — saludó el pelinegro haciendo que Satoru se levantara inclinando un poco su cabeza hacia delante saludando.

— Hola. — sonreía un poco nervioso.

— ¿No puedes entrar? — Satoru miró hacia su puerta y asintió.

— Lamentablemente dejé mis llaves dentro. — el pelinegro curvó una sonrisa y dirigió su mirada hacia el cabello de su hija. Tomó una pequeña barrita que había usado para retener un par de cabellos de la niña y se acercó a la puerta del albino.

— Te enseñaré lo que me enseñó la calle. — Satoru lo miró con el ceño fruncido, pero antes de que pudiera hablar, el pelinegro ya estaba forzando su cerradura.

La abrió.

— ¿Qué? — preguntó asombrado. — ¿Cómo hiciste eso? — el hombre le guiñó un ojo con una sonrisa y volvió a poner la barrita en el cabello de la niña.

— Secretos. — Satoru lo miraba asombrado.

— Muchas gracias. — iba a entrar a su departamento pero se detuvo cuando vio las piernas de la chica. El pelinegro se dio cuenta y miró hacia su niña para ver qué estaba mal con ella.

— Ah, ¿sus piernas? — Satoru asintió. — No lo sé, desde hace unos años siempre le salen ese tipo de moretones de la nada.

— ¿No se golpea? — negó. — ¿De verdad de la nada? — Satoru se agachó un poco para mirar las piernas de la niña.

— Umiko nació a los 6 meses, ha sido una niña muy complicada con respecto a su salud.

— Uh, entiendo. — Satoru miraba las piernas de la niña.

— Supongo que eres doctor, he visto que sales con una bata de vez en cuando. — Satoru volteó a ver al hombre.

— Soy médico general. — dijo asintiendo mientras sonreía. — El hospital donde trabajo queda a dos calles de aquí, deberías llevarla para una revisión. — se levantó. — No creo que sea nada malo, puede ser un problema solo de escasez de vitaminas, sin embargo, estaría bien descartar cosas.

— Muchas gracias, pero no creo que pueda llevarla. — tomó de la mano a Umiko e iba a ingresar a la casa, pero Satoru siguió hablando.

— La niña no cumplió su ciclo completo de gestación, de verdad sería bueno que la lleves a revisar. ¿Cuándo fue su último control? — el pelinegro miró a la niña.

— No lo sé, tres o cuatro años. — Satoru casi se ahoga con su saliva.

— ¿Cómo? ¿Por qué? — se encogió de hombros.

— Pagar un seguro médico se me sale de las manos. — Satoru tragó saliva. Era verdad, a veces no podía creer la cantidad de personas que no iban a chequearse solo por no tener la cantidad adecuada de dinero para su seguro.

Satoru abrió su maletín y, después de 2 segundos, sacó una tarjeta que le extendió al hombre.

— Es mi tarjeta profesional y también tiene el horario en el que estoy en turno estos días. Solo debes ir al hospital y decir que tienes cita conmigo, no importa si no apareces en el sistema, la secretaría me llamará y yo te dejaré pasar. — tomó la tarjeta.

— Gracias, pero de verdad, no tienes que hacer esto. — Satoru curvó una sonrisa.

— Vamos, hombre, acabas de salvarme de dormir en el pasillo esta noche. — sonrió.

— De verdad lo agradezco, pero paso. Sé lo costosos que son por lo menos uno de esos controles y no tengo como pagarlos. — Satoru puso los ojos en blanco.

— Cortesía de la casa. —el pelinegro abrió la puerta de su departamento.

— No puedo recibir ese tipo de cortesías. — la niña entró al apartamento y seguido de esto, su padre.

Satoru tenía una pequeña sonrisa en su rostro, aunque su oferta había sido rechazada, había sido un momento agradable.

3 días después, Satoru recibe una llamada a su consultorio. ¿Geto Suguru? ¿Quién diablos era ese y por qué decía que tenía una cita con Satoru? no aparecía en el sistema.

Cuando Satoru sale del lugar, se golpea mentalmente por no haber preguntado el nombre del pelinegro ese día en el pasillo. Si lo hubiese preguntado, hubiese sabido que él era el hombre que estaba esperándolo en la sala con una sonrisa en su rostro y su pequeña niña a su lado.

Este es mi primer SatoSugu.
Espero que lo disfruten 💐

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora