15.

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Por fin había cambiado el turno de Satoru y ahora tenía de mañana hasta la tarde casi noche. En este turno atendía citas sobre dolores generales y ya no tenía la desesperación de lidiar con las tragedias que el turno de urgencia traía cada día.

Ahora estaba sentado en el consultorio de Nanami donde también se encontraba Shoko un poco confundida del llamado repentino.

— Bueno, los llamé porque necesito un favor por parte de ustedes.— Nanami había comenzado a hablar. — Tengo avances de la investigación que se estaba llevando a cabo sobre el cancer de páncreas y es algo delicado así que tengo ir personalmente a revisar todo el papeleo. — Satoru y Shoko lo miraban atentos.

— Y... — apuró Satoru ya que era su hora de merienda y no quería desperdiciarla escuchando a Nanami hablando de trabajo.

— Y... quiero que sean ustedes los que vayan a revisarlo. — Satoru enarcó una ceja.

— ¿Por? — Nanami acomodó sus lentes y suspiró.

— Es importante que todos los médicos del hospital se empapen de la información, aparte, no puedo tomar un viaje tan largo. — Shoko entrecerró sus ojos.

— ¿Eh? — Nanami aclaró su garganta.

— Ah, sí. Es en Italia. — Satoru abrió sus ojos como platos.

— ¿Qué? — Nanami apartó la mirada. — Creí que habían empezado la investigación en California, ¿cómo es que saltó a Italia?

— Los vuelos están comprados para mañana en la tarde, solo tendrán que estar un par de días por allá. — Shoko miró a Satoru un poco desconcertada. No esperaba que fuera tan lejos de Estados Unidos.

— Oye, debieron avisarnos antes, ¿qué tal que tengamos un compromiso? — Nanami lo miró serio.

— ¿Qué es más importante que ser responsable en tu trabajo?

Satoru lo miró sin decir nada. En realidad, no tenía ningún compromiso, solo pensaba en ver mucho menos a Suguru y se le aguaba el corazoncito.

— No será ni una semana, se los aseguro.

Mahito sonreía desde la cocina al ver que Umiko cantaba en la sala una canción francesa que le enseñaron en la escuela. Por otro lado, Suguru sonreía desde el sofá en el cual estaba recostado por un leve dolor de cabeza que lo había atacado minutos atrás.

— ¿Te sientes mejor? — preguntó Mahito desde la cocina donde lavaba sus manos para ir por el termómetro ya que en la mañana el pelinegro tenía fiebre y quería asegurarse de que ahora todo estuviese bien.

— Un poco. — dijo Suguru curvando una sonrisa en dirección al de cabello gris.

— Pa, pa, pa. — Umiko corrió hacia Suguru. — ¿Puedo ir donde Satoru? — Suguru frunció el ceño.

— Debe estar en el trabajo, Umiko. Recuerda que entra en las tardes casi noche y sale al día siguiente. — respondió el pelinegro.

— De hecho, hace un rato salí a tirar la basura y lo vi subiendo las escaleras. — intervino Mahito haciendo que Suguru volteara a verlo confundido. — Lo saludé y él solo curvó una sonrisa. Parecía cansado.

— ¿A qué hora fue eso? — preguntó Suguru.

– No lo sé, quizá las 5 de la tarde o más. — dijo encogiéndose de hombros mientras salía de la cocina para ir a buscar el termómetro.

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora