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Suguru estaba sentado en una camilla mirando hacia la ventana donde la lluvia estaba cayendo a cántaros. El otoño había vuelto de la forma más llorona posible y, ciertamente, el pelinegro tenía un poco de frío.

Satoru apareció en la habitación e inmediatamente se acercó a la ventana cerrándola. Suguru sonrió un poco y luego su vista volvió a la puerta donde apareció Mahito con Umiko cargada. El chico se había enterado de que Suguru estaría involucrado en un tratamiento en el que estaría en el hospital durante unas semanas y se ofreció a volver a su departamento para cuidar de la niña y que Suguru estuviese tranquilo.

— Lamento haber dejado la ventana abierta. — dijo Satoru acercándose a Suguru. El pelinegro sonrió un poco cuando vio la bata blanca del albino un poco manchada de café.

— Estás sucio. — dijo Suguru haciendo que Satoru se encogiera de hombros.

— Sí, tuve un inconveniente hace un rato con la máquina de café. — Satoru comenzó a acomodar la almohada de Suguru.

— Papá, ¿cuándo regresas a casa? — preguntó la niña haciendo puchero.

— 5 o 6 semanas. — respondió Suguru.

— Sí, primero vamos a hacerle unas quimios por medio del catéter central que te pondré en un rato y esto va a ayudar a que las células enfermas se eliminen. Después de eso estarás listo para el transplante de células madres completamente sanas y después de 3 o 4 semanas, veremos qué mejorías hay y si el transplante fue exitoso. — Suguru asintió ante lo que dijo Satoru.

— Adiós cabello. — susurró Mahito mirando el largo cabello suelto de Suguru.

— En realidad no. — dijo Satoru mirando a Mahito. — Le daré los cuidados necesarios para que no se le debilite el cuero cabelludo y sus cabellos no se caigan. — Suguru miró a Satoru con ternura.

— Sabes que no me molestaría donarlo. — Satoru negó rápidamente.

— También sé lo mucho que amas tu cabello. — Satoru puso una mano en la mejilla de Suguru. — Y espero que sepas lo mucho que me esforzaré por que salgas de aquí pronto. — Suguru cerró sus ojos lentamente sonriendo.

— Y yo espero que sepas lo mucho que te quiero. — Satoru sonrió y abrazó al pelinegro.

— Eso, coman delante de los pobres. — dijo Mahito rodando los ojos y junto con la niña, salió del lugar.

— Estarás bien, cielo. — susurró Satoru alejándose un poco de Suguru para poder mirarlo a los ojos. — Confía en mí. — Suguru asintió.

— Lo hago. — Satoru se acercó más a los labios de Suguru y lo besó.

Nanami le había advertido en cantidades industriales que solo le permitiría tratar a Suguru si iba a actuar como un profesional, pero nunca le prohibió besarlo, así que Satoru lo haría las veces que sean necesarias.

Cuando el beso terminó, Satoru se sobresaltó cuando una de las enfermeras que lo iban a ayudar con la colocación del catéter central entró a la habitación.

— Suguru, esta es Silvia, será mi ayudante en todo el proceso y estará pendiente de ti cuando yo no pueda. — Suguru asintió. — Háganse amigos porque se verán por muchos días. — la chica sonrió y Suguru la imitó.

— Estoy encantada de conocerlo, señor Suguru. — dijo la chica haciendo que el pelinegro se tocara el pecho ofendido.

— Vamos, no estoy tan viejo, llámame solo Suguru. — la chica sonrió y miró a Satoru esperando que le diera la orden de anestesiar a Suguru para colocar el catéter central.

— Bien, ahora vamos a empezar con todo, ¿vale? — Suguru miró a Satoru y tragó saliva. Estaba nervioso. — Es algo nuevo en tu vida y va a doler un poco cuando pase la anestesia, pero Silvia va a darte los medicamentos necesarios para que te alivies.

— Entiendo. — susurró Suguru.

— Una vez empezamos con las quimios, tendrás que usar una gorra hipotérmica que, básicamente, son gorros enfriadores que ayudará a que tu cabello no se vea afectado. También te traeré mucha vitamina C para que comas, esa es otra ayuda para subir tus plaquetas y notar una mejoría cuanto antes.

— Satoru. — el mencionado iba a seguir hablando, pero se detuvo cuando escuchó a Suguru diciendo su nombre. — Gracias. — dijo tomando la mano del albino.

La enfermera miró a los dos chicos y con un poco de nervios por estar en medio de una escena amorosa, se dio media vuelta y comenzó a mirar las paredes como si fuese algo interesante.

— Sabes que haría cualquier cosa por ti, Suguru. — Satoru volvió a besarlo. — Ahora recuéstate y cierra los ojos. Silvia va a anestesiarte para que podamos comenzar.

Suguru obedeció. Con todo el pánico que sentía, hizo lo que Satoru le pidió.

Cuando Suguru estaba anestesiado, Satoru miró a Silvia y suspiró.

— Debo seguir buscando un buen donante, por favor, encárgate del catéter central con mucho cuidado. — Silvia asintió.

— Sí, señor. — Satoru comenzó a caminar hacia la puerta, pero se detuvo un momento.

— Y, por favor, no platiques con Suguru sobre temas médicos, ¿vale? — Silvia lo miró confundida.

— ¿A qué se refiere, señor? — Satoru relamió sus labios.

— Cualquier cosa que te pregunte sobre su salud, solo dile que yo soy el único que puede darle información sobre eso. — la enfermera miró a Suguru y luego a Satoru aún confundida.

— Está bien. — dijo no muy convencida del porqué no podía hablar con Suguru de eso.

Satoru asintió y luego de mirar a Suguru por última vez, salió del lugar.

Mei tenía más ojeras de lo normal, su cabello estaba atado en una coleta y ya no tenía el mismo brillo de antes. Con sus brazos cruzados y su mirada entre cerrada, la chica miraba con una ceja enarcada al albino sentado frente a ella. La única visita que había recibido en todo el tiempo que había estado encerrada, había sido la de Utahime.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Satoru? — preguntó la chica todavía mirándolo extrañada.

— Necesito de tu ayuda. — Mei curvó una sonrisa y miró a Satoru cansada.

— ¿Qué? ¿Dinero? — la chica rodó los ojos. — Revisaron mi departamento y todo lo tienen retenido, así que no pierdas tu tiempo en...

— Transplantes. — Mei lo miró confundida. — No encuentro donadores y tú sabes de eso, ¿cierto? — la chica miró hacia el de seguridad que estaba a pocos metros de ellos y luego a Satoru.

— ¿De qué mierda estás hablando, Satoru? — el albino sintió cómo sus ojos se cristalizaban.

— Por favor, dime dónde contactar a la gente que trabajaba contigo. — Mei lo miró molesta.

— ¿Estás loco? — la chica se puso de pie llamando la atención del guardia de seguridad. — Lárgate. — Satoru negó con la cabeza.

— Mei, por favor. — la chica retrocedía mientras negaba con la cabeza.

— Lárgate. — gritó Mei provocando que varios guardias se acercaran a ella.

— Mei, por favor. — dijo Satoru sin importarle que los guardias estuviesen cerca. — Solo quiero salvar a Suguru.

Suguru... cuando Mei escuchó ese nombre, en su mente apareció una gran pregunta. ¿Estaba Satoru tan enamorado de Suguru que sería capaz de arriesgar su libertad por él?

Mei tragó saliva mirando a Satoru aterrada, ¿eso era el amor? ¿El amor era dejar de pensar en ti por salvar al otro?

Amor, amor, amor. ¿De eso se trata el amor?

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora