Satoru estaba en su punto más bajo. Iba por la octava taza de café en el día, sus ojeras estaban muy marcadas y un dolor de cabeza persistente le recordaba que no debió haberse quedado llorando toda la noche anterior y la anterior y la anterior. Habían pasado un par de días desde que vio a Suguru por última vez y estaba destrozado.
Mei entró a su consultorio para buscar unos resultados de unos estudios y se preocupó un poco al ver al albino como un zombie, pero como no eran tan cercanos, la chica optó por comentarle a Shoko que Satoru se veía mal y la castaña fue al consultorio del chico para conversar un poco.
La nariz roja de Satoru y sus ojos ligeramente hinchados le dieron a entender a Shoko que había estado llorando hace poco.
— ¿Cómo te sientes? — Shoko sabía que la respuesta era obvia, pero no tenía otra manera de comenzar el tema de conversación.
Satoru suspiró y con una mirada perezosa, volteó hacia Shoko. La castaña sonrió un poco para suavizar el ambiente, pero de nada sirvió.
— Como la mierda. — Satoru descansó su cabeza sobre su escritorio y cerró sus ojos. — No debí haber hecho eso.
Shoko mordió su labio inferior sintiéndose un poco culpable por haberle metido leña al fuego y hacerlo llegar al punto de querer cortar las cosas con Suguru.
— Debe haber una explicación, Satoru. — el albino volteó a mirarla con sus ojos entrecerrados.
— ¿Por qué me dices esto ahora cuando hace unos días me juzgabas por no poder dejar de pensar en él? — Shoko puso los ojos en blanco.
— Vi su cara de desesperación ese día. Parecía que de verdad quería hablarte o arreglar las cosas y... — Shoko rascó su nuca haciendo una mueca. — La verdad me siento un poco culpable porque siento que, de alguna u otra manera, interferí entre ustedes dos con mis suposiciones. — Satoru chasqueó sus dientes y se acomodó en su silla.
— ¿Debería buscarlo para aclarar todo? — Shoko asintió.
— Creo que es la forma más madura posible de resolver todo esto. Si no te da una buena explicación, solo aléjate. — Shoko se encogió de hombros. — Tampoco puedes permitir que hagan lo que quieran sin razón alguna. — Satoru asintió lentamente.
— Está bien. — curvó una sonrisa. — Saliendo de turno paso por su departamento. — Shoko sonrió.
— Verás que estarán bien. — la castaña le guiñó un ojo a Satoru y sacó una caja de cigarros de su bata. — Yo iré a hacer todo lo contrario a lo que debería hacer una doctora responsable. — levantó su caja de cigarros. — Voy a matarme fumando. — Satoru rodó los ojos.
— Deja esa mierda, no es buena para ti. — Shoko miró hacia su escritorio y se dio cuenta de todos los vasos vacíos de café.
— Sí... sin duda eres la persona perfecta para decirme que deje un vicio. — Satoru miró hacia los vasos y soltó una pequeña risita.
— Sal de aquí. — Shoko se levantó sonriendo y se detuvo un momento cuando recordó algo.
— Oye, no olvides disculparte con Umiko. — Satoru la miró confundido. — La ignoraste, seguramente debe estar sintiéndose muy mal. Es una niña y no comprenderá del todo lo que está pasando. — Satoru abrió un poco su boca sintiéndose horrible porque hasta ahora caía en cuenta de lo que había hecho.
— Dios, tienes razón.
Suguru estaba que se tiraba del balcón. Llevaba un par de horas solo parado ahí pensando en cómo iba a hacer para solucionar las cosas con Satoru. Debía decir la verdad, debía ser sincero. Solo tenía que decir todo para que volvieran a ser las cosas como lo eran antes. ¿Cierto?
ESTÁS LEYENDO
Cornelia Street. [SatoSugu]
Romansa- ¿Qué estás haciendo? - Suguru sonreía desde donde estaba viendo a Satoru pegar algo en su puerta. - ¡Tadan! - el albino se apartó de la puerta para que Suguru podía leer lo que estaba escrito en el cartel que había pegado. - ¿Cornelia Street...