13.

913 181 87
                                    

Satoru no podía recordar la última vez en la que se sintió tan pleno. No podía recordar cuándo fue la última vez en que su estómago dolió de lo mucho que reía. No podía recordar la última vez que sus mejillas se sentían adormecidas de lo mucho que sonreía. Lo que Satoru recordaría toda la vida estaba junto a él. Satoru recordaría a Suguru toda la vida porque era la persona que lo había devuelto a esta. Satoru ya no era un sobreviviente... ahora estaba viviendo y estaba feliz de hacerlo.

— Te digo que fue una bobada. — dijo Suguru entre risas. En una mano llevaba al gatito cuidando de no apretarlo mucho para no lastimarlo y la otra mano la tenía ocupada sosteniendo la del albino.

Eran las 6am y el amanecer ya estaba frente a ellos, estaban a unas casas del edificio donde vivían y Suguru venía contándole porqué tuvieron que cerrar el bar esa madrugada.

— Me hubiese asustado mucho si la policía hubiese entrado con armas y yo hubiese estado ahí. — respondió Satoru haciendo que Suguru lo mirara con ternura.

— ¿No sueles ir a bares, cierto? — Satoru negó con la cabeza. — La mitad de mis turnos son lidiando con peleas o con policías queriendo cerrar el lugar.

— Qué miedo. — respondió el albino y cuando llegaron al edificio. Soltó la mano de Suguru rápidamente.

— ¿Qué pasa? — preguntó el pelinegro antes de entrar a la recepción del lugar donde el vigilante los dejaría pasar.

— No sé, solo... — Satoru no miraba a Suguru. — No sé, ¿no te avergüenza que te vean tomado de mi mano? — Suguru enarcó una ceja. Satoru seguía sin mirarlo.

— ¿De qué estás hablando? — Satoru lo miró sin decir nada. Suguru sonrió. — Satoru, vergüenza robar. — el pelinegro tomó de la mano al contrario y tiró de esta haciendo que Satoru comenzara a caminar casi tropezándose con sus pies.

Al entrar, el vigilante solo les sonrió. Satoru no pudo levantar la mirada, no pudo devolver el saludo. Estaba nervioso.

Subiendo las escaleras, ninguno de los dos dijo nada. Al estar frente al apartamento de cada uno, Suguru miró al gato y luego a Satoru.

— ¿Se queda conmigo? — Satoru miró al gato.

— Podemos turnarnos, cuando no puedas cuidarlo, yo lo haré. — Suguru curvó una sonrisa.

— ¿Y cuál será su nombre? — Satoru hizo como si estuviese pensando.

— Copito. — Suguru puso los ojos en blanco.

— Vamos, es el nombre más usado en animales blancos. – Satoru resopló.

— ¿Tienes una mejor idea? — preguntó el albino enarcando una ceja.

— Después pensamos en eso. — Suguru se acercó al albino y dio un cálido beso en su frente. — Ve a descansar, hoy lo cuido yo.

Satoru lo miró por un momento e, inevitablemente, mostró una sonrisa.

— Es malditamente insana la sensación de alegría que me brindas. — Suguru sonrió.

— Ve a descansar, Satoru. — ahora dio un pequeño beso en los labios del contrario.

El albino sonrió un poco y finalmente entró a su departamento. Suguru imitó su acción y, después de poner el gatito en el piso, cerró sus ojos con fuerza. Lo estaba matando el dolor de cabeza.

Suguru se acercó a su cocina y en una de la gavetas, buscó un poco de medicina para la migraña, pero no encontró nada. Suspiró y, con pasos pesados, caminó hacia su baño para tomar una ducha.

Se desnudó y se metió a la regadera con una mueca de dolor. Era normal que siempre tuviese dolor de cabeza porque venía siendo así desde hace un par de años, pero era indescriptible lo que sentía cuando estos le daban. Cada vez eran peores.

Saliendo de la ducha, se tiró en su cama y, antes de caer en un sueño profundo, puso la alarma para las 8am. Tenía 2 horas para dormir, a las 8 debía recoger a Umiko de la casa de su abuela y después hacer las compras para el resto de la semana.

Suguru puso su celular a un lado asegurándose de que no estuviese tan lejos para poder escucharlo y suspiró. Miró fijamente al techo de su habitación sintiéndose aturdido todavía por el dolor, pero un poco más desanimado de lo común. ¿Por qué se sentía tan agotado todo el tiempo? era cierto que no dormía bien y no comía bien, pero él seguía preguntándose porqué se sentía tan mal físicamente.

— ¿Debería decirle a Satoru? — pensó Suguru. — ¿Debería decirle a Satoru que me siento cada vez más cansado?

Dos días después, en la cafetería donde siempre se veían, Satoru reía y le comentaba a Suguru que ayer Utahime se cayó frente a él solo por llevarle la contraria y caminar por el pasillo que Satoru le había dicho que estaba recién trapeado.

Entre las risas y la conversación, Suguru estaba pensando.

— ¿Debería decirle a Satoru? — su mirada se perdió en algún punto de la mesa cuando ese pensamiento llegó a su mente. — ¿Debería decirle a Satoru que a veces siento que mi vista se pone negra?

Satoru dio un sorbo de su café y siguió riendo mientras repetía que fue muy gracioso y más cuando el albino intentó ayudarla a levantarse, pero ella solo lo empujó y volvió a caer.

— ¿Debería decirle a Satoru? — Suguru tragó saliva aún con su mirada perdida. — ¿Debería decirle a Satoru que siento como si estuviese deshaciéndome?

— Hey, Suguru. — la voz del albino hizo que Suguru se sobresaltara y llevara su vista a él. — ¿Te pasa algo? — Suguru retomó la compostura y negó rápidamente con su cabeza.

No iba a decirle nada a Satoru.

— No, no. Lo siento, solo estaba pensando en... cualquier cosa. — Satoru entrecerró sus ojos y miró al té del pelinegro.

— No has probado tu té. — Suguru llevó su mirada a su bebida y la tomó rápidamente.

— Lo siento, estoy un poco en mi mundo. — Satoru enarcó una ceja.

— ¿Seguro que no pasa nada? luces un poco más cansado de lo normal. — Suguru le dio un sorbo a su té y se encogió de hombros.

— Umiko tiene muchas pesadillas en las noches e intento mantenerme ahí para ella. — Satoru asintió lentamente.

— Intenta no darle mucho dulce antes de dormir. — Suguru asintió volviendo a tomar un sorbo de su té.

— Lo tendré en cuenta. — Suguru sonrió haciendo que Satoru sonriera de vuelta.

Definitivamente no iba a decirle a Satoru que sentía como si estuviese muriendo.

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora