30.

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Satoru caminaba por los pasillos del hospital con una taza de café en una mano y en la otra un par de papeles que había impreso sobre los resultados de Suguru y algunas investigaciones que había hecho aparte.

Sin notar que Ino estaba saliendo de la oficina de Nanami, Satoru siguió caminado y se chocó contra el chico casi regando su café caliente.

— Dios mío, lo siento. — Ino miraba a Satoru apenado, pero el albino solo hizo una mueca despreocupada.

— Tranquilo, fue mi culpa. — Satoru iba a esquivar al chico para comenzar a caminar, pero Nanami lo llamó.

— Oye, Satoru. — el albino miró hacia dentro de la oficina y notó que Nanami estaba caminando hacia él. — ¿Hablaste con Suguru? — Satoru miró a Ino y este solo parpadeó un par de veces sin comprender que el más alto quería que se fuera.

— No, aún no. — dijo Satoru mirando a Nanami que ahora se encontraba frente a él.

— ¿Cuándo vas a...?

— Hoy, lo haré hoy.

Satoru esquivó a Ino y comenzó a caminar hacia el consultorio que solía ocupar Mei, pero se detuvo en seco cuando recordó eso. Ya no estaba en su puesto habitual, ahora solo estaba encargado de casos generales y revisiones de donaciones de órganos.

— Oye, Nanami. — dijo Satoru girando sobre sus talones para mirar al rubio de frente. — ¿Puedo pedirte un favor? — Ino lo miraba atento como si no estuviese de más en la conversación.

— ¿Qué? — Nanami se cruzó de brazos.

— ¿Puedo ser yo quien atienda el caso de Suguru? — Nanami iba a reprochar, pero Satoru se apresuró a hablar. — Por favor, prometo ser muy profesional. — Nanami lo miró serio.

— No creo que sea conveniente que seas tú quien esté encargado de él. Créeme, Ino es muy bueno en lo que hace y...

— Por favor. — Satoru lo miró con tristeza. — Por favor. — repitió ahora casi en un susurro.

Nanami miró a Ino y luego a Satoru, con un suspiro pesado rodó los ojos y se encogió de hombros.

— Bien, pero solo si me prometes una cosa. — Satoru asintió rápidamente. — No vas a enloquecer.

Ahora Satoru estaba sentado en las escaleras del edificio junto a Suguru. El pelinegro no entendía porqué Satoru le había pedido que se sentaran aquí y no dentro de la casa con Umiko como siempre lo hacían.

— Oye, estás asustándome un poco. — dijo Suguru sonriendo un poco nervioso cuando vio que habían pasado más de 3 minutos y Satoru solo miraba a la nada sentado junto a él. — ¿No quieres entrar y ver la Tv con Umiko? sabes que no me gusta dejarla sola y...

— Escucha... — Satoru comenzó a hablar aún sin mirar a Suguru. — Tus resultados llegaron. — susurró Satoru haciendo que Suguru tragara saliva.

— ¿De verdad? — Suguru fingió no saberlo. — ¿Y qué tal? — Satoru lo miró mordiendo su labio inferior con fuerza.

— Tienes una falla en la médula ósea. — Suguru frunció el ceño sin saber qué significaba eso.

— ¿Y eso significa? — preguntó haciendo una mueca. Satoru suspiró y apartó la mirada.

— Necesitamos hacerte un par de estudios para determinar si es un virus o una bacteria lo que provoca que no produzcas glóbulos rojos, blancos y plaquetas. — Suguru asintió lentamente. — Y... tal vez, solo tal vez, necesito conseguir un donante cuanto antes. — Suguru sonrió un poco.

— Satoru, no entiendo nada de lo que dices. — el albino rascó su cabeza un poco estresado.

— Solo... solo... — Suguru tragó saliva al ver a Satoru alterado.

— Satoru, relájate, ¿sí? — Suguru tomó su mano y le dio un pequeño beso a esta. — Explícame de forma sencilla, por favor. Quiero entenderte. — Satoru temblaba y no se atrevía a mirar a los ojos a Suguru.

— No es tan malo. — Satoru levantó la mirada para encontrarse con los ojos del pelinegro. — Solo pierdo un poco mi cabeza cuando imagino que puede pasar a peores si no hago algo a tiempo. — Suguru sentía que su corazón se aceleraba cada vez más del miedo que sentía al escuchar las cosas que decía Satoru sobre su salud, pero quería mostrarse sereno para que el albino también lo tomara con calma.

— Vamos, explícame. — Satoru respiró profundamente para calmarse.

— Gracias a la anemia que tenías, tus cédulas madre de la médula ósea fueron afectadas y por eso presentas una falla en esta. Quizá si buscamos donante de células madre podemos curarte. — Suguru ladeó un poco su cabeza.

— ¿Curarme de qué? — Satoru apartó la mirada.

— El síndrome mielodisplásico. — Satoru hizo una mueca. — Básicamente hay células anormales en tu médula ósea y debemos tratar eso cuanto antes.

— Papá, tu celular está sonando. — gritó Umiko abriendo la puerta del departamento sobresaltando a ambos chicos.

La niña se acercó un poco a donde estaban sentados y le entregó el celular a Suguru. Era un número desconocido.

Satoru se inclinó un poco a ver quién era y se dio cuenta de que era un número del hospital. Apresurado, le arrebató el celular al pelinegro y contestó.

— Soy Satoru, ¿qué pasa? — Suguru enarcó una ceja ante el acto del albino.

Soy Ino, Nanami me encargó de llamar a Suguru para citarlo al hospital ya que creyó que tú no serías capaz de decirle las cosas. — Satoru miró a Suguru.

— Ya se lo dije.

Ah, vaya. Genial, no quería ser yo quien tuviese que dar ese tipo de noticias. — Suguru miraba confundido a Satoru porque quería saber de qué estaban a hablando o, al menos, con quién.

— Sí, no te preocupes, cuanto antes iremos al hospital y resolveremos lo de los transplantes. — Umiko miró a Satoru y luego a Suguru.

— ¿Transplantes? — la niña miraba a su papa asustada.

— No es nada, cielo. — dijo Suguru acariciando su mejilla. — Ve adentro a ver la tv, iré en un momento, ¿está bien? — Umiko seguía mirándolo asustada.

— ¿Esas cosas no se hacen cuando hay algo malo en el cuerpo humano? — Suguru sonrió y negó con la cabeza.

— Tú tranquila, ¿ok? — Umiko miró a Satoru que seguía hablando por teléfono con Ino. — Aparte, Satoru es el mejor doctor. — Umiko miró a su papá y asintió.

Cuando la niña entró nuevamente a la casa, Satoru ya había colgado el teléfono.

— Entonces... — dijo Suguru rascando su nuca. — Soy todo tuyo. — dijo encogiéndose de hombros.

— Estarás bien, te lo prometo. — dijo tomando las manos de Suguru.

— Lo sé, confío en ti. — Suguru curvó una sonrisa y le dio un beso a Satoru en los labios. — Confío en ti con los ojos cerrados.

Satoru volvió a apretar sus labios con fuerza y ahora sus ojos estaban cristalizados.

— ¿Por qué estás tan asustado, Satoru? — el albino apartó la mirada.

— Solo no quiero que te pase nada malo. — Suguru sonrió.

— Estaré bien, tú mismo lo dijiste. — Suguru abrazó al albino. — Y yo te creo.

Satoru no dijo nada, solo dejó caer un par de lágrimas en el hombro de Suguru apretando el cuerpo del contrario como si este fuese a ser arrebatado en segundos.

La sonrisa de Suguru desapareció cuando salió de la vista de Satoru y cerró sus ojos con fuerza. Estará bien, es Satoru Gojo quien se encargará de él. Suguru estará bien... ¿cierto?

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora