18.

746 156 53
                                    

Satoru puso las llaves del auto sobre la mesita de noche que estaba junto a su cama del hotel y volteó a mirar a Shoko. La castaña estaba enojada.

— Ya te dije que lo siento. — Shoko suspiró al escuchar las palabras de Satoru. — De verdad no me sentía cómodo en ese lugar.

— Ay, Satoru, debes empezar a ver la vida como es. — el albino enarcó una ceja.

— ¿Ah? — Shoko se cruzó de brazos.

— ¿En serio le huiste a Itadori? — Satoru apartó la mirada. — Es lindo, Satoru.

— Es lindo, sí, pero no me gusta. — dijo encogiéndose de hombros y revisando su celular. Nada, no había nada de Suguru.

Shoko puso los ojos en blanco y caminó hacia su lado de la habitación para empezar a desatar sus cordones.

— De verdad que me desagrada demasiado cómo se han tornado las cosas con Suguru. — Satoru volteó a verla. — ¿Son niños? ¿Por qué no son claros y ya?

— No digas ese tipo de cosas, prácticamente, me incluyes en su inmadurez y, sinceramente, yo soy el que la está pasando mal. — Shoko quitó su zapato y lo miró.

— Te incluyo porque sigues ahí esperando a que algo vuelva a ser como antes. — Satoru suspiró. — Solo debes aceptar que ya no le interesas.

— Oye, me caías mejor cuando recién entré al hospital y no eras tan cruel. — Shoko sonrió y comenzó a quitar el otro zapato.

— Solo te soy sincera porque te quiero, Satoru. Te aseguro que ese hombre no volverá a llamarte jamás.— el albino no dijo nada, solo se quedó mirando hacia la nada.

Los días pasaron y ya se había cumplido 1 semana desde que habían llegado a Italia. 1 semana viendo todos los días a Itadori y teniendo que huir de sus intentos de coqueteo. 1 semana sin rastro de Suguru.

Satoru entendía que los horarios eran distintos, eran varias horas de diferencia y que, en algunas de las ocaciones, cuando Satoru dormía, Suguru estaba trabajando o haciendo quien sabe qué. Debía existir una razón lógica para que él no le haya escrito en tanto tiempo.

Hoy, después de la reunión de doctores, dudó un poco en si aceptar la salida a un restaurante, pero, finalmente cedió. ¿Quién cuidaría a Shoko cuando se pasara de copas?

Sus ánimos cayeron al suelo cuando la única vez que vio el nombre de Suguru en su celular era en una historia de Instagram donde salía Mahito y Umiko caminando por la playa. El corazón de Satoru se encogió un poco, pero no le dio tiempo de pensar mucho en eso ya que Shoko lo estaba arrastrando a la salida del hospital para alcanzar al resto de doctores.

En el restaurante, un gran suspiro se le escapó y cuándo levantó su mirada, se dio cuenta de que estaba siendo observado, una vez más, por Itadori.

— ¿Siempre estás mirando así a tus mayores? — preguntó Satoru con su vaso de whisky cerca de sus labios mientras miraba fijamente a Itadori.

— Solo si son así de lindos. — respondió el pelirrosa haciendo que Satoru curvara una sonrisa y apartada la mirada. Los demás en la mesa estaban tan metidos en lo suyo que ni siquiera estaban prestando atención a la conversación de estos dos.

— Supongo que debo sentirme halagado por eso. — dijo Satoru sin voltear a mirarlo.

— Es la idea. — Itadori sonreía. El albino volteó a mirarlo y de inmediato regresó la mirada hacia cualquier otro lugar del restaurante.

Satoru no iba a seguir la conversación, no tenía muchos ánimos de conversar. Ahora estaba pensando en lo mucho que debía estarse divirtiendo Suguru para no mandarle ni un solo mensaje. ¿Debería Satoru insistir para que hablen? De ninguna manera, el último mensaje fue de él y Suguru ni en visto lo dejó.

El albino tomó nuevamente su celular para ver si había rastros de algún mensaje de Suguru, pero nada. No había nada.

— Te la pasas metido en ese celular. — habló Itadori haciendo que Satoru levantara la mirada. — ¿Dejaste un amante en Estados Unidos? — Satoru se encogió de hombros.

— Si así se le llama a alguien que no te responde los mensajes, entonces sí tengo un "amante" — Itadori sonrió.

— Hombre, no me digas que has sido ghosteado. — Satoru enarcó una ceja.

— ¿Ghos qué? — Itadori lo miró asombrado.

— ¿No conoces el término? — Satoru negó con la cabeza. — Es cuando alguien desaparece, o sea, ahora es un fantasma. — Satoru le dio un sorbo a su whisky y se encogió de hombros.

— Supongo que he sido ghosteado. — Itadori se acercó un poco más a Satoru.

— ¿Y por qué sigue importándote eso? — Satoru lo miró sin comprender. — Digo, eres lindo, inteligente, tienes un buen trabajo y estoy seguro de que puedes tener a cualquiera que desees. — Satoru bajó la mirada.

— No creo poder tener a cualquiera que desee. — Satoru curvó una forzada sonrisa. — Si eso fuese cierto, lo tuviera a él.

Itadori sonrió un poco y se recostó al espaldar de su asiento. Tomó su cerveza y miró a Satoru sin dejar de sonreír.

— Tal vez deberías mirar hacia otro lado. — Satoru tomó un trago de whisky y miró hacia su reloj. Eran las 2am, era de mañana en Estados Unidos y Suguru no le había escrito.

El albino bloqueó su celular un poco molesto y devolvió su vista a Itadori.

— Estoy mirando a otro lado ahora mismo. — Itadori sonrió.

En Estados Unidos, Suguru estaba tirado boca arriba  en su cama ignorando el dolor de cabeza que tenía. Su cuerpo dolía como si hubiese corrido una maratón, pero mucho menos que antes, así que estaba tranquilo.

En la sala de su casa podía escuchar la risa de Umiko mezclándose con la de Mahito y, luego de soltar una pequeña sonrisa, tomó su celular.

Mahito se asomó a la habitación asegurándose de que Suguru estuviese bien y sonrió cuando se dio cuenta de que tenía el celular entre sus manos.

— ¿Por fin vas a llamar a ese pobre hombre? — la voz de Mahito hizo que Suguru volteara a ver hacia la entrada de su habitación.

— Me siento un poco mejor y, pensándolo bien... creo que estos días he podido aclarar mis ideas. — Mahito solo lo miraba. — Quiero a Satoru y creo que es justo que le diga todo de mí. — Mahito asintió.

— Y eso significa... — Mahito enarcaba una ceja.

— Lo llamaré y le diré todo.

En la mesa del restaurante el celular de Satoru se encendió dejando ver el nombre de Suguru. Satoru por fin estaba recibiendo la llamada que tanto había estado esperando.

Suguru por fin estaba llamando y Shoko lo notó. Miró hacia al rededor intentando encontrar a Satoru, pero sé percató de algo. En la mesa faltaban dos personas y uno de ellos era el albino.

— Mierda. — susurró Shoko.

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora