Risas y pasos tormentosos en la sala de Suguru fueron la razón por la que Satoru abrió sus ojos perezosamente. Se estiró un poco y al mirar a su al rededor, se dio cuenta de que no estaba en su habitación. Estaba en la habitación de Suguru.
Mirando hacia un punto fijo, Satoru recordó que la noche anterior había vuelto a romper en llanto frente al pelinegro y que habían tenido un momento bastante íntimo en la ducha cuando él solo lloraba mientras Suguru besaba sus manos. Después de eso, tomaron un té en la cocina juntos en silencio para, finalmente, Suguru cederle su cama y que él durmiera en el sofá.
— Lamento que Umiko te despertara. — la voz de Suguru en la entrada de la habitación hizo que Satoru se sobresaltara.
Suguru tenía una taza de café en sus manos y miraba al albino con una sonrisa en sus labios. Tras del pelinegro, Satoru notó a la pequeña Umiko corriendo de un lado a otro con sus juguetes. Satoru curvó una sonrisa.
— Está bien, esta es su casa, yo soy el colado. — Suguru caminó hacia Satoru y extendió la taza de café.
— Te preparé un poco. También fui a comprar un par de cosas para comer y recogí a Umiko. — Satoru miró al reloj que estaba sobre la mesa de noche de Suguru y casi se le salen los ojos cuando se dio cuenta de que eran las 3 de la tarde. Normalmente dormía hasta la 12 luego de sus turnos nocturnos.
— No puede ser, qué vergüenza haber dormido tanto. — Con las orejas rojas, Satoru tomó el café que le extendía Suguru y este último se sentó a un lado de la cama.
— Está bien, es mi día de descanso, así que no hubo problema en quedarme aquí con Umiko mientras tú descansabas. — Satoru lo miró con ojos iluminados.
— También es mi día de descanso. — Suguru sonrió.
— ¿Qué deberíamos hacer hoy, entonces? — Satoru enarcó una ceja.
— ¿De qué hablas? — Umiko entró al cuarto con sus cabellos sueltos haciendo que Suguru chasqueara sus dientes.
— Te he dicho que no te sueltes las trenzas, corazoncito. — la niña se acercó a su papá para que volviera a peinarla.
Satoru miró la escena con cariño mientras tomaba su café y se dio cuenta de que los moretones de la niña habían disminuido demasiado. Ahora solo habían un par y el color estaba casi amarilloso lo que indicaba que pronto se borrarían.
— Me gusta tenerlo suelto. — comentó la niña mientras Suguru hacía una trenza del lado derecho de su cabeza.
— Lo sé, pero no quiero que se te hagan nudos si juegas teniéndolo suelto. — Satoru miraba con atención el trenzado de Suguru y este último lo notó. — ¿Qué pasa? — Satoru miró al pelinegro.
— Nada, nada. Solo.... nunca aprendí a hacer eso. — Suguru frunció el ceño.
— ¿Hacer qué? — Satoru señaló el cabello de la niña.
— Peinar, nunca supe hacer eso que haces. — Suguru sonrió.
— ¿Quieres aprender? — Satoru negó con la cabeza rápidamente.
— No, no, no pienso hacerle nudos en el cabello a tu niña. — Suguru solo sonreía.
— Anda, es fácil, te enseñaré. — Satoru lo miró con una pequeña sonrisa en sus labios. Le llamaba la atención la idea de que Suguru le enseñara algo.
— Está bien. — Satoru puso su taza de café en la mesita de noche del pelinegro y se acercó hacia donde estaba la niña.
— Tomas esta parte del cabello y la divides en tres. — Suguru explicaba mientras Satoru asentía. — Este lo pasas sobre este y este sobre este, así lo harás hasta abajo y luego, en la punta, pondrás una liga para que no se suelte. — Satoru volvió a asentir. Era sencillo.
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Cornelia Street. [SatoSugu]
Romance- ¿Qué estás haciendo? - Suguru sonreía desde donde estaba viendo a Satoru pegar algo en su puerta. - ¡Tadan! - el albino se apartó de la puerta para que Suguru podía leer lo que estaba escrito en el cartel que había pegado. - ¿Cornelia Street...